Ofertas de luz y gas

PEDRO MARTINEZ: CRUCES DE MAYO EN GRANADA....

CRUCES DE MAYO EN GRANADA.

Origen de las Cruces de Mayo en Granada
En todas las sociedades antiguas del mundo se celebraba la llegada de la primavera con una fiesta, y muchos aseguran que las Cruces de Granada se remontan a un rito precristiano de este tipo.
Sin embargo, el origen de esta festividad se vincula al siglo XVII, cuando unos vecinos del barrio de San Lázaro realizaron una cruz de alabastro y se juntaron para celebrar el buen tiempo.
Hasta aquí se acercaron otros muchos vecinos a bailar y cantar, y así se cree que comenzaron las Cruces de Mayo en Granada, una costumbre que después se extendió al resto de barrios como el del Realejo y el del Albaicín.
Las Cruces de Mayo en Granada es una de las fiestas más importantes de esta ciudad, que se celebra cada año el 3 de mayo. Durante este día, así como el anterior y el posterior, las calles y patios se llenan de cruces adornadas con guirnaldas de flores, así como otros objetos de valor, y compiten para ver cuál es la más bonita.
La música inunda las calles y muchos granadinos se visten con los trajes de flamenco. Esta fiesta hay que vivirla callejeando, deteniéndose en cada cruz para apreciar la decoración que los vecinos han realizado con esmero y descansando en algunas de sus terrazas, mientras se disfruta del buen tiempo.

Aunque a lo largo del tiempo ha experimentado muchos vaivenes -casi desaparece a finales del siglo XIX-, a partir de 1964 la festividad renació con mucha fuerza, cuando el Ayuntamiento la reconoció como fiesta oficial.
Desde entonces se hizo muy famosa en toda España, y hoy es, junto con su Semana Santa y el Corpus Christi, un día muy importante para los granadinos.

Antiguamente la intención era honrar a la cruz con las mayores riquezas como símbolo de devoción, pero era también una forma de ostentación de las familias.
Entre las tradiciones más curiosas, destaca la colocación de un pero -así es como llaman los granadinos a las manzanas golden- clavado con una tijera, lo que significa que ninguna persona que pase por allí puede “poner un pero” a la decoración.
Además, en el pasado, junto a la cruz, se ponía un recipiente o plato donde los visitantes podían dejar una limosna si les había gustado el altar.