EL SEVILLANO
Al término de la guerra
llegó a Loja un personaje
desterrado de su tierra.
Procedía de Sevilla,
dónde su carrera ejercía
como médico de cardiología
Y como fue desterrado
por defender la República,
puso en Loja su consulta.
No tardó en tener clientes,
pues su fama era notoria.
Se llamaba Don Antonio,
el sevillano de Loja
Hombre de buenas acciones
y de excelente talento,
de cultura extraordinaria.
Era todo un portento
Autoridades del pueblo
en el café se reunían
Don Antonio con prudencia,
muy cortés les rehuía
Pues de todos era notorio
que ideas no compartían
En fechas en que el Caudillo,
pasaba por este pueblo,
para visitar Sevilla
la gente con grandes júbilos,
a recibirle salían,
Don Antonio fue al café,
como casi siempre hacía
Y varias autoridades,
al encuentro le salían.
Don Antonio, sepa usted,
que mañana es el gran día,
llegará nuestro Caudillo,
y hay que dar la bienvenida
Dénsela ustedes Señores,
que son hombres de valía,
tienen el poder y el dinero,
y yo la sabiduría
Y saliendo por la puerta, les dijo
Adiós, buenos días
Rosario Ávila
Al término de la guerra
llegó a Loja un personaje
desterrado de su tierra.
Procedía de Sevilla,
dónde su carrera ejercía
como médico de cardiología
Y como fue desterrado
por defender la República,
puso en Loja su consulta.
No tardó en tener clientes,
pues su fama era notoria.
Se llamaba Don Antonio,
el sevillano de Loja
Hombre de buenas acciones
y de excelente talento,
de cultura extraordinaria.
Era todo un portento
Autoridades del pueblo
en el café se reunían
Don Antonio con prudencia,
muy cortés les rehuía
Pues de todos era notorio
que ideas no compartían
En fechas en que el Caudillo,
pasaba por este pueblo,
para visitar Sevilla
la gente con grandes júbilos,
a recibirle salían,
Don Antonio fue al café,
como casi siempre hacía
Y varias autoridades,
al encuentro le salían.
Don Antonio, sepa usted,
que mañana es el gran día,
llegará nuestro Caudillo,
y hay que dar la bienvenida
Dénsela ustedes Señores,
que son hombres de valía,
tienen el poder y el dinero,
y yo la sabiduría
Y saliendo por la puerta, les dijo
Adiós, buenos días
Rosario Ávila