Aguas frías, aguas limpias. Por el hondo cañón excavado por el tiempo el río Gor discurre serpenteante y verde, repleto de vida. A la chita callando, camina, cansino, encajonado entre paredes de más de doscientos metros de hondura en algunos de sus tramos, desde la sierra que lleva su nombre hasta el Fardes, a quien convierte en poderoso antes de su acople con el Guadiana Menor, luego, este cederá sus aguas al Guadalquivir, patriarca de los ríos andaluces, para hacer aún más grande su señorío.
En lo alto de las paredes, en el cejo, allí donde se rompe el altiplano, dos pueblos de imagen simétrica se miran en un espejo invisible, tomando al río como eje: Las Viñas y Cenascuras. Los dos –un calco el uno del otro- formados por una sola calle. Una calle tranquila donde los lugareños hacen la rúa sin sobresaltos. Una calle larga y alineada de cuevas sucesivas todas mirando al río. Cuevas de faz encalada integradas en un paisaje donde la aséptica blancura azulada de sus fachadas convierte la sencillez de los habitáculos en dignidad para sus moradores. Los portones, azul cobalto, marrón albazano y verde carro, mayoritariamente. Algunos, resguardados del sol por alegres cortinas alpujarreñas de mil y un colores; otros, desnudos, contrastando, todos ellos, en armonía con la cal de las paredes. De vez en cuando, la cordada de cuevas se rompe para permitir que un corral se cuele entre la fila. Arriba en el llano, donde el terreno es árido: almendros, cereales y las blancas chimeneas de las cuevas. Abajo en la vega, donde la tierra es fértil: la visión idílica de la Andalucía de Machado, “campo, campo, campo, entre los olivos, los cortijos blancos”. En lo alto, en el cielo, donde el aire es puro: el gran teatro del mundo con atardeceres de ensueño y el espectáculo de las lágrimas de San Lorenzo anunciado en cartel para la primera quincena de agosto. Y enfrente, la aldea hermana saludando por la noche con sus luces titilantes como farolillos de belén. Las Viñas y Cenascuras, dos pueblos gemelos donde el trogloditismo es un hecho normal y cotidiano, donde hace seis mil años el hombre del neolítico allí decidió establecerse, para lo bueno y para lo malo, para vivir y para morir, pues muchos son los dólmenes y los restos arqueológicos que así lo atestiguan. Si pudiera, solo con palabras, hacer una foto del paraje bastaría con una equivalente a muchos megapíxeles: tranquilidad.
"LIBERTADES". II Parte. Última semana: Cenascuras. (Págs. 183/184).
En lo alto de las paredes, en el cejo, allí donde se rompe el altiplano, dos pueblos de imagen simétrica se miran en un espejo invisible, tomando al río como eje: Las Viñas y Cenascuras. Los dos –un calco el uno del otro- formados por una sola calle. Una calle tranquila donde los lugareños hacen la rúa sin sobresaltos. Una calle larga y alineada de cuevas sucesivas todas mirando al río. Cuevas de faz encalada integradas en un paisaje donde la aséptica blancura azulada de sus fachadas convierte la sencillez de los habitáculos en dignidad para sus moradores. Los portones, azul cobalto, marrón albazano y verde carro, mayoritariamente. Algunos, resguardados del sol por alegres cortinas alpujarreñas de mil y un colores; otros, desnudos, contrastando, todos ellos, en armonía con la cal de las paredes. De vez en cuando, la cordada de cuevas se rompe para permitir que un corral se cuele entre la fila. Arriba en el llano, donde el terreno es árido: almendros, cereales y las blancas chimeneas de las cuevas. Abajo en la vega, donde la tierra es fértil: la visión idílica de la Andalucía de Machado, “campo, campo, campo, entre los olivos, los cortijos blancos”. En lo alto, en el cielo, donde el aire es puro: el gran teatro del mundo con atardeceres de ensueño y el espectáculo de las lágrimas de San Lorenzo anunciado en cartel para la primera quincena de agosto. Y enfrente, la aldea hermana saludando por la noche con sus luces titilantes como farolillos de belén. Las Viñas y Cenascuras, dos pueblos gemelos donde el trogloditismo es un hecho normal y cotidiano, donde hace seis mil años el hombre del neolítico allí decidió establecerse, para lo bueno y para lo malo, para vivir y para morir, pues muchos son los dólmenes y los restos arqueológicos que así lo atestiguan. Si pudiera, solo con palabras, hacer una foto del paraje bastaría con una equivalente a muchos megapíxeles: tranquilidad.
"LIBERTADES". II Parte. Última semana: Cenascuras. (Págs. 183/184).