LEYENDAS GRANAINAS.... El Mago y La Hechicera 1ª. Parte.
Cuenta la leyenda, que hace algunos siglos, cuando aún ocupaba el trono del reino de Granada el rey Abén Habuz, cuyas hazañas, tal y como relatan las viejas crónicas de la época, no se inspiraban, por cierto, en nobles y honrados propósitos, sino qué, amargas lágrimas les costaban a sus débiles vecinos, los atropellos a que lo impulsaba su rapacidad.
Tal y como dice el refrán;
"el que siembra vientos recoge tempestades"
Porque aquel avaro rey, al llegar a esa edad en las fuerzas abandonan el cuerpo y el espíritu pide paz y tranquilidad, aquel rey, sólo cosechó continuos sobresaltos y angustiosos temores.
Los príncipes vecinos a los cuales había despojado de bienes y riquezas, enterados de que la vejez acechaba y abatía sus fuerzas, no tardaron en sublevarse y llevar a cabo ataques que aumentarán su miedo y zozobra.
La ubicación de la capital del reino, no era, por cierto, muy estratégica, ya que las altas montañas que la rodeaban, hacían casi imposible, establecer la proximidad de un ejército.
Éste favor que le dispensaba la naturaleza a sus enemigos, obligó a Abén Habuz a tomar extremas medidas de vigilancia.
Estableció vigilancia en los picos más altos y senderos practicables, que debían señalar por medio de hogueras, la proximidad de los atacantes para poder mandar inmediatamente los refuerzos necesarios, pero tales precauciónes no venían la audacia de los principes.
Cuando él rey recibía un aviso, sus adversarios, que habían avanzado por algún oculto paso, huían cargados de botín y prisioneros, esta situación agriaba día a día el fiero carácter de Abén Habuz.
Un atardecer, mientras examinaba el horizonte esperando ver surgir una de las tantas columnas de humo que señalaban la próximidad del enemigo, le fue anunciada la llegada a la corte de un sabio y viejo médico árabe, que quería proporcionarle algún remedio a sus males, llevado a su presencia, el visitante le causó una honda impresión, una larga barba le bajaba hasta la cintura, sus años no habían vencido su alta osamenta.
Venía caminando desde tierras lejanas, sin más arma y sosten, que su largo y grueso bastón, en el cual había grabado misteriosos símbolos.....
Fin de la 1ra parte.
Cuenta la leyenda, que hace algunos siglos, cuando aún ocupaba el trono del reino de Granada el rey Abén Habuz, cuyas hazañas, tal y como relatan las viejas crónicas de la época, no se inspiraban, por cierto, en nobles y honrados propósitos, sino qué, amargas lágrimas les costaban a sus débiles vecinos, los atropellos a que lo impulsaba su rapacidad.
Tal y como dice el refrán;
"el que siembra vientos recoge tempestades"
Porque aquel avaro rey, al llegar a esa edad en las fuerzas abandonan el cuerpo y el espíritu pide paz y tranquilidad, aquel rey, sólo cosechó continuos sobresaltos y angustiosos temores.
Los príncipes vecinos a los cuales había despojado de bienes y riquezas, enterados de que la vejez acechaba y abatía sus fuerzas, no tardaron en sublevarse y llevar a cabo ataques que aumentarán su miedo y zozobra.
La ubicación de la capital del reino, no era, por cierto, muy estratégica, ya que las altas montañas que la rodeaban, hacían casi imposible, establecer la proximidad de un ejército.
Éste favor que le dispensaba la naturaleza a sus enemigos, obligó a Abén Habuz a tomar extremas medidas de vigilancia.
Estableció vigilancia en los picos más altos y senderos practicables, que debían señalar por medio de hogueras, la proximidad de los atacantes para poder mandar inmediatamente los refuerzos necesarios, pero tales precauciónes no venían la audacia de los principes.
Cuando él rey recibía un aviso, sus adversarios, que habían avanzado por algún oculto paso, huían cargados de botín y prisioneros, esta situación agriaba día a día el fiero carácter de Abén Habuz.
Un atardecer, mientras examinaba el horizonte esperando ver surgir una de las tantas columnas de humo que señalaban la próximidad del enemigo, le fue anunciada la llegada a la corte de un sabio y viejo médico árabe, que quería proporcionarle algún remedio a sus males, llevado a su presencia, el visitante le causó una honda impresión, una larga barba le bajaba hasta la cintura, sus años no habían vencido su alta osamenta.
Venía caminando desde tierras lejanas, sin más arma y sosten, que su largo y grueso bastón, en el cual había grabado misteriosos símbolos.....
Fin de la 1ra parte.