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PEDRO MARTINEZ: LA CASA DEL MIEDO...

LA CASA DEL MIEDO

La época de la dominación francesa en nuestra patria, presenta caracteres muy singulares. Una veces del espíritu de independencia se reflejaba en todos los sucesos que de ella se refieren, y otras, al amparo del fanatismos y la ciega credulidad de nuestros mayores, se burlaba la vigilancia de la autoridad, y en alguna ocasión se estafaba la Hacienda de la Nación, creyéndose de buena fe se cometía una acción honrada, defraudando el tesoro de los invasores.
Los monederos falsos abundaban en todas partes, y no era Granada la que menos gente de esta especie albergaba, a pesar de las severísimas órdenes del General Sebastiany, supremo gobernador de la ciudad.
Buena prueba de ello, es lo ocurrido en una vieja casa de la calle San Juan de los Reyes, en el mes de noviembre de 1809. Corrió por el vecindario la noticia de que aquella casa tenía miedo, y fue tal el que de todos se apoderó, que nadie se atrevió a vivirla, temeroso de hacer pacto con los espíritus infernales que habitaban.
Las tropas, la policía y los alguaciles de la ronda, hicieron mil y mil pesquisas, pero nada pudieron sacar en claro. Los diarios ruidos se repetían sin cesar, y en más de una noche los recelosos vecinos creyeron ver un fantasma de extraordinarias dimensiones, que llegando a la casa penetraba en ella, y con su entrada cesaban los ruidos.
Tales noticias llegaron a oídos de un famoso subteniente de granaderos franceses, llamado Doudenot, que deseoso de averiguar la verdad, y sin conocer nunca lo que era el temor, la tomó en alquiler y posesionándose de ella con su asistente, se dispuso a dar una abatida a aquellos espíritus invisibles. Los primeros días los paso tranquilos. El y su asistente eran mirados como héroes, y bendecidos por todos los habitantes de aquel barrio, que veía en ellos los ahuyentadores de los misteriosos habitantes de aquella casa.
Pero llegó un día, en que los militares, creyéndose ya seguros, abandonaron su continua vigilancia, y libando de lo lindo, se acostaron, seguros de pasar una noche muy tranquila. A poco los espíritus visitaron a los atrevidos franceses; hicieron con ellos mil herejías, y por la mañana, corriendo abandonaron aquella casa, sin poderse dar explicación de tan extraños sucesos.
Pocos días después se descubrió la verdad de todo lo ocurrido. Aquella casa daba albergue a una partida de monederos falsos, que ocupando los desvanes y el sótano de la misma, ahuyentaban a la policía y a todos los vecinos de aquellos sitios, valiéndose de mil patrañas, y haciendo de noche los más extraños ruidos. Uno de ellos disgustado en un reparto, denunció el hecho a las autoridades, a cambio de su perdón. La casa fue sorprendida; se cogieron los troqueles y algunos de los monederos que pagaron en la cárcel sus travesuras y delitos.
Sin embargo, ni para el militar francés ni para nadie, dejó aquel edificio de llamarse La casa del miedo, y aún con este nombre se conoce, a pesar de haber estado destinada a distintos usos, desde principios de este siglo, hasta nuestros días.