EL
ÁRBOL DE LA EXPERIENCIA
Un buen padre, sintiendo que se acercaba su hora, deseó transmitir a su hijo lo que más apreciaba: el patrimonio de todas las experiencias adquiridas en el curso de su vida. Por eso, lo llamó a la cabecera de su cama y le dijo: «Hijo, cuando haya muerto, deseo que me cortes el dedo índice de la mano derecha y lo entierres en el
huerto. De esta manera, espero salvaguardar la propiedad mágica de un tesoro incomunicable y que deseo transmitirte». Dicho esto, cerró los ojos
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