Erase una vez un grano de arena que despertó en medio del océano sin recordar ni qué era ni de dónde venía. Una ola, o una corriente marina, lo habían arrancado del lugar de de donde provenía.
El grano de arena se sentía solo y triste, pues sólo veía
agua por todas partes y, aunque no podía verse a sí mismo, sentía que era diferente de aquel vasto entorno que lo rodeaba.
El agua, en ocasiones, se reía de él, y el resto de peces y criaturas marinas se mofaban de su presencia por ser diferente y
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