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PEDRO MARTINEZ: Cultura obrera y de barrio de Torre Romeu...

Cultura obrera y de barrio de Torre Romeu

La experiencia de los testigos nos permite aproximarnos a la forma en que varias identidades son compartidas: cultura obrera, cultura de barrio, procesos de conciencia e identidades colectivas. Es decir, más allá de una identidad nacional (o dos) y más allá de una identidad de clase, la gente se identifica y se reconoce a partir de otros parámetros.
La vida en las empresas, sobre todo para los hombres pero también por las mujeres solteras o viudas, es uno de los referentes principales de las relaciones sociales, junto con las relaciones que se dan dentro de las redes familiares y de parentesco. Todas ellas integradas en el marco general de la comunidad local, de barrio o de ciudad.
Así, constatamos dos realidades complementarias que conllevan dos niveles de integración. La identidad colectiva de la gente del barrio que va adquiriendo una conciencia ciudadana urbana, y la identidad de aquellas personas que toman un compromiso colectivo de reivindicación y participación política, social y / o laboral, en las fábricas, en los partidos políticos clandestinos o en las luchas sociales.
De la extrema dureza y la supervivencia de la década de los 50 se pasa en la década siguiente a la búsqueda de estrategias de mejora de la situación y al alivio progresivo de la realidad. Con una intensificación de la conciencia de clase y con la construcción de formas de organización informal y clandestina, se llega a una organización más institucionalizada, que se manifiesta, a pesar de la represión del franquismo, en protestas y movilizaciones.
La gente que ha ido conformando el barrio de Torre-Romeu ha resistido una situación de falta de los servicios más elementales, de incomodidades, de penurias en las viviendas y los inconvenientes de un lugar sin condiciones, gracias a las ayudas que entre ellas se han prestado, tanto desde el seno de la misma familia como entre la vecindad.
La situación de indefensión facilitaba una mayor relación de amistad entre vecinos y vecinas que puede ser recordada incluso con nostalgia.
"Teníamos la amistad del vecindario, no sé las cuatro casetas que estaban allí, pos nos cogieron mucho cariño. No sé, éramos como una familia, y parece que no, pero eso te hace mucho. Que sí era poca gente y bien avenidos ¡vaya a mí me hace muy...!. Allà antes, porque hoy en día no existe la amistad que había antes. Ni que hubieran sido castellanos, porque habían de todo, catalanes y castellanos, pero nos tomamos lo una amistad, que ya te digo, de familia. Hay veces que en una familia no te llevas mejor que yo y ellos. Como éramos pocos y no sé, ya te digo y de verdad nos gustaba estar allí! " 2
El barrio se va conformando y es percibido como un lugar bastante homogéneo de manera que las personas que residen tienen entre ellas pocas diferencias económicas y sociales. Por eso la Manuela 3, A pesar de los tráficos que tiene con el cuidado de las casas de sus hijos y del yerno, confiesa que le gusta vivir en Sabadell porque cree que, a diferencia de Pedro Martínez, en el barrio todas las personas son iguales.
"Aquí somos toos iguales, aquí no nos Podemos acero Unos más que Otros. Nosotros vivimos aquí en el Tibidabo y aquí nos hacemos toos iguales, Porque toos somos iguales. ¡Pero en el pueblo! Verá, verá, en el pueblo las mozuelas del alto del pueblo no se juntaban con nosotras las del hondo. ¡Vaya, je, je! ¡Eso que con un parecillo de mulos las antojaba ya que eran...! ".
Evidentemente en el seno de la clase obrera, en el seno del barrio de Torre Romeu, existen conflictos de relaciones entre las personas. La realidad de situaciones de extrema precariedad como el hecho de convivir más de una familia, o con otras personas no vinculadas familiarmente, en un espacio muy reducido, es una cuestión que facilita y agrava los conflictos.
Pero cada individuo o cada familia, puede usar los recursos existentes de manera diferente, e incluso percibir de manera diferente la condición social que no deja de ser, en la mayoría de los casos, muy parecido. Sin embargo, los testigos enseñan que usaron de forma similar los recursos que tenían, que en definitiva se limitaban, mayoritariamente, al propio trabajo y en las relaciones familiares, paisanas y vecinales. Se configuró así, a pesar de la diversidad de percepciones de la misma realidad, una clara homogeneidad cultural, en el sentido de poder caracterizar para el conjunto de la población del barrio en ese periodo, una semejante manera de relacionarse con la gente y el medio que les rodeaba y al sentirse formando parte de este lugar.
Además, algunas personas asumieron un compromiso con la colectividad, militante en partidos, sindicatos o trabajando en las asociaciones de vecinos y así incrementaron los contactos con gente de otros barrios, y nacida en Cataluña. Alcanzaron un mejor conocimiento de la realidad catalana y en consecuencia una mejor integración.
El momento político favoreció que conjuntamente gente venida de fuera y gente nacida en Cataluña se unieran en la lucha contra la dictadura ya favor de las libertades, la democracia y por reivindicaciones más básicas como los derechos sociales y unos barrios dignos.
El barrio de Torre Romeu, como afirma A. Castells de forma romántica, con los años se convirtió en un nido de revolucionarios. Lo cierto es que reivindicaciones de barrio, laborales y estrictamente políticas fueron protagonizadas por una buena parte de su población.
La cuestión laboral empezó a emerger en 1956 cuando se produjeron algunas huelgas en los ramos del textil y del metal. Se pedía un salario mínimo de setenta y cinco pesetas semanales.