Un hombre de unos 75 años viajaba en tren y aprovechaba el tiempo leyendo un libro...
A su lado, viajaba un joven universitario
que también leía un voluminoso libro de Ciencias...
De repente, el joven percibe que el libro que va leyendo el anciano es una Biblia y sin mucha ceremonia, le pregunta:
¿Usted todavía cree en ese libro lleno de fábulas y de cuentos?
-Sí por supuesto, le respondió el viejo,
pero éste no es un libro de cuentos
ni de fabulas, es la... Yo no creo en la edad. Todos los viejos llevan en los ojos un niño, y los niños a veces nos observan como ancianos profundos. Si supiéramos lo frágil que es nuestra existencia, viviríamos con más delicadeza. La bondad es preciosa, nunca habrá suficiente en nuestro mundo.