MIRADOR DE LINDARAJA
Ocupaba el trono de Granada el rey Jusuf Abul-Hegiag. Artista de corazón, aspiraba a seguir, como sus antepasados, embelleciendo sin cesar con nuevos primores el alcázar de la Alhambra. Fue el Augusto de Granada, y lo mismo reglamentó la pública instrucción, que la administración de su reino. Dado también, a la literatura, dedicó sus hermosos versos ó cassidas, a la hermosa Lindaraja, la más bella de sus mujeres, y al describirla, describió con tan vivos colores un mirador, o pabellón del palacio donde la suponía morando, que esta, embelesada con tan poética descripción, y recordando también un sueño que había tenido, rogó al Rey que le construyese un miradorigual al que describía, y el miradorfue construido, y la sala de las Dos Hermanas tuvo un delicioso balcón a la usanza árabe, que llevó el nombre de Mirador de Lindaraja, y que fue por decirlo así, el centinela de vista del palacio real para dominar todo el Albaicín y los cármenes de Dauro.
¿Quién es Lindaraja? ¿Cómo vino a poder del Rey?
Es un misterio que la fantasía de los árabes oscurece más y más, con una ciega credulidad en las transformaciones y mutación de personas.
Un día el rey Jusuf se paseaba por el pario de los Leones. Aún estaba adormecido con los encantos de la sultana Daimiel, su esposa, cuando una sombra le trastornó el juicio. Creyó ver una de las hadas del sétimo cielo. Aquella visión era una mujer hermosísima. No sabía su origen, ni sus padres. Conocía solo su nombre, Lindaraja, (piedra preciosa), y aseguraba, ser el destino del Rey.
Y lo fue en efecto.
Desde aquel momento olvidó todas las dichas amorosas que le proporcionara la Sultana, y las de su negra favorita Sarul-Noema. Hasta llegó a olvidarla: e hizo bien, puesto que Lindaraja no era otra que su predilecta, de quien tenía el hijo más querido, y que merced a los destinos del Altísimo, su negra tez se cambió por un blanco delicioso y así pudo el Rey con una nueva ilusión seguir disfrutando la dicha al lado de Lindaraja.
Embelesado gozaba Abul Hagiag de los encantos que le proporcionaba esta mujer, cuando recordando el deseo que en sueños concibiera de tener en su habitación predilecta un miradordelicioso, lo trazó en los planos del palacio, tal como su fantasía lo concibiera, y así fue edificado. El sueño se convirtió en realidad. Los primores del arte se amontonaron en aquella parte del alcázar, y el miradorllevó para siempre el nombre de su hermosa iniciadora.
Pero poco gozaron con la dicha de verlo construido. Los bandos civiles de Granada, tomando forma, y recabando como instrumento la celosa sultana Daimiel, hicieron que un día saliese el Rey para las ceremonias religiosas, y allí mismo, un loco, u hombre de Dios, como se le llamaba entre los árabes, le diese muerte en presencia de su pueblo. El asesino pagó con su vida, no solo el crimen, sino su celosa venganza. Era el eterno adorador de Lindaraja. Esta desapareció del palacio, dejando solo en él su nombre. Mohamed sucedió a su padre. Nadie volvió a hablar de Lindaraja, y solo después d mucho tiempo, la imaginación calenturienta de los árabes creía ver de noche desde el patio de los Leones, y en la sala de las Dos Hermanas, una mujer hermosísima, con un niño negro de la mano, que recorría todo el patio, y se encaminaba hacia la rauda. Eran Lindaraja y su hijo, que iban a reunirse con el infortunado monarca, a quién nunca pudieron olvidar.
Ocupaba el trono de Granada el rey Jusuf Abul-Hegiag. Artista de corazón, aspiraba a seguir, como sus antepasados, embelleciendo sin cesar con nuevos primores el alcázar de la Alhambra. Fue el Augusto de Granada, y lo mismo reglamentó la pública instrucción, que la administración de su reino. Dado también, a la literatura, dedicó sus hermosos versos ó cassidas, a la hermosa Lindaraja, la más bella de sus mujeres, y al describirla, describió con tan vivos colores un mirador, o pabellón del palacio donde la suponía morando, que esta, embelesada con tan poética descripción, y recordando también un sueño que había tenido, rogó al Rey que le construyese un miradorigual al que describía, y el miradorfue construido, y la sala de las Dos Hermanas tuvo un delicioso balcón a la usanza árabe, que llevó el nombre de Mirador de Lindaraja, y que fue por decirlo así, el centinela de vista del palacio real para dominar todo el Albaicín y los cármenes de Dauro.
¿Quién es Lindaraja? ¿Cómo vino a poder del Rey?
Es un misterio que la fantasía de los árabes oscurece más y más, con una ciega credulidad en las transformaciones y mutación de personas.
Un día el rey Jusuf se paseaba por el pario de los Leones. Aún estaba adormecido con los encantos de la sultana Daimiel, su esposa, cuando una sombra le trastornó el juicio. Creyó ver una de las hadas del sétimo cielo. Aquella visión era una mujer hermosísima. No sabía su origen, ni sus padres. Conocía solo su nombre, Lindaraja, (piedra preciosa), y aseguraba, ser el destino del Rey.
Y lo fue en efecto.
Desde aquel momento olvidó todas las dichas amorosas que le proporcionara la Sultana, y las de su negra favorita Sarul-Noema. Hasta llegó a olvidarla: e hizo bien, puesto que Lindaraja no era otra que su predilecta, de quien tenía el hijo más querido, y que merced a los destinos del Altísimo, su negra tez se cambió por un blanco delicioso y así pudo el Rey con una nueva ilusión seguir disfrutando la dicha al lado de Lindaraja.
Embelesado gozaba Abul Hagiag de los encantos que le proporcionaba esta mujer, cuando recordando el deseo que en sueños concibiera de tener en su habitación predilecta un miradordelicioso, lo trazó en los planos del palacio, tal como su fantasía lo concibiera, y así fue edificado. El sueño se convirtió en realidad. Los primores del arte se amontonaron en aquella parte del alcázar, y el miradorllevó para siempre el nombre de su hermosa iniciadora.
Pero poco gozaron con la dicha de verlo construido. Los bandos civiles de Granada, tomando forma, y recabando como instrumento la celosa sultana Daimiel, hicieron que un día saliese el Rey para las ceremonias religiosas, y allí mismo, un loco, u hombre de Dios, como se le llamaba entre los árabes, le diese muerte en presencia de su pueblo. El asesino pagó con su vida, no solo el crimen, sino su celosa venganza. Era el eterno adorador de Lindaraja. Esta desapareció del palacio, dejando solo en él su nombre. Mohamed sucedió a su padre. Nadie volvió a hablar de Lindaraja, y solo después d mucho tiempo, la imaginación calenturienta de los árabes creía ver de noche desde el patio de los Leones, y en la sala de las Dos Hermanas, una mujer hermosísima, con un niño negro de la mano, que recorría todo el patio, y se encaminaba hacia la rauda. Eran Lindaraja y su hijo, que iban a reunirse con el infortunado monarca, a quién nunca pudieron olvidar.