Cuenta la leyenda que hace mucho tiempo, cuando los árabes gobernaban en el reino de Granada, reinaba en ella un Sultán llamado Mohamed "el zurdo" que se casó con una cautiva cristiana con la que tuvo tres hermosas hijas.
Preocupado por sus hijas el sultán consultó con un astrólogo para saber del futuro de las tres princesas, el cual le dijo que no tenía que preocuparse hasta que sus hijas no tuvieran edad de casarse, pero, llegado el momento las vigilara sin fiarse de nadie. El sultán, receloso, decidió vigilarlas desde niñas y las encerró en una torre de la Alhambra, eso sí con todos los lujos a su alcance y bajo la tutela de la nodriza Kadigan que las cuido desde que murió la madre.
Así pasaban los años, tranquila y dulcemente Zaida, la mayor, intrépida, curiosa y preguntona.
Zoraida, apasionada de la belleza, las flores, las joyas y todo aquello que resaltara su hermosura.
y Zorahaida, la menor, dulce, tímida y sensible.
Un día, vieron desde la torre la llegada de un grupo de soldados con un grupo de prisioneros cristianos e inmediatamente se prendaron de ellos.
La nodriza de las princesas se las arreglaba para que los prisioneros pasaran por delante de las ventanas de la torre y posteriormente concertaba citas entre ellos a escondidas del Sultán.
Así pasaban los meses hasta que un día las tres hermanas hablaron con la nodriza, querían hacerse cristianas y casarse con los prisioneros.
Kadigan, ayudada por el guardián de los tres cristianos preparó la fuga de las tres parejas. Pero la joven Zorahaida dudaba mucho, pues, aunque estaba muy enamorada del joven cristiano también respetaba profundamente a su padre y en el último momento no tuvo valor de abandonar la torre. Se dice, que después se arrepintió de su decisión de quedarse en la Alhambra mientras sus hermanas se casaban y vivían felices en la lejana Córdoba. Pasado no mucho tiempo murió de pena en la misma torre donde creció feliz con sus hermanas.
Cuenta la leyenda, que en la que hoy se conoce como la torre de las tres infantas habita el espíritu de la princesa Zorahaida, la más dulce de las tres princesas y que habitará allí por siempre hasta que un caballero cristiano venga a deshacer el hechizo.
Preocupado por sus hijas el sultán consultó con un astrólogo para saber del futuro de las tres princesas, el cual le dijo que no tenía que preocuparse hasta que sus hijas no tuvieran edad de casarse, pero, llegado el momento las vigilara sin fiarse de nadie. El sultán, receloso, decidió vigilarlas desde niñas y las encerró en una torre de la Alhambra, eso sí con todos los lujos a su alcance y bajo la tutela de la nodriza Kadigan que las cuido desde que murió la madre.
Así pasaban los años, tranquila y dulcemente Zaida, la mayor, intrépida, curiosa y preguntona.
Zoraida, apasionada de la belleza, las flores, las joyas y todo aquello que resaltara su hermosura.
y Zorahaida, la menor, dulce, tímida y sensible.
Un día, vieron desde la torre la llegada de un grupo de soldados con un grupo de prisioneros cristianos e inmediatamente se prendaron de ellos.
La nodriza de las princesas se las arreglaba para que los prisioneros pasaran por delante de las ventanas de la torre y posteriormente concertaba citas entre ellos a escondidas del Sultán.
Así pasaban los meses hasta que un día las tres hermanas hablaron con la nodriza, querían hacerse cristianas y casarse con los prisioneros.
Kadigan, ayudada por el guardián de los tres cristianos preparó la fuga de las tres parejas. Pero la joven Zorahaida dudaba mucho, pues, aunque estaba muy enamorada del joven cristiano también respetaba profundamente a su padre y en el último momento no tuvo valor de abandonar la torre. Se dice, que después se arrepintió de su decisión de quedarse en la Alhambra mientras sus hermanas se casaban y vivían felices en la lejana Córdoba. Pasado no mucho tiempo murió de pena en la misma torre donde creció feliz con sus hermanas.
Cuenta la leyenda, que en la que hoy se conoce como la torre de las tres infantas habita el espíritu de la princesa Zorahaida, la más dulce de las tres princesas y que habitará allí por siempre hasta que un caballero cristiano venga a deshacer el hechizo.