El príncipe Al Kamel.
Segundo. Capítulo.
Por ese tiempo se efectuó un cambio en la manera de ser de nuestro príncipe, abandonó completamente los estudios y se aficionó a pasear por los jardines del Generalife y a meditar al lado de sus fuentes.
Había aprendido entre otras varias cosas, un poco de música, con la cual se deleitaba la mayor parte del día, así como también gustaba de la poesía.
El filosofo Eben Bonabben, se alarmó y trato de contrariar esas nuevas aficiónes explicándole un severo curso de álgebra;
pero en regio mozo no despertaba el más leve interés esta árida ciencia.
¡no la puedo soportar!
decía;
¡la aborrezco!
¡necesito algo que me hable al corazón!
El sabio Eben Bonabben movió su venerable cabeza al oír esas palabras.
¿Ya hemos dado al traste con la filosofía?--dijo en su interior--
¡El príncipe ya ha descubierto que tiene corazón!
Desde entonces, vigiló con anciedad a su pupilo, y veía que la latente ternura de su naturaleza estaba en actividad y que sólo necesitaba un objeto.
Vagaba Ahmed por los jardines del Generalife con cierta exaltación de sentimientos cuya causa él desconocía, unas veces se sentaba y se abismaba en deliciosos ensueños, otras pulsaba su laúd arrancandole las más sentimentales melodías, y después la arrojaba con despecho y comenzaba a suspirar y a prorrumpir en estrañas exclamaciones.
Poco a poco se fue manifestando su propensión al amor hasta con los objetos inanimados, tenía flores favoritas a las que acariciaba con tierna constancia, más tarde mostraba su cariñosa predilección por ciertos árboles, depositando su amorosa ternura en uno de forma graciosa y delicado ramaje, en cuya corteza grabó su nombre y sobre cuyas ramas colgaban guirnaldas, cantando canciones en su alabanza acimpasadas de los acentos de su laúd.
Eben Bonabben se alarmó ante el estado de excitacion de su pupilo, a quien veía en camino de aprender la vedada ciencia, pues la más pequeña cosa podría desvelarle el fatal secreto. Temblando por la salvación del príncipe y por la seguridad de su cabeza, se apresuró a apartarlo de los encantos del jardín y lo encerró en la torre más alta del Generalife. Contenía ésta lindos departamentos que dominaban un horizonte sin límites, si bien se hallaban, por lo elevados, fuera de aquella atmósfera de voluptuosidad y a distancia de aquellos risueños bosquesillos tan peligrosos para los sentimiento del impresionable Ahmed.
¿Que hacer para acostumbrarlo a esta soledad y para que no se consumiera por tan largas horas de fastidio?...
Fin del segundo capítulo
Segundo. Capítulo.
Por ese tiempo se efectuó un cambio en la manera de ser de nuestro príncipe, abandonó completamente los estudios y se aficionó a pasear por los jardines del Generalife y a meditar al lado de sus fuentes.
Había aprendido entre otras varias cosas, un poco de música, con la cual se deleitaba la mayor parte del día, así como también gustaba de la poesía.
El filosofo Eben Bonabben, se alarmó y trato de contrariar esas nuevas aficiónes explicándole un severo curso de álgebra;
pero en regio mozo no despertaba el más leve interés esta árida ciencia.
¡no la puedo soportar!
decía;
¡la aborrezco!
¡necesito algo que me hable al corazón!
El sabio Eben Bonabben movió su venerable cabeza al oír esas palabras.
¿Ya hemos dado al traste con la filosofía?--dijo en su interior--
¡El príncipe ya ha descubierto que tiene corazón!
Desde entonces, vigiló con anciedad a su pupilo, y veía que la latente ternura de su naturaleza estaba en actividad y que sólo necesitaba un objeto.
Vagaba Ahmed por los jardines del Generalife con cierta exaltación de sentimientos cuya causa él desconocía, unas veces se sentaba y se abismaba en deliciosos ensueños, otras pulsaba su laúd arrancandole las más sentimentales melodías, y después la arrojaba con despecho y comenzaba a suspirar y a prorrumpir en estrañas exclamaciones.
Poco a poco se fue manifestando su propensión al amor hasta con los objetos inanimados, tenía flores favoritas a las que acariciaba con tierna constancia, más tarde mostraba su cariñosa predilección por ciertos árboles, depositando su amorosa ternura en uno de forma graciosa y delicado ramaje, en cuya corteza grabó su nombre y sobre cuyas ramas colgaban guirnaldas, cantando canciones en su alabanza acimpasadas de los acentos de su laúd.
