LA MADRASTRA
La segunda esposa de mi padre apareció un día con un kilo de caramelos y dos perros caniches. Mi hermana y yo la mirábamos aterrorizados, tanto nos habían hablado nuestros
amigos de lo malas que resultaban las madrastras, que ni siquiera le dijimos gracias.
Ella lejos de ofenderse sonrió y nunca más dejó de hacerlo.
Era una mujer bella, de cara maternal y cabellos oscuros.
Mi padre nos la presentó y sin preámbulos nos dijo que sería nuestra nueva madre. Yo era muy chico como para
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