Hola a todos:
Excelente tarde la de este viernes 19 de febrero. Tarde tanto o más emotiva que algunos de los reencuentros que tienen lugar en el Diario de Patricia (hoy de Sandra Daviu) en Antena 3. Mi último recuerdo de Manolor, mi primo, se remonta a la época en que él callejeaba por Pedro Martínez con su cesta de mimbre al brazo, repleta de los exquisitos bollos de la Niña bonita. ¡Al rico bollo! Su voz era la de un adolescente, la de un muchachito en edad escolar. Su pregón diáfano, claro, luminoso, puro, con la pureza de alma de un niño, se le oía desde la distancia, propagada su voz por las características medioambientales de presión, temperatura, humedad... tan favorables al efecto en nuestra tierra pedromartinera. De este modo y a tan temprana edad, Manolor, se inició en el mundo del trabajo. Por la mañana le ganaba dos horas al horario escolar, con frío las más de las veces, y a la tarde, tras la salida de clase, cambiaba el tiempo de deberes escolares, del descanso necesario o de juegos imprescindibles por el de su ajetreada venta ambulante. La constancia en su labor, era una de sus grandes virtudes. Aunque recogiera chuzos de punta caídos de lo alto, Manolor, era fiel a su faena echándose diligentemente a la calle. ¡Al rico bollo!, resonaba de nuevo su vibrante y sonora voz. También en los estudios, Manolor, era tenaz pese y todo a su crítica edad de adolescente. Él tenía muy clara la importancia del aprendizaje. Pocas horas, ninguna, de asueto para una criatura que estaba naciendo al mundo. Nadie, absolutamente nadie -hay que decirlo si no alto sí claro- ha dado nada nunca jamás a un solo trabajador, éste se ha ganado su pan con el sudor de su frente, al contrario de otros que lo han hecho con el sudor del de enfrente... incluso con la explotación de los niños. Vuelvo, nuestro encuentro ha sido alegre, ameno; sentados ambos en la mesa de una cafetería, frente a un vaso de zumo él, ante una humeante taza de café yo, hemos charlado sin parar tratando de condensar en un estrecho paréntesis 42 años de vida. Se nos ha hecho tarde. Hemos salido lloviznando. Manolor me ha acercado a casa en su coche. Al llegar llovía a cántaros y así, bajo la lluvia, aún hemos dado una vuelta a la manzana envueltos en la conversación. Habriamos continuado, pero Angelines estaba ya preocupada. Si todo este festejo ha sido entre dos foreros imaginaos lo que va a ser este verano en el pueblo. ¡Que nadie se apee del carro! ¿Vale?
Un abrazo.
P/D He visto a Manolor más rejuvenecido y con unos kilillos menos que los que aparenta tener en la fotografía del Foro.
Excelente tarde la de este viernes 19 de febrero. Tarde tanto o más emotiva que algunos de los reencuentros que tienen lugar en el Diario de Patricia (hoy de Sandra Daviu) en Antena 3. Mi último recuerdo de Manolor, mi primo, se remonta a la época en que él callejeaba por Pedro Martínez con su cesta de mimbre al brazo, repleta de los exquisitos bollos de la Niña bonita. ¡Al rico bollo! Su voz era la de un adolescente, la de un muchachito en edad escolar. Su pregón diáfano, claro, luminoso, puro, con la pureza de alma de un niño, se le oía desde la distancia, propagada su voz por las características medioambientales de presión, temperatura, humedad... tan favorables al efecto en nuestra tierra pedromartinera. De este modo y a tan temprana edad, Manolor, se inició en el mundo del trabajo. Por la mañana le ganaba dos horas al horario escolar, con frío las más de las veces, y a la tarde, tras la salida de clase, cambiaba el tiempo de deberes escolares, del descanso necesario o de juegos imprescindibles por el de su ajetreada venta ambulante. La constancia en su labor, era una de sus grandes virtudes. Aunque recogiera chuzos de punta caídos de lo alto, Manolor, era fiel a su faena echándose diligentemente a la calle. ¡Al rico bollo!, resonaba de nuevo su vibrante y sonora voz. También en los estudios, Manolor, era tenaz pese y todo a su crítica edad de adolescente. Él tenía muy clara la importancia del aprendizaje. Pocas horas, ninguna, de asueto para una criatura que estaba naciendo al mundo. Nadie, absolutamente nadie -hay que decirlo si no alto sí claro- ha dado nada nunca jamás a un solo trabajador, éste se ha ganado su pan con el sudor de su frente, al contrario de otros que lo han hecho con el sudor del de enfrente... incluso con la explotación de los niños. Vuelvo, nuestro encuentro ha sido alegre, ameno; sentados ambos en la mesa de una cafetería, frente a un vaso de zumo él, ante una humeante taza de café yo, hemos charlado sin parar tratando de condensar en un estrecho paréntesis 42 años de vida. Se nos ha hecho tarde. Hemos salido lloviznando. Manolor me ha acercado a casa en su coche. Al llegar llovía a cántaros y así, bajo la lluvia, aún hemos dado una vuelta a la manzana envueltos en la conversación. Habriamos continuado, pero Angelines estaba ya preocupada. Si todo este festejo ha sido entre dos foreros imaginaos lo que va a ser este verano en el pueblo. ¡Que nadie se apee del carro! ¿Vale?
Un abrazo.
P/D He visto a Manolor más rejuvenecido y con unos kilillos menos que los que aparenta tener en la fotografía del Foro.