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LOS BALCONES: Juan Manuel Agudo Berbel...

Juan Manuel Agudo Berbel

BUENOS DÍAS, GOR

Hoy, día uno de abril, apelo a tu espíritu de pueblo, del pueblo que siempre fuiste, y te exhorto a que resistas, a que no cejes en tu empeño de seguir siendo el, pueblo que siempre fuiste y que todos los goreños soñamos. Te exhorto a que cuando esto acabe te despiertes temprano, subáis a la cima del cerro y desde todo lo alto, con el pueblo que lleva tu nombre a tus pies, hagas la firme promesa de seguir siendo batallando por seguir siendo pueblo, de seguir conservando en tu memoria lo que fuiste y que ello te dé la fuerza necesaria para honrar la memoria de aquellos antepasados tuyos que tuvieron que abandonarte para sobrevivir. Recupera esa memoria y haz que los hijos y nietos de aquellos hijos tuyos que tuvieron que irse, sientan el orgullo de su origen y se vean reflejados en tu quehacer.

¿Qué quién soy yo para dirigirme a ti en semejantes términos? Soy uno de tus hijos, mi mejor título para dirigirme a ti. No obstante permíteme que me presente.

Soy Juan Manuel ¿recuerdas? El hijo de Casiano el guarda y de Chon la Bailarina, nieto de la tía Villegas. Nací en la calle Siete Esquinas, y tuve como vecina más cercana e inmortal en mi memoria a Antonia la de Almireces y a Juan Manías, mi padrino. Pero me crié en la calle Los Molinos. Tenía de vecinos a Juan Botas, el guardabarreras, cuya casa hoy está derruida, y a José Martínez, el padre de Carmela, la mujer de Vicente Madruga, y Antonio, que hoy es un próspero empresario en Elche. Y a la derecha a Juan el Lego, el marido de María la Poyata.

Más allá vivía David García y al lado Anica la Lozana, de quien se decía que adivinaba el futuro. A continuación El Che y Felisa, los padres de Graciano, Luciana y Felisa, y Juan el Chico, el de los arados, quien seguramente ha hecho el mejor mantecado helado artesano de toda la comarca, con hielo del Pozo de la Nieve. Más hacia el fondo, hacia el molino de Montoya, vivía Virtudes la Canóniga, mujer de Antonio Chavarrete, y al lado Manuel el Milatero, padre de Antonio Alias, nuestro historiador. Y en frente José el de Tito, el padre de Cesar y Alberto, amigos de mi infancia, con quienes jugué y peleé.

También puede incluirse en la vecindad por su proximidad, Dolores la Inés y Juan Lópesaez, los primeros vecinos de la calle el Hierro. Y más arriba vivía Antonio Valiente, probablemente el hombre más bondadoso de Gor, quien cuando se fue a Barcelona siempre que podía se iba a la estación de Francia a despedir a los trenes, pues creía que todos iban a Gor. Y María la Garulla, que tenía una tienda en la misma esquina de la calle la Iglesia con la calle Los Molinos. Y luego ya el la calle la Iglesia, frente a la calle Los Molinos estaba Modesto Madruga, Luis Cuartilla y Antonio Pilones, y en frente, mi tío Andrés, padre de mi primo Antonio, y Tiburcio, el padre de su mujer. En el Corrinchín, al inicio de la Cuesta de Triana, vivía el Lanero, que tenía un telar artesano con el que tejía unas jarapas preciosas. Y en la casa de al lado, La Bruca, madre de José Sopas y Antonio el Gordillo. Muy amiga de mi madre.

Fífjate la cantidad de gente que había en tan poco espacio de calle. Y si seguimos hacia arriba y nos metemos en Triana ni te cuento. Nos encontramos con La Moya, donde se celebraba todos los años la vela de la Candelaria, Cándida, el Tío Penda, todo un personaje irrepetible, del que se cuentan las anécdotas más desternillantes del término, Eusebio, los Pelaínes, Pite el guarda, Macle, el padre de Gabriela y Joseico Mambrú, regador incansable de tu vega, El Nene, el goreño más irreductible de tu biografía, capaz de hablarte de cualquier cosa que le plantearas sin tener estudios, Foro, la Marigüena, la matrona de todos los goreños de la época… Bueno, había entonces en Triana tanta gente como hay hoy en todo el pueblo. Gente de un interés humano indiscutible y entrañable.

Estoy recordando todos estos nombres y me emociono, pues forman parte indeleble de mi infancia, aunque algunos, cosa de la memoria, se me han ido de ella. Que me perdonen.

Bajar a la plaza era una fiesta. Te encontrabas con María Baltar, en cuya casa organizábamos bailes con tocadiscos cada dos por tres, Patrona, la de Bartolo, quien fue mi ama de cría, y enfrente, doores "la Davisa" y su hermana María, madre; de Lolila. Junto a Patrona vivía Antonio Canana, Tano Madruga, enfrente el Chirinío, y alm oytro lado doña Carmen la Gallega, la madre de Manolo el de los Emilios, Luisito, Esther, Estrela y Chari, una de las niñas más guapas y sexis del Gor del entonces. En el callejón de enfrente estaba Blas el retratista, el fotógrafo oficial del pueblo, José Clavijo, el municipal, y ya, siguiendo hacia la plaza, vivía Carmelo, enfrente vivía Antonio “Burrillo”, más abajo Rosalía la de Carlota, enfrente don Julio el practicante, el terror de todos los niños de Gor, Magán, las Elodias, mi abuela, la tía Villegas, una mujer esencial para mí, una mujer sabia y abnegada como pocas, muy querida en tu municipio.

Ya ves, Gor, cuántos de tus hijos ha pasado por ti que ya son solo recuerdo, m pero recuerdo imborrable porque forman parte de nuestras vidas.

Prométeme que resistirás, Gor, y que saldrás fortalecido de esta prueba tan dura que nos ha deparado el destino.
Un abrazo.