Dos cerezos enamorados, nacidos distantes,
Se miraban sin poder tocarse.
Los vio una nube, que movida por la compasión,
Lloró del dolor y agitó sus hojas...
Pero no fue suficiente, los cerezos no se tocaron.
Los vió una tormenta, que movida por la compasión,
Gritó de dolor y agitó sus ramas...
Pero no fue suficiente, los cerezos no se tocaron.... Todo lo que escuchamos de día, solo sirve para hacernos apreciar más el silencio de la noche. La sangre nos hace parientes pero la lealtad nos convierte en familia. Cuando llega la noche, el mundo ralentiza su recorrido, las luces se apagan, las esperanzas se iluminan y se encienden los sueños. Si conociéramos el verdadero fondo de todo tendríamos compasión hasta de las estrellas.