Eben Bonabben se alarmó ante el estado de excitacion de su pupilo, a quien veía en camino de aprender la vedada ciencia, pues la más pequeña cosa podría desvelarle el fatal secreto. Temblando por la salvación del príncipe y por la seguridad de su cabeza, se apresuró a apartarlo de los encantos del jardín y lo encerró en la torre más alta del Generalife. Contenía ésta lindos departamentos que dominaban un horizonte sin límites, si bien se hallaban, por lo elevados, fuera de aquella atmósfera de voluptuosidad y a distancia de aquellos risueños bosquesillos tan peligrosos para los sentimiento del impresionable Ahmed.
¿Que hacer para acostumbrarlo a esta soledad y para que no se consumiera por tan largas horas de fastidio?...
Fin del segundo capítulo
LEYENDAS GRANAINAS. El príncipe Al Kamel. Tercer capítulo.
El príncipe, ya había agotado toda clase de conocimientos amenos y en cuanto al álgebra, no había que hablarle de ella ni remotamente. Por fortuna, Eben Bonabben aprendió, cundo estaba en Egipto, aprendió el lenguaje de los pájaros con un rabino judío que lo había recibido a su vez en línea directa del sabio Salomón, cuyo conocimiento aprendió éste de la Reina de Saba. No bien le indicó ese estudio, cuando los ojos del príncipe se animaron repentinamente, aplicándose a esta ciencia tan con tal avidez, que pronto se hizo en ella tan docto como su maestro.
La torre del Generalife no fue ya en adelante sitio solitario, pues tenía ya amigos con quien conversar
La primera amistad que hizo fue con un cuervo que había fijado su nido en lo alto de las almenas, desde cuya altura se lanzaba en busca de presas. Con todo, el príncipe encontró poco que alabar en su contertulio, pues no era ni más ni menos que un pirata del aire, necio y fanfarrón, que sólo hablaba de rapiña, carnicería y de acciónes feroces.
Trabó después amistad con un búho, pajaro de aspecto filósofico, cabeza voluminosa y ojos inamovibles, que se pasaba todo el día graznando y dando cabezadas en un agujero de la pared, saliendo solamente a merodear por la noche.
Mostraba altas pretenciones de sabio, hablaba su poquito de astrología y de la luna conociendo algo de las artes mágicas, pero su principal afición era la metafísica, encontrando el príncipe más insoportables aún sus disquisiciones que las del mismo sabio Eben Bonabben.
Encontró después un murciélago que se pasaba todo el día agarrado de las patas en un rincón de la bóveda, y que sólo salía --como si dijeramos-- con con chinelas y gorro de dormir en cuanto anochecia. No tenía más que conocimientos a medias de todas las cosas, burlándose de lo que ignoraba y de lo que apenas conocía, aparentando no hallar placer en nada.
Había también una golondrina, de la cual quedó prendado el... al poco tiempo. Era muy habladora pero aturdida, bulliciosa, y siempre andaba volando y permanecía raras veces el tiempo suficiente para trabar conversación. Comprendió al fin que era muy superficial, que nada profundizaba y que quería conocer todo sin saber absolutamente lo más mínimo.
Tales eran los plumiferos amigos con quienes el príncipe tenía ocación de ejercitar el nuevo lenguaje que había aprendido, pues la torre era demaciado elevada para que otros pájaros pudieran frecuentarla.
Pronto se cansó de sus nuevas amistades, cuyos coloquios hablaban tan poco a la cabeza y poco al corazón, por lo cual poco a poco se fue tornando a su soledad...
Fin del tercer capítulo.
El príncipe, ya había agotado toda clase de conocimientos amenos y en cuanto al álgebra, no había que hablarle de ella ni remotamente. Por fortuna, Eben Bonabben aprendió, cundo estaba en Egipto, aprendió el lenguaje de los pájaros con un rabino judío que lo había recibido a su vez en línea directa del sabio Salomón, cuyo conocimiento aprendió éste de la Reina de Saba. No bien le indicó ese estudio, cuando los ojos del príncipe se animaron repentinamente, aplicándose a esta ciencia tan con tal avidez, que pronto se hizo en ella tan docto como su maestro.
La torre del Generalife no fue ya en adelante sitio solitario, pues tenía ya amigos con quien conversar
La primera amistad que hizo fue con un cuervo que había fijado su nido en lo alto de las almenas, desde cuya altura se lanzaba en busca de presas. Con todo, el príncipe encontró poco que alabar en su contertulio, pues no era ni más ni menos que un pirata del aire, necio y fanfarrón, que sólo hablaba de rapiña, carnicería y de acciónes feroces.
Trabó después amistad con un búho, pajaro de aspecto filósofico, cabeza voluminosa y ojos inamovibles, que se pasaba todo el día graznando y dando cabezadas en un agujero de la pared, saliendo solamente a merodear por la noche.
Mostraba altas pretenciones de sabio, hablaba su poquito de astrología y de la luna conociendo algo de las artes mágicas, pero su principal afición era la metafísica, encontrando el príncipe más insoportables aún sus disquisiciones que las del mismo sabio Eben Bonabben.
Encontró después un murciélago que se pasaba todo el día agarrado de las patas en un rincón de la bóveda, y que sólo salía --como si dijeramos-- con con chinelas y gorro de dormir en cuanto anochecia. No tenía más que conocimientos a medias de todas las cosas, burlándose de lo que ignoraba y de lo que apenas conocía, aparentando no hallar placer en nada.
Había también una golondrina, de la cual quedó prendado el... al poco tiempo. Era muy habladora pero aturdida, bulliciosa, y siempre andaba volando y permanecía raras veces el tiempo suficiente para trabar conversación. Comprendió al fin que era muy superficial, que nada profundizaba y que quería conocer todo sin saber absolutamente lo más mínimo.
Tales eran los plumiferos amigos con quienes el príncipe tenía ocación de ejercitar el nuevo lenguaje que había aprendido, pues la torre era demaciado elevada para que otros pájaros pudieran frecuentarla.
Pronto se cansó de sus nuevas amistades, cuyos coloquios hablaban tan poco a la cabeza y poco al corazón, por lo cual poco a poco se fue tornando a su soledad...
Fin del tercer capítulo.
LEYENDAS GRANAINAS. El príncipe Al Kamel. Cuarta parte.
Pronto se cansó el príncipe de sus nuevas amistades, cuyos coloquios hablaban tan poco a la cabeza y nada al corazón, por lo cual, poco a poco se fue tornando a su soledad.
Pasó el invierno y tornó la primavera, con sus galas y su verdor, y con ella el tiempo feliz en que llegaron los pájaros para hacer sus exodos y empoyar los huevos.
De repente empezó a oírse en los bosques y jardines del Generalife un concierto general de dulces melodías, que llegaron hasta los oídos del príncipe, encerrado aún en su solitaria torre. Por todas partes se da el mismo tema universal, amor!, amor! amor! cantado y contestado de mil poéticas maneras, y con mil diversas armonías y modulaciones. Escuchaba el príncipe silencioso y perplejo, y decía pemsativamente,
¿que será ese amor del que todo el mundo parece invadido, y del cual yo no se una palabra?
Trató de informarse de su amigo el cuervo, pero la grosera ave le contestó con desdén;
"debéis dirigiros a los pájaros vulgares y pacíficos de la tierra, que han nacido para ser presa de nosotros los principes del aire, mi ocupación es la guerra y mis delicias el pelear, y como guerrero nada se de eso que llaman amor "
El príncipe se apartó del disgustado y buscó al búho que estaba en su retiro,
" ¿Ésta es un ave --pensó-- de costumbres tranquilas y me dará la solución al enigma"
Preguntó, por lo tanto, al búho, que era ese amor que unisonamente cantaban todos los pájaros del bosque. No bien escuchó la pregunta el búho cuando, ofendido y con rostro serio le contestó;
" yo paso mis noches ocupado en estudiar, madurando de día en mi celda todo lo que he aprendido, por lo que toca a esos pájaros de que me habláis, ni los oigo ni los entiendo. Gracias a Allah no se cantar soy filósofo y no me ocupo de lo que se refiere al amor "
Entonces el príncipe se fijó en lo alto la bóveda, donde se hallaba agarrado con las patas su amigo el murciélago, y le hizo la misma pregunta.
El murciélago, frunció el hocico con aire de menosprecio y le dijo refunfuñando;
¿A qué turbais mi sueño de la mañana para hacerme una pregunta tan necia? yo no salgo hasta que oscurece, cuando todos los demás pájaros duermen ya, y nunca me meto en sus negocios. No soy ni ave ni animal terrestre, de lo que doy infinitas gracias a los cielos, he descubierto los defectos de unos y otros, y aborrezco desde al primero hasta el último. Para concluir, soy misántropo y nada se de ésto que llaman amor "
Como último recurso, se dirigió el príncipe a la golondrina, deteniendola cuando se encontraba revoloteando y describiendo círculos en lo alto de la torre.
La golondrina como de costumbre, estaba muy de prisa y no tenía tiempo para contestarle.
" bajo palabra de honor, fe dijo, tengo tantos negocios que evacuar y tantas ocupaciones que atender, que me faltan todos los días mil visitas que pagar y cien mil negocios que examinar, no quedándome ni un momento libre para dedicar a semejante bafatela, en una palabra, soy un ave de mundo y no entiendo lo qué es el amor
Y asi diciendo, voló la golondrina hacia el valle, perdiéndose de vista en un momento.....
Fin de la cuarta parte.
Pronto se cansó el príncipe de sus nuevas amistades, cuyos coloquios hablaban tan poco a la cabeza y nada al corazón, por lo cual, poco a poco se fue tornando a su soledad.
Pasó el invierno y tornó la primavera, con sus galas y su verdor, y con ella el tiempo feliz en que llegaron los pájaros para hacer sus exodos y empoyar los huevos.
De repente empezó a oírse en los bosques y jardines del Generalife un concierto general de dulces melodías, que llegaron hasta los oídos del príncipe, encerrado aún en su solitaria torre. Por todas partes se da el mismo tema universal, amor!, amor! amor! cantado y contestado de mil poéticas maneras, y con mil diversas armonías y modulaciones. Escuchaba el príncipe silencioso y perplejo, y decía pemsativamente,
¿que será ese amor del que todo el mundo parece invadido, y del cual yo no se una palabra?
Trató de informarse de su amigo el cuervo, pero la grosera ave le contestó con desdén;
"debéis dirigiros a los pájaros vulgares y pacíficos de la tierra, que han nacido para ser presa de nosotros los principes del aire, mi ocupación es la guerra y mis delicias el pelear, y como guerrero nada se de eso que llaman amor "
El príncipe se apartó del disgustado y buscó al búho que estaba en su retiro,
" ¿Ésta es un ave --pensó-- de costumbres tranquilas y me dará la solución al enigma"
Preguntó, por lo tanto, al búho, que era ese amor que unisonamente cantaban todos los pájaros del bosque. No bien escuchó la pregunta el búho cuando, ofendido y con rostro serio le contestó;
" yo paso mis noches ocupado en estudiar, madurando de día en mi celda todo lo que he aprendido, por lo que toca a esos pájaros de que me habláis, ni los oigo ni los entiendo. Gracias a Allah no se cantar soy filósofo y no me ocupo de lo que se refiere al amor "
Entonces el príncipe se fijó en lo alto la bóveda, donde se hallaba agarrado con las patas su amigo el murciélago, y le hizo la misma pregunta.
El murciélago, frunció el hocico con aire de menosprecio y le dijo refunfuñando;
¿A qué turbais mi sueño de la mañana para hacerme una pregunta tan necia? yo no salgo hasta que oscurece, cuando todos los demás pájaros duermen ya, y nunca me meto en sus negocios. No soy ni ave ni animal terrestre, de lo que doy infinitas gracias a los cielos, he descubierto los defectos de unos y otros, y aborrezco desde al primero hasta el último. Para concluir, soy misántropo y nada se de ésto que llaman amor "
Como último recurso, se dirigió el príncipe a la golondrina, deteniendola cuando se encontraba revoloteando y describiendo círculos en lo alto de la torre.
La golondrina como de costumbre, estaba muy de prisa y no tenía tiempo para contestarle.
" bajo palabra de honor, fe dijo, tengo tantos negocios que evacuar y tantas ocupaciones que atender, que me faltan todos los días mil visitas que pagar y cien mil negocios que examinar, no quedándome ni un momento libre para dedicar a semejante bafatela, en una palabra, soy un ave de mundo y no entiendo lo qué es el amor
Y asi diciendo, voló la golondrina hacia el valle, perdiéndose de vista en un momento.....
Fin de la cuarta parte.
LEYENDAS GRANAINAS... El príncipe Al Kamel.. Quinta parte.
Quedó el príncipe desasonado y perplejo tras las respuestas dadas por sus amigas las aves, pero estimulada cada vez más su curiosidad por la misma dificultad que tenía de poder satisfacerla. Hallándose de tal suerte, acertó al encontrar al guardián de la torre, el príncipe le salió al encuentro con anciedad y le dijo;
" ¡Oh, Eben Bonabben, vos me habéis enseñado la mayor parte de la sabiduría de la tierra, pero hay una cosa de la cual estoy en completa ignorancia y quiero que me la expliquéis"
Mi príncipe y señor no tiene más que preguntar, pues todo