Lo que tienen que procurar los habitantes de este bonito y alegre pueblo, es no dejar que les coloquen rascacielos o lo que denomino piojos adosados, que no hagan como en algunos pueblos de las Alpujarras, donde ya se han instalado, esos comederos de plástico con cebolla. Si tenéis el mismo corazón de los dos seres, a los que tanto quiero, ¡No os dejéis deslumbrar por el vil metal! Ese que todo lo que toca lo degenera. Si Dios me concede años de vida, aún en mi situación tras el cruel accidente, a Lugros iré. Reitero, conservarlo es el mayor de los tesoros, tener unos habitantes con el corazón de oro. Abrazos de la nieta y sobrina, de Joaquín y María Álvarez Alcaide. Teresa