DEMOCRACIA: DONDE LA CIUDADANIA HABLA
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En democracia, la acción política requiere de la palabra de todos, al menos debe contar con la posibilidad de que cada uno pueda decir su palabra. La desacralización del poder y la secularización de la vida pública que la democracia supone implican la participación no sólo en los mecanismos de decisión sobre las cuestiones que afectan a todos, sino también, y previamente, en el debate público a través del cual se configura la voluntad colectiva que luego se plasma a través del ejercicio del voto, sea directamente o sea a través de los representantes libremente elegidos. Si la participación en la vida pública de quienes se tratan recíprocamente como ciudadanos, sujetos de derechos que han de ser salvaguardados y que están llamados a ejercer, exige el reconocimiento del pluralismo de “pensamientos, ideas y opiniones” que han de poder expresarse y difundirse libremente “mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción”, como expresamente se recoge en el artículo 20.1 de nuestra Constitución de 1978, es además porque al disfrute de esa capacidad le acompaña la convicción de que no hay una verdad absoluta que pueda imponerse a todos
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En democracia, la acción política requiere de la palabra de todos, al menos debe contar con la posibilidad de que cada uno pueda decir su palabra. La desacralización del poder y la secularización de la vida pública que la democracia supone implican la participación no sólo en los mecanismos de decisión sobre las cuestiones que afectan a todos, sino también, y previamente, en el debate público a través del cual se configura la voluntad colectiva que luego se plasma a través del ejercicio del voto, sea directamente o sea a través de los representantes libremente elegidos. Si la participación en la vida pública de quienes se tratan recíprocamente como ciudadanos, sujetos de derechos que han de ser salvaguardados y que están llamados a ejercer, exige el reconocimiento del pluralismo de “pensamientos, ideas y opiniones” que han de poder expresarse y difundirse libremente “mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción”, como expresamente se recoge en el artículo 20.1 de nuestra Constitución de 1978, es además porque al disfrute de esa capacidad le acompaña la convicción de que no hay una verdad absoluta que pueda imponerse a todos