LEYENDAS GRANAINAS. ya vamos por la Novena parte.
"El retrato de la princesa"
Día a día esperaba el príncipe el regreso del palomo, más todo en vano. Comenzó ya a acusarle de ingratitud, cuando cierta tarde, a la caída del sol, entró volando repentinamente el ave fidelisima en su habitación y expiró, cayendo a sus pies. La flecha de algún cruel cazador había atravesado su pecho. Con todo, había luchado con agonías de la muerte, hasta dejar cumplida su misión. Inclinose el príncipe ahogado de pena sobre aquel venerable mártir de la fidelidad, cuando notó que tenía una cadena de perlas alrededor de su cuello y pendiente de ella junto a las alas una miniatura esmaltada que representaba el retrato de una hermsossssima princesa en la flor de su juventud. Era, sin duda, la desconocida beldad del jardín, pero;
¿Quien era y dónde residía?
¿Había recibido el billete y enviaba en su lugar este retrato en señal de amorosa correspondiencia?
Desgraciadamente, la muerte del fiel palomo mensajero, dejaba envuelto este lance en el más profundo misterio.
El príncipe miraba absorto el precioso retrato hasta que sus ojos se arrasaron en lágrimas, lo llevaba a sus labios y lo estrechava contra su pecho, mirándole sin cesar con melancolíca ternura;
¡hermosa imagen!
no eres, ¡Ay! más que una imagen, y, sin embargo, tus tiernos ojos parecen que fijarse en mi, tus labios de rosa semejan querer infundirme valor.
¡Vanas ilusiones!..
¿no han mirado nunca del mismo modo a otro rival más afortunado que yo?
¿Donde podré yo encontrar en este mundo el original?
¿Quien sabe cuantos reinos y montañas nos separan y cuántas desgracias nos amenazaran?
¡.. Acaso en este mismo momento se verá rodeada de solicitos amantes, mientras que yo, triste prisionero en esta torre paso y pasaré mis días adorando una fantástica pintura...!
El príncipe Ahmed se decidió a tomar una resolución;
<< huiré de este palacio --dijo-- que me sirve de odiosa prisión, y peregrino de amor, buscaré a esa desconocida princesa por todo el mundo >>
El escaparse de la torre de día cuando todo el mundo se hallaba despierto, era bastante difícil, pero durante la noche el palacio no estaba muy bien guardado, pues nadie sospechaba en el príncipe un atrevimiento de esta clase, cuando siempre se había mostrado contento en ésta cautividad.
¿Y como guiarse para huir entre las tinieblas nocturnas, no conociendo el país?
se acordó entonces del búho, que, como salía a volar de noche, debía de conocer todos los vericuetos y pasos ocultos.
Fue, pues, a buscarle en su agujero y le interrogó a cerca de su conocimiento del país. Al oír esto, el búho le respondió dándose importancia;
"habéis de saber,
¡Oh, príncipe!, que nosotros los búhos somos una familia tan antigua como numerosa;
hemos decaído algo, pero poseemos todavía ruinosos castillos y palacios en toda España, no hay torre en la montaña, fortaleza en el reino ni antigua ciudadela en la población que no sirva de abrigo a algún hermano, tío o primo nuestro. Habiendo hecho un viaje para visitar a mis numerosos parientes, recorrí todos los rincones y escondrijos enterándome de camino de los sitios secretos del país "
Regocijose el príncipe de haber hallado al búho tan profundamente versado en topografía, y le informó, por último, en confianza de su tierna pasión y su proyectada fuga, rogándole al mismo tiempo que le sirviera de consejero.....
Fin de la novena parte.
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