Algún día, cuando mis hijos sean suficientemente grandes para entender la lógica que motiva a las madres, les diré:
"Te amé lo suficiente, como para preguntarte a dónde ibas, con quién, y a qué hora regresarías a la
casa. Te amé lo suficiente, como para callarme y dejarte descubrir que tu nuevo y mejor
amigo era un patán. Te amé lo suficiente, como para dejarte ver mi ira, mi desilusión y mis lágrimas, pues los hijos también deben entender que no somos perfectas. Te amé lo suficiente, como para
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