Parece que muchas veces la Vida pone a prueba los límites de nuestra paciencia y otros límites del pensamiento. En la tragedia de la traición, Dostoievski se pregunta:
¿Cómo pudiste soportar la idea de que le habías hecho un doloroso agujero en el pecho a alguien que te acompañaría durante toda su vida y seguir así sin importarte nada?
León Tolstoi continúa con una expresiva y melancólica proposición:
Señor, los que le traicionan son como si le cortaran los brazos. Usted puede perdónalos pero no puedes abrazarlos.
Interviene el filósofo de la palabra y la pluma, Gibran Khalil.
Su consejo: No exageres el amor y no exageres el cuidado y el anhelo.
Detrás de cada exageración hay una bofetada de decepción.
En cuanto al padrino de la inspiración y el pensamiento, Khaled Tawfiq, profundizó en describir la psicología del miedo cuando dijo aquello de:
Un niño iba corriendo hacia su madre para que lo abrazara; y recibió una bofetada para que dejara de llorar. ¡Qué decepción! Parece que en la desesperación perdemos aquello que nos guia por buen camino; y perdemos el norte.
Entonces, Fedor Dostoyevsky, volvió a terminar la conversación con un suspiro:
Lamentablemente señores, me robaron casi todo y luego les entregué el resto por mi propia voluntad.
¿Cómo pudiste soportar la idea de que le habías hecho un doloroso agujero en el pecho a alguien que te acompañaría durante toda su vida y seguir así sin importarte nada?
León Tolstoi continúa con una expresiva y melancólica proposición:
Señor, los que le traicionan son como si le cortaran los brazos. Usted puede perdónalos pero no puedes abrazarlos.
Interviene el filósofo de la palabra y la pluma, Gibran Khalil.
Su consejo: No exageres el amor y no exageres el cuidado y el anhelo.
Detrás de cada exageración hay una bofetada de decepción.
En cuanto al padrino de la inspiración y el pensamiento, Khaled Tawfiq, profundizó en describir la psicología del miedo cuando dijo aquello de:
Un niño iba corriendo hacia su madre para que lo abrazara; y recibió una bofetada para que dejara de llorar. ¡Qué decepción! Parece que en la desesperación perdemos aquello que nos guia por buen camino; y perdemos el norte.
Entonces, Fedor Dostoyevsky, volvió a terminar la conversación con un suspiro:
Lamentablemente señores, me robaron casi todo y luego les entregué el resto por mi propia voluntad.