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LOS BALCONES: Segar a mano, a hoz, los cereales como el trigo y la...

Segar a mano, a hoz, los cereales como el trigo y la cebada era una tarea de una dureza incomparable, según me contaba mi padre. Yo no recuerdo haber visto en Gerindote segar a mano grandes extensiones, pero me lo contaron sus protagonistas, a quienes sí conocí.
Grandes jornaleros del pueblo como José, “Chirule”, Julián “Chispán” o Miguel, “Coneja”, entre otros muchos, me contaron que desde el amanecer hasta el anochecer, los campesinos se inclinaban sobre los campos, empuñando la hoz con manos encallecidas. Cada movimiento debía ser preciso, desgastante, y repetido miles de veces a lo largo de la jornada. El sol abrasador quemaba la piel y la espalda se resentía con cada tajo. Los dedos se llenaban de ampollas y las muñecas dolían de tanto esfuerzo. A pesar de la fatiga y el dolor, había que seguir adelante, conscientes de que el sustento del año dependía de aquellas largas y agotadoras jornadas. Los campos parecían interminables, y el viento levantaba nubes de polvo que se mezclaban con el sudor y el esfuerzo silencioso de los segadores. Cada atado de espigas representaba un pequeño triunfo en una lucha constante contra la naturaleza y el tiempo.