Según la leyenda, en un monasterio había un abad muy generoso. Jamás negaba alojamiento a nadie y siempre daba todo lo que tenía. Lo extraño del caso es que cuanto más daba, más próspero se volvía el monasterio.
Al morir el viejo abad, fue sustituido por otro de naturaleza totalmente opuesta. Era mezquino y muy poco generoso. Un día llegó un anciano al monasterio pidiendo alojamiento. Le contó al nuevo abad, que años atrás ya le habían acogido por una noche. El abad se negó a alojarlo, alegando que el monasterio ya no podía darse el lujo de ser tan hospitalario como antes.
Nuestra abadía ya no puede ofrecer pensión a los extraños como hacíamos cuando éramos más prósperos, porque ya nadie hace ofrendas para nuestra obra.
No me sorprende, dijo el anciano. Creo que se debe a que echaron a dos de los más importantes habitantes del monasterio.
No recuerdo que jamás hayamos hecho eso, respondió el abad desconcertado.
Sí que lo hicieron, replicó el anciano. Eran gemelos: uno se llamaba Dad y el otro Se os dará. Como echaron a Dad, Se os dará decidió irse también,
Al morir el viejo abad, fue sustituido por otro de naturaleza totalmente opuesta. Era mezquino y muy poco generoso. Un día llegó un anciano al monasterio pidiendo alojamiento. Le contó al nuevo abad, que años atrás ya le habían acogido por una noche. El abad se negó a alojarlo, alegando que el monasterio ya no podía darse el lujo de ser tan hospitalario como antes.
Nuestra abadía ya no puede ofrecer pensión a los extraños como hacíamos cuando éramos más prósperos, porque ya nadie hace ofrendas para nuestra obra.
No me sorprende, dijo el anciano. Creo que se debe a que echaron a dos de los más importantes habitantes del monasterio.
No recuerdo que jamás hayamos hecho eso, respondió el abad desconcertado.
Sí que lo hicieron, replicó el anciano. Eran gemelos: uno se llamaba Dad y el otro Se os dará. Como echaron a Dad, Se os dará decidió irse también,