Hay que hablar de Pedro Martínez. de sus paisajes, de lo que sea, de aquello que no se la da importancia... Hoy os hablo yo de Peñalisa. Mañana, vosotros, de lo que sea de vuestro agrado.
De Peñalisa podríamos llenar cuadernos y cuardenos... Podríamos hablar de los distintos perfumes que se perciben desde Pozo Bajo a la Loma, desde el Cerro de la Coscoja a la "Pasaílla": Olor a retama, a tomillo aceitunero, a salvia... Enumerar todas las plantas aromáticas que hallamos a cada paso en Peñalisa sería tarea harto difícil.
Al caer de la flama
diurna, con la brisa,
la flor de la retama
de olores embalsama
Peñalisa...
En Peñalisa el alma halla paz, sosiego, hasta se escucha el silencio, roto éste, a veces, por el graznido de las rapaces....
Cuando la luz postrera
trae la blanda brisa
grazna el ave agorera
sobre una madriguera
en Peñalisa...
Madrugar, ver la salida del sol por el Mencal desde Peñalisa, es gratificante
Deja que te absorba la naturaleza,
deja que te empape la brisa
cuando la mañana se despereza
en Peñalisa...
Fui una tarde de Agosto a Peñalisa. Desde allí el pueblo no se ve. Esperaba ansioso la salida de los conejos de sus madrigueras para dispararles con el teleobjetivo de mi cámara. La noche, una noche sin luna, con sólo Júpiter allá arriba, cayó de improviso sobre mis espaldas. Las sombras avanzaban, me envolvían, me succioionaban... Hacía rato que el Cerro de la Coscoja se había tragado el sol. Silencio absoluto, roto a veces por el silbo de la lechuza o el ululato del buho. La brisa nocturna movía a intervalos las hojas de los olivos
y éstas emitían chasquidos quejumbrosos. El cementerio, del lado del sol naciente en el llano sobre el Tajo de las Zorreras, emitía como unas lucecitas pálidas que parecían elevarse en el aire. ¿Fuegos fatuos?, quizá luciérnagas. A mi espalda, la Cueva del Tieso, deshabitada, sin puerta, presentaba un umbral tenebroso. Me hallaba yo, no obstante, como en la gloria bendita envuelto en aquel ambiente tan peculiar contemplando la belleza de Júpiter y el cúmulo de estrellas de la Vía Láctea. Oi un gruñido remoto del lado de Pozo Bajo al que no presté atención. Demasiado entretenido estaba yo en mi actitud contemplativa de los cuerpos celestes... Aquellos gruñidos los percibía cada vez más cercanos y más intensos. hasta sentirlos a mi costado... ¡Qué horror! Hasta los pelillos del bigote se me pusieron de punta. Yo no sé si aquello tan monstruoso era un jabalí o un alma en pena. Lo que sí sé es que más que correr volé hacia la loma y descendí por la Umbría de los Sabas hasta el pueblo sin darme un respiro ni volver la vista atrás para nada. ¡Bichooooooo, casi me jala!. Jajajasjaja.
Un abrazo
De Peñalisa podríamos llenar cuadernos y cuardenos... Podríamos hablar de los distintos perfumes que se perciben desde Pozo Bajo a la Loma, desde el Cerro de la Coscoja a la "Pasaílla": Olor a retama, a tomillo aceitunero, a salvia... Enumerar todas las plantas aromáticas que hallamos a cada paso en Peñalisa sería tarea harto difícil.
Al caer de la flama
diurna, con la brisa,
la flor de la retama
de olores embalsama
Peñalisa...
En Peñalisa el alma halla paz, sosiego, hasta se escucha el silencio, roto éste, a veces, por el graznido de las rapaces....
Cuando la luz postrera
trae la blanda brisa
grazna el ave agorera
sobre una madriguera
en Peñalisa...
Madrugar, ver la salida del sol por el Mencal desde Peñalisa, es gratificante
Deja que te absorba la naturaleza,
deja que te empape la brisa
cuando la mañana se despereza
en Peñalisa...
Fui una tarde de Agosto a Peñalisa. Desde allí el pueblo no se ve. Esperaba ansioso la salida de los conejos de sus madrigueras para dispararles con el teleobjetivo de mi cámara. La noche, una noche sin luna, con sólo Júpiter allá arriba, cayó de improviso sobre mis espaldas. Las sombras avanzaban, me envolvían, me succioionaban... Hacía rato que el Cerro de la Coscoja se había tragado el sol. Silencio absoluto, roto a veces por el silbo de la lechuza o el ululato del buho. La brisa nocturna movía a intervalos las hojas de los olivos
y éstas emitían chasquidos quejumbrosos. El cementerio, del lado del sol naciente en el llano sobre el Tajo de las Zorreras, emitía como unas lucecitas pálidas que parecían elevarse en el aire. ¿Fuegos fatuos?, quizá luciérnagas. A mi espalda, la Cueva del Tieso, deshabitada, sin puerta, presentaba un umbral tenebroso. Me hallaba yo, no obstante, como en la gloria bendita envuelto en aquel ambiente tan peculiar contemplando la belleza de Júpiter y el cúmulo de estrellas de la Vía Láctea. Oi un gruñido remoto del lado de Pozo Bajo al que no presté atención. Demasiado entretenido estaba yo en mi actitud contemplativa de los cuerpos celestes... Aquellos gruñidos los percibía cada vez más cercanos y más intensos. hasta sentirlos a mi costado... ¡Qué horror! Hasta los pelillos del bigote se me pusieron de punta. Yo no sé si aquello tan monstruoso era un jabalí o un alma en pena. Lo que sí sé es que más que correr volé hacia la loma y descendí por la Umbría de los Sabas hasta el pueblo sin darme un respiro ni volver la vista atrás para nada. ¡Bichooooooo, casi me jala!. Jajajasjaja.
Un abrazo