Hace muchísimos años un anciano muy sabio paseaba despacito por un
sendero que conducía a la pequeña aldea donde vivía. Iba cargado con un saco, y entre el peso y tanto andar, empezó a notar que sus piernas estaban cansadas y necesitaba reponer fuerzas.
Descubrió una arboleda donde daba la
sombra y decidió que ese era el lugar adecuado para hacer un alto en el
camino. Buscó el
árbol más frondoso, puso una esterilla a sus pies, se sentó en ella, y para estar más cómodo apoyó la espalda en el tronco
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