Mi familia y yo celebrábamos el cumpleaños de mi hermana. Un señor visiblemente mayor se sentó en la mesa de enfrente. No nos percatamos de su presencia hasta que Dylan, uno de los camareros, se arrodilló para ponerse a su altura. Oímos como el hombre se disculpaba con él. Al parecer, había olvidado el sonotone. Le contó que perdió la audición durante la guerra. Dylan le escuchaba con toda su atención.
Tras contarle la historia, el hombre se disculpó por hablar demasiado. “Perdóname joven, hoy cumplo 91 años, estoy mayor y solo, no estoy acostumbrado a tener a alguien con quien hablar” dijo. Dylan sonrío y le contestó que disfrutaba mucho escuchándole.
Después de vivir esa escena, mi familia quiso invitar al hombre. Se lo comentamos a Dylan. “Me temo que se os han adelantado” dijo Dylan. Un hombre que se sentaba a nuestro lado había estado observando la escena y pagado por su cuenta.
Cuando terminaba el postre, Dylan volvió y le dijo que estaba en su descanso. Le pidió permiso para sentarse con él. El hombre, encantado, accedió.
Mi familia y yo salimos del bar dejando atrás a esta pareja de amigos charlando sin parar. A su alrededor, sonrisas y miradas cómplices entre los clientes del local.
Escúchales
Tras contarle la historia, el hombre se disculpó por hablar demasiado. “Perdóname joven, hoy cumplo 91 años, estoy mayor y solo, no estoy acostumbrado a tener a alguien con quien hablar” dijo. Dylan sonrío y le contestó que disfrutaba mucho escuchándole.
Después de vivir esa escena, mi familia quiso invitar al hombre. Se lo comentamos a Dylan. “Me temo que se os han adelantado” dijo Dylan. Un hombre que se sentaba a nuestro lado había estado observando la escena y pagado por su cuenta.
Cuando terminaba el postre, Dylan volvió y le dijo que estaba en su descanso. Le pidió permiso para sentarse con él. El hombre, encantado, accedió.
Mi familia y yo salimos del bar dejando atrás a esta pareja de amigos charlando sin parar. A su alrededor, sonrisas y miradas cómplices entre los clientes del local.
Escúchales