Un CORAZON NUNCA SE FUE
Estimo que hay más accitanos que viven fuera de Guadix que dentro. Muchos de ellos aprovechan el mes de agosto para regresar a la comarca, para mí ese es el momento grande y emotivo del verano, ver caras que hace tanto tiempo que no ves. Rememorar el rostro de ese amigo con el que echaste los dientes en las placetas. El compañero con el que en tu adolescencia estudiaste pupitre con pupitre. Espiar benignamente tras tus gafas de sol a aquella muchacha que tanto te gustaba en tu juventud pero a la que nunca te atreviste a hablar.
Tanta nostalgia en sus ojos cuando vuelven de Berna y de “Barna”, de Múnich y Palma de Mallorca, de Lyon o Dublín. Escudriñan con imposibles bolas de leer el futuro cómo habría sido éste en Guadix de haberse podido o querido quedar. En el fondo saben bien que su apuesta de marcharse fue buena o inevitable, aquí no había trabajo para casi nadie.
Guadix, con forma de hoya, y síndrome de tal, o de tambor de lavadora en horizontal ejerce efectos centrípetos y centrífugos, digamos perversos, para los que lo habitan y para los que lo añoran.
Los accitanos que no viven en Guadix son la otra cara de la moneda colectiva y humana de este pueblo, porque los que sí vivimos aquí de manera permanente siempre nos hemos preguntado, en un ejercicio saludable de imaginación, qué habría ocurrido si los moradores permanentes de Guadix fueran los que viven fuera y nosotros los que hubiésemos decidido emigrar, cambiar de aires. ¿Qué carambolas nos habría preparado el destino o el azar? Los que viven fuera de la hoya se preguntarán lo mismo “ ¿qué habría pasado si me hubiese quedado a vivir en Guadix?”
Algunos cuando se jubilan vuelven a Guadix para quedarse, los más, no obstante, ya permanecen en el lugar donde han vivido, cerca de hijos y nietos, pero se percibe una vibración tan especial cuando pasean por las callejuelas guadijeñas. Cuando alguien rememora la “pedrá” que se llevó de un niño de otro barrio y que le hizo una “aporraura” en la coronilla. El colegio donde aprendió la magia del saber y la pertenencia al clan Cato. La luminaria en la que fumó el primer pitillo mientras bebía el segundo vinillo. El banco del parque donde dio el primer beso. La verbena con pasodobles o música de Los Brincos.
La feria con su carrusel de luces, sus onduladas y crujientes patatas fritas recién hechas y sus exquisitos pinchos. La “guantá” que se llevó de su padre aquella noche que llegó tarde. La excursión con el cole o con la panda a la Cueva del monje, Torrecilla de Baza y al Diente y la muela o a bañarse en las balsas echando un par de huevos u ovarios al fango y a lo gélido del verde agua.
La muerte del padre o de la madre y el viaje apresurado desde otra región o país al velatorio de quien te dio la vida.
Paisanos, espero que disfrutéis el tiempo que estéis en vuestra tierra de las cervezas frescas y las tapas calientes de los bares y terrazas. De las risas de los chistes y de la sonrisa de los recuerdos. Que nos miremos a los ojos y sepamos reconocernos como hijos de la misma tierra, en armoniosa hermandad vecinal encarnada en saludos, apretones de manos, abrazos, anécdotas y besos sinceros.
Brindo por vosotros que desde fuera contribuís al buen nombre de Guadix; mientras sigáis viniendo, los que aquí vivimos nunca nos sentiremos solos y sí arropados. Agradecemos vuestras visitas y amor, incluso amor-odio a esta ciudad, intacta en vuestros recuerdos y en la sutil memoria selectiva. Cuando traéis a vuestra familia y amigos de vuestro lugar de residencia aquí, hacéis un Guadix más plural, amalgamado, sabio y alegre.
Este libro es sobre todo para vosotros.
Guia sentimenta de Guadix, Ignacio Ferriz Ortiz
Estimo que hay más accitanos que viven fuera de Guadix que dentro. Muchos de ellos aprovechan el mes de agosto para regresar a la comarca, para mí ese es el momento grande y emotivo del verano, ver caras que hace tanto tiempo que no ves. Rememorar el rostro de ese amigo con el que echaste los dientes en las placetas. El compañero con el que en tu adolescencia estudiaste pupitre con pupitre. Espiar benignamente tras tus gafas de sol a aquella muchacha que tanto te gustaba en tu juventud pero a la que nunca te atreviste a hablar.
Tanta nostalgia en sus ojos cuando vuelven de Berna y de “Barna”, de Múnich y Palma de Mallorca, de Lyon o Dublín. Escudriñan con imposibles bolas de leer el futuro cómo habría sido éste en Guadix de haberse podido o querido quedar. En el fondo saben bien que su apuesta de marcharse fue buena o inevitable, aquí no había trabajo para casi nadie.
Guadix, con forma de hoya, y síndrome de tal, o de tambor de lavadora en horizontal ejerce efectos centrípetos y centrífugos, digamos perversos, para los que lo habitan y para los que lo añoran.
Los accitanos que no viven en Guadix son la otra cara de la moneda colectiva y humana de este pueblo, porque los que sí vivimos aquí de manera permanente siempre nos hemos preguntado, en un ejercicio saludable de imaginación, qué habría ocurrido si los moradores permanentes de Guadix fueran los que viven fuera y nosotros los que hubiésemos decidido emigrar, cambiar de aires. ¿Qué carambolas nos habría preparado el destino o el azar? Los que viven fuera de la hoya se preguntarán lo mismo “ ¿qué habría pasado si me hubiese quedado a vivir en Guadix?”
Algunos cuando se jubilan vuelven a Guadix para quedarse, los más, no obstante, ya permanecen en el lugar donde han vivido, cerca de hijos y nietos, pero se percibe una vibración tan especial cuando pasean por las callejuelas guadijeñas. Cuando alguien rememora la “pedrá” que se llevó de un niño de otro barrio y que le hizo una “aporraura” en la coronilla. El colegio donde aprendió la magia del saber y la pertenencia al clan Cato. La luminaria en la que fumó el primer pitillo mientras bebía el segundo vinillo. El banco del parque donde dio el primer beso. La verbena con pasodobles o música de Los Brincos.
La feria con su carrusel de luces, sus onduladas y crujientes patatas fritas recién hechas y sus exquisitos pinchos. La “guantá” que se llevó de su padre aquella noche que llegó tarde. La excursión con el cole o con la panda a la Cueva del monje, Torrecilla de Baza y al Diente y la muela o a bañarse en las balsas echando un par de huevos u ovarios al fango y a lo gélido del verde agua.
La muerte del padre o de la madre y el viaje apresurado desde otra región o país al velatorio de quien te dio la vida.
Paisanos, espero que disfrutéis el tiempo que estéis en vuestra tierra de las cervezas frescas y las tapas calientes de los bares y terrazas. De las risas de los chistes y de la sonrisa de los recuerdos. Que nos miremos a los ojos y sepamos reconocernos como hijos de la misma tierra, en armoniosa hermandad vecinal encarnada en saludos, apretones de manos, abrazos, anécdotas y besos sinceros.
Brindo por vosotros que desde fuera contribuís al buen nombre de Guadix; mientras sigáis viniendo, los que aquí vivimos nunca nos sentiremos solos y sí arropados. Agradecemos vuestras visitas y amor, incluso amor-odio a esta ciudad, intacta en vuestros recuerdos y en la sutil memoria selectiva. Cuando traéis a vuestra familia y amigos de vuestro lugar de residencia aquí, hacéis un Guadix más plural, amalgamado, sabio y alegre.
Este libro es sobre todo para vosotros.
Guia sentimenta de Guadix, Ignacio Ferriz Ortiz