Hay quienes dicen que las personas se conocen por casualidad y hay otras que creen que existe un hilo invisible que orienta estos encuentros. Tal y como se piensa en la cultura japonesa, la cual asegura que estamos predestinados unos con otros mediante un hilo rojo no visible a simple vista y atado a nuestros dedos meñiques. Este hilo nunca desaparece y permanece constantemente atado a sus dedos, a pesar del tiempo y la distancia. No importa lo que tardes en conocer a esa persona, ni importa el tiempo que pases sin verla, ni siquiera importa si vives en la otra punta del mundo: el hilo se estirará hasta el infinito pero nunca se romperá.
Su dueño es el destino.
Su dueño es el destino.