Un hombre muy sabio aceptó el regalo de un mago que le prometió que haría realidad dos de sus deseos. El primero de ellos fue visitar el infierno y, nada más llegar allí, vio a una multitud famélica sentada a una mesa repleta de todo tipo de apetitosos manjares. Pese a la buena apariencia y abundancia de los platos, los comensales tenían cara de hambrientos y sus rostros estaban demacrados. Para comer tenían que servirse de unos larguísimos palillos y, por más que estiraban... Si la gente nos oyera los pensamientos, pocos escaparíamos de estar encerrados por locos. El mejor medio de conservar los amigos es no pedirles ni deberles nada. Nadie puede convencer a otro que cambie. Cada uno de nosotros custodia una puerta del cambio que sólo puede abrirse desde adentro.'' La vida te lastima, te hiere, te atormenta, hasta que dejas tus caprichos y berrinches y agradeces respirar.