Leyendas e Historias de mi Albaicin
Esta leyenda nos remonta hasta la época en la que Boabdil se vió obligado a abandonar Granada trás la victoria cristiana, marchando a África con su séquito de hombres leales, sus allegados más fieles se exiliaron con él, sin embargo existía una parte de habitantes que optaron por quedarse en Granada "combirtiéndose" al cristianismo para no tener que abandonar su hogar.
Entre ese séquito que se exilió con el "Rey chico" se encontraba su mano derecha, Audallah, fiel guerrero de la tribu de los Gómerez, el cual tuvo que dejar en la ciudad a su amada Leila, la bella doncella no abandonó la ciudad de la Alhambra para permanecer junto a su padre que prefería acabar sus días en su palacio nazarí.
Desde la partida de su amado, Leila pasaba los días llorando en la ventana de su casa del Albaicin, en medio de la cual había una columna de mármol blanco, contemplando el horizonte por donde su amado desapareció junto a la comitiva real.
Cabizbaja, indiferente, triste así pasó Leila todo un año hasta que una mañana descubrió que una pareja de amorosas golondrinas había anidado en una oquedad de la columna. Al observarlas descubrió que uno de esos pájaros llevaba anudado al cuello una cinta, que rápidamente reconoció como parte de la vestimenta de Audallah. Esperó a la noche y cuando la golondrina estuvo dormida le desató la cinta leyendo un mensaje que había en ella: "La ausencia mata pero siempre aguardo". Para Leila esto fue un soplo de esperanza y paciente espero al final del verano, fecha en la que las golondrinas migrarían... Fue entonces cuando colocó en una de ellas una cinta con otro mensaje: "Esperar es vivir".
De nuevo llegó la primavera y la pareja de golondrinas volvió a la columna, una depresión invadió a la doncella cuando comprobó que está vez las aves no traían ninguna cinta con mensaje, fue entonces cuando Leila enfermó agobiada por la tristeza, llegando a preocupar a su familia al verla incluso cercana a la muerte.
Pero una mañana de primavera su pena terminó, Audallah apareció con todo su séquito confesándole que no podía vivir sin ella y que no le importaba cambiar su Fe para que pudiesen estar juntos, al tiempo que sacaba de sus bolsillos la cinta que Leila le ató al cuello a la golondrina.
Los enamorados vivieron juntos y felices desde entonces en aquel mismo palacio teniendo como lugar preferido la mítica columna de mármol que hoy en día aún, podemos observar en esa morisca casa del Albaicin.
Esta leyenda nos remonta hasta la época en la que Boabdil se vió obligado a abandonar Granada trás la victoria cristiana, marchando a África con su séquito de hombres leales, sus allegados más fieles se exiliaron con él, sin embargo existía una parte de habitantes que optaron por quedarse en Granada "combirtiéndose" al cristianismo para no tener que abandonar su hogar.
Entre ese séquito que se exilió con el "Rey chico" se encontraba su mano derecha, Audallah, fiel guerrero de la tribu de los Gómerez, el cual tuvo que dejar en la ciudad a su amada Leila, la bella doncella no abandonó la ciudad de la Alhambra para permanecer junto a su padre que prefería acabar sus días en su palacio nazarí.
Desde la partida de su amado, Leila pasaba los días llorando en la ventana de su casa del Albaicin, en medio de la cual había una columna de mármol blanco, contemplando el horizonte por donde su amado desapareció junto a la comitiva real.
Cabizbaja, indiferente, triste así pasó Leila todo un año hasta que una mañana descubrió que una pareja de amorosas golondrinas había anidado en una oquedad de la columna. Al observarlas descubrió que uno de esos pájaros llevaba anudado al cuello una cinta, que rápidamente reconoció como parte de la vestimenta de Audallah. Esperó a la noche y cuando la golondrina estuvo dormida le desató la cinta leyendo un mensaje que había en ella: "La ausencia mata pero siempre aguardo". Para Leila esto fue un soplo de esperanza y paciente espero al final del verano, fecha en la que las golondrinas migrarían... Fue entonces cuando colocó en una de ellas una cinta con otro mensaje: "Esperar es vivir".
De nuevo llegó la primavera y la pareja de golondrinas volvió a la columna, una depresión invadió a la doncella cuando comprobó que está vez las aves no traían ninguna cinta con mensaje, fue entonces cuando Leila enfermó agobiada por la tristeza, llegando a preocupar a su familia al verla incluso cercana a la muerte.
Pero una mañana de primavera su pena terminó, Audallah apareció con todo su séquito confesándole que no podía vivir sin ella y que no le importaba cambiar su Fe para que pudiesen estar juntos, al tiempo que sacaba de sus bolsillos la cinta que Leila le ató al cuello a la golondrina.
Los enamorados vivieron juntos y felices desde entonces en aquel mismo palacio teniendo como lugar preferido la mítica columna de mármol que hoy en día aún, podemos observar en esa morisca casa del Albaicin.