En una solitaria playa, una almeja se disponía a abrir sus conchas para refrescarse al sol cuando, de repente, una hambrienta gaviota que sobrevolaba la arena se abalanzó sin piedad sobre ella.
Sin embargo, la almeja fue tan rápida que se cerró de golpe, atrapando con su acción el pico del ave, que no paraba de intentar zafarse, moviendo sus alas aceleradamente.
– ¡Suéltame ya o morirás aquí derretida por el sol! –le dijo, muy rabiosa, la gaviota.
– ¿Yo, derretida?... La palabra una vez hablada, vuela y no torna. El agradecimiento es la parte principal de un hombre de bien. Al que juzgue mi camino, le presto mis zapatos...
Y que camine conmigo, que tropiece donde he tropezado y que se levante como me he levantado... El valor de la vida está en entender que tu familia no tiene precio, que tu salud es la verdadera riqueza y que tu tiempo vale oro.