Allí estaba... sentado, el anciano miraba a la nada...
Y el viejo lloró, y en su única lágrima expresó tanto, que me fue difícil acercarme a preguntarle, o siquiera consolarlo...
Por el frente de su
casa pasé mirándolo, al voltear su mirada la fijó en mi, le sonreí, lo saludé con un gesto, aunque no crucé la
calle... no me animé, no lo conocía y si bien entendí que en la mirada de aquella lágrima se mostraba una gran necesidad, seguí mi
camino, sin convencerme de estar haciendo lo correcto...
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