La Plaza de la Iglesia Baja, es más que una plaza, es el desahogo y disfrute de la inmensa chiquillería, que en las tardes soleadas corretean disfrutando del gozo de la libertad y amistad, lástima de que en su entorno, no hubiese sitio idóneo para que los niños jugasen a la pelota, porque cuando lo hacen, a escondidillas ‘porque está prohibido’, todos los balonazos se los lleva la puerta lateral de la bonita Iglesia de Santa Ana, no sin nuestra lamentación, como ciudadano humilde de ‘a pié’, sino como persona que ha recibido una educación de respeto al prójimo y a todo aquello que se lo merece. Dios admira a los hombres de vergüenza y que además saben impartirla.