EL
AGUA ENVENENADA
Un anciano muy religioso viajaba de un
monasterio a otro a lomos de una mula. El sol era tan implacable y el
camino tan largo, que sus fuerzas se debilitaron y acabó perdiendo el conocimiento hasta caerse de la montura. Justo en ese momento, pasaba por allí un bandolero tristemente célebre por sus muchas fechorías que, al verlo, se apiadó de él. El bandido lo cogió entre sus brazos y trató de darle un poco de agua para reanimarlo. De repente, el anciano volvió en sí y reconoció
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