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PEDRO MARTINEZ: LEYENDAS GRANAINAS. El príncipe Al Kamel. Tercer capítulo....

El príncipe Al Kamel.
Segundo. Capítulo.

Por ese tiempo se efectuó un cambio en la manera de ser de nuestro príncipe, abandonó completamente los estudios y se aficionó a pasear por los jardines del Generalife y a meditar al lado de sus fuentes.
Había aprendido entre otras varias cosas, un poco de música, con la cual se deleitaba la mayor parte del día, así como también gustaba de la poesía.
El filosofo Eben Bonabben, se alarmó y trato de contrariar esas nuevas aficiónes explicándole un severo curso de álgebra;
pero en regio mozo no despertaba el más leve interés esta árida ciencia.

¡no la puedo soportar!
decía;
¡la aborrezco!
¡necesito algo que me hable al corazón!

El sabio Eben Bonabben movió su venerable cabeza al oír esas palabras.
¿Ya hemos dado al traste con la filosofía?--dijo en su interior--

¡El príncipe ya ha descubierto que tiene corazón!

Desde entonces, vigiló con anciedad a su pupilo, y veía que la latente ternura de su naturaleza estaba en actividad y que sólo necesitaba un objeto.
Vagaba Ahmed por los jardines del Generalife con cierta exaltación de sentimientos cuya causa él desconocía, unas veces se sentaba y se abismaba en deliciosos ensueños, otras pulsaba su laúd arrancandole las más sentimentales melodías, y después la arrojaba con despecho y comenzaba a suspirar y a prorrumpir en estrañas exclamaciones.
Poco a poco se fue manifestando su propensión al amor hasta con los objetos inanimados, tenía flores favoritas a las que acariciaba con tierna constancia, más tarde mostraba su cariñosa predilección por ciertos árboles, depositando su amorosa ternura en uno de forma graciosa y delicado ramaje, en cuya corteza grabó su nombre y sobre cuyas ramas colgaban guirnaldas, cantando canciones en su alabanza acimpasadas de los acentos de su laúd.
Eben Bonabben se alarmó ante el estado de excitacion de su pupilo, a quien veía en camino de aprender la vedada ciencia, pues la más pequeña cosa podría desvelarle el fatal secreto. Temblando por la salvación del príncipe y por la seguridad de su cabeza, se apresuró a apartarlo de los encantos del jardín y lo encerró en la torre más alta del Generalife. Contenía ésta lindos departamentos que dominaban un horizonte sin límites, si bien se hallaban, por lo elevados, fuera de aquella atmósfera de voluptuosidad y a distancia de aquellos risueños bosquesillos tan peligrosos para los sentimiento del impresionable Ahmed.
¿Que hacer para acostumbrarlo a esta soledad y para que no se consumiera por tan largas horas de fastidio?...

Fin del segundo capítulo

LEYENDAS GRANAINAS. El príncipe Al Kamel. Tercer capítulo.

El príncipe, ya había agotado toda clase de conocimientos amenos y en cuanto al álgebra, no había que hablarle de ella ni remotamente. Por fortuna, Eben Bonabben aprendió, cundo estaba en Egipto, aprendió el lenguaje de los pájaros con un rabino judío que lo había recibido a su vez en línea directa del sabio Salomón, cuyo conocimiento aprendió éste de la Reina de Saba. No bien le indicó ese estudio, cuando los ojos del príncipe se animaron repentinamente, aplicándose a esta ciencia tan con tal avidez, que pronto se hizo en ella tan docto como su maestro.
La torre del Generalife no fue ya en adelante sitio solitario, pues tenía ya amigos con quien conversar
La primera amistad que hizo fue con un cuervo que había fijado su nido en lo alto de las almenas, desde cuya altura se lanzaba en busca de presas. Con todo, el príncipe encontró poco que alabar en su contertulio, pues no era ni más ni menos que un pirata del aire, necio y fanfarrón, que sólo hablaba de rapiña, carnicería y de acciónes feroces.
Trabó después amistad con un búho, pajaro de aspecto filósofico, cabeza voluminosa y ojos inamovibles, que se pasaba todo el día graznando y dando cabezadas en un agujero de la pared, saliendo solamente a merodear por la noche.
Mostraba altas pretenciones de sabio, hablaba su poquito de astrología y de la luna conociendo algo de las artes mágicas, pero su principal afición era la metafísica, encontrando el príncipe más insoportables aún sus disquisiciones que las del mismo sabio Eben Bonabben.
Encontró después un murciélago que se pasaba todo el día agarrado de las patas en un rincón de la bóveda, y que sólo salía --como si dijeramos-- con con chinelas y gorro de dormir en cuanto anochecia. No tenía más que conocimientos a medias de todas las cosas, burlándose de lo que ignoraba y de lo que apenas conocía, aparentando no hallar placer en nada.
Había también una golondrina, de la cual quedó prendado el... al poco tiempo. Era muy habladora pero aturdida, bulliciosa, y siempre andaba volando y permanecía raras veces el tiempo suficiente para trabar conversación. Comprendió al fin que era muy superficial, que nada profundizaba y que quería conocer todo sin saber absolutamente lo más mínimo.
Tales eran los plumiferos amigos con quienes el príncipe tenía ocación de ejercitar el nuevo lenguaje que había aprendido, pues la torre era demaciado elevada para que otros pájaros pudieran frecuentarla.
Pronto se cansó de sus nuevas amistades, cuyos coloquios hablaban tan poco a la cabeza y poco al corazón, por lo cual poco a poco se fue tornando a su soledad...

Fin del tercer capítulo.
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
LEYENDAS GRANAINAS. El príncipe Al Kamel. Cuarta parte.

Pronto se cansó el príncipe de sus nuevas amistades, cuyos coloquios hablaban tan poco a la cabeza y nada al corazón, por lo cual, poco a poco se fue tornando a su soledad.
Pasó el invierno y tornó la primavera, con sus galas y su verdor, y con ella el tiempo feliz en que llegaron los pájaros para hacer sus exodos y empoyar los huevos.
De repente empezó a oírse en los bosques y jardines del Generalife un concierto general de dulces melodías, ... (ver texto completo)