LEYENDA DE LA CALLE ELVIRA
⭕️. (Por: Estefanía Jimenez. 2010)
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Cuenta la leyenda que hace muchos años vivía en la calle el Toro nº 13, en Jaén, un hombre que desde hacía algún tiempo venía teniendo el mismo sueño.
El pobre hombre pasaba los días inquieto, sin poder dejar de darle vueltas a la cabeza, rememorando cada minuto las palabras que escuchaba en su sueño: “Si a la calle Elvira vas, algo bueno encontrarás”.
-Sólo es un sueño estúpido- Se decía una y otra vez.
Pero a la noche, cuando cerraba sus ojos y su conciencia se sumergía en las brumas del sueño, las palabras volvían a resonar en su cabeza: “Si a la calle Elvira vas, algo bueno encontrarás”.
Así, noche tras noche, y su mente dando vueltas día tras día… Hasta que por fin decidió hacer algo al respecto.
Fue al Ayuntamiento de Jaén y pidió que le dijeran dónde se encontraba la calle Elvira.
-No tenemos calle Elvira en Jaén- le dijeron allí.
El hombre, abatido, se disponía a dejar el edificio cuando alguien le dijo:
- ¡Yo conozco una calle Elvira! Elvira… ¡Claro, eso está en Granada! Granada fue en otro tiempo Elvira y allí hay una calle con ese nombre.
El hombre no lo pensó demasiado pues abrigaba la esperanza de que todo aquello fuera obra del destino, así que partió cuanto antes hacia Granada.
No tardó en dar con la calle en cuestión, era imposible obviarla pues poseía un enorme arco que había sido en otro tiempo la puerta principal de la ciudad musulmana.
-Ya estoy aquí- Susurró al destino- Ahora tú decides.
Recorrió la calle un centenar de veces. Calle arriba…calle abajo… Lo devoró todo con los ojos ávidos, buscando cualquier indicio que lo guiara por el camino que su extraño sueño le había impuesto. Mas la noche comenzaba a caer y nada encontró.
Decidió permanecer allí algunos días. Una vez que se había decidido a actuar, le resultaba difícil abandonar. Pero cuando la semana tocaba a su fin, y su bolsa comenzaba a bajar, la desazón lo embargó.
- ¿Qué estoy haciendo aquí? ¿En qué momento me invadió la estupidez?
-Disculpe, señor- dijo alguien a su espalda- Soy zapatero, trabajo en aquel portal de allí y lo he visto recorrer esta calle cientos de veces. Toda una semana si no me equivoco. ¿Busca usted algo? ¿Puedo ayudarle yo?
-No, verá, supongo que usted pensará que estoy loco…
- ¡Adelante! –le animó el zapatero.
-Resulta que desde hace bastante tiempo ya, vengo teniendo el mismo sueño cada noche. Cierro los ojos y una voz me dice: “Si a la calle Elvira vas, algo bueno encontrarás”. Y aquí me tiene, dando vueltas como un tonto, persiguiendo un sueño.
-Sueños… -bufó el zapatero- No debe usted hacer caso a los sueños. Si yo le contara… Hace años que a mi me pasa algo parecido. Cuando duermo escucho una voz que me dice: “En el tejado de la calle el Toro nº 13, hay una planta, bajo ella se esconde una olla llena de monedas de oro”. Pero ya ve usted, yo prefiero ignorar el sueño, mire sino a qué le ha llevado a usted…
- ¿Calle el Toro 13?
El jiennense se despidió del zapatero apresuradamente y corrió a hacer su equipaje. Regresó a Jaén tan pronto como pudo y buscó en el tejado de su casa. Allí, efectivamente, crecía una cambronera. La arrancó y al hacerlo descubrió una gran olla que refulgía de tantas monedas de oro como contenía en su interior.
Desde aquel momento, el hombre supo que jamás deben desestimarse los sueños.
⭕️. (Por: Estefanía Jimenez. 2010)
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Cuenta la leyenda que hace muchos años vivía en la calle el Toro nº 13, en Jaén, un hombre que desde hacía algún tiempo venía teniendo el mismo sueño.
El pobre hombre pasaba los días inquieto, sin poder dejar de darle vueltas a la cabeza, rememorando cada minuto las palabras que escuchaba en su sueño: “Si a la calle Elvira vas, algo bueno encontrarás”.
-Sólo es un sueño estúpido- Se decía una y otra vez.
Pero a la noche, cuando cerraba sus ojos y su conciencia se sumergía en las brumas del sueño, las palabras volvían a resonar en su cabeza: “Si a la calle Elvira vas, algo bueno encontrarás”.
Así, noche tras noche, y su mente dando vueltas día tras día… Hasta que por fin decidió hacer algo al respecto.
Fue al Ayuntamiento de Jaén y pidió que le dijeran dónde se encontraba la calle Elvira.
-No tenemos calle Elvira en Jaén- le dijeron allí.
El hombre, abatido, se disponía a dejar el edificio cuando alguien le dijo:
- ¡Yo conozco una calle Elvira! Elvira… ¡Claro, eso está en Granada! Granada fue en otro tiempo Elvira y allí hay una calle con ese nombre.
El hombre no lo pensó demasiado pues abrigaba la esperanza de que todo aquello fuera obra del destino, así que partió cuanto antes hacia Granada.
No tardó en dar con la calle en cuestión, era imposible obviarla pues poseía un enorme arco que había sido en otro tiempo la puerta principal de la ciudad musulmana.
-Ya estoy aquí- Susurró al destino- Ahora tú decides.
Recorrió la calle un centenar de veces. Calle arriba…calle abajo… Lo devoró todo con los ojos ávidos, buscando cualquier indicio que lo guiara por el camino que su extraño sueño le había impuesto. Mas la noche comenzaba a caer y nada encontró.
Decidió permanecer allí algunos días. Una vez que se había decidido a actuar, le resultaba difícil abandonar. Pero cuando la semana tocaba a su fin, y su bolsa comenzaba a bajar, la desazón lo embargó.
- ¿Qué estoy haciendo aquí? ¿En qué momento me invadió la estupidez?
-Disculpe, señor- dijo alguien a su espalda- Soy zapatero, trabajo en aquel portal de allí y lo he visto recorrer esta calle cientos de veces. Toda una semana si no me equivoco. ¿Busca usted algo? ¿Puedo ayudarle yo?
-No, verá, supongo que usted pensará que estoy loco…
- ¡Adelante! –le animó el zapatero.
-Resulta que desde hace bastante tiempo ya, vengo teniendo el mismo sueño cada noche. Cierro los ojos y una voz me dice: “Si a la calle Elvira vas, algo bueno encontrarás”. Y aquí me tiene, dando vueltas como un tonto, persiguiendo un sueño.
-Sueños… -bufó el zapatero- No debe usted hacer caso a los sueños. Si yo le contara… Hace años que a mi me pasa algo parecido. Cuando duermo escucho una voz que me dice: “En el tejado de la calle el Toro nº 13, hay una planta, bajo ella se esconde una olla llena de monedas de oro”. Pero ya ve usted, yo prefiero ignorar el sueño, mire sino a qué le ha llevado a usted…
- ¿Calle el Toro 13?
El jiennense se despidió del zapatero apresuradamente y corrió a hacer su equipaje. Regresó a Jaén tan pronto como pudo y buscó en el tejado de su casa. Allí, efectivamente, crecía una cambronera. La arrancó y al hacerlo descubrió una gran olla que refulgía de tantas monedas de oro como contenía en su interior.
Desde aquel momento, el hombre supo que jamás deben desestimarse los sueños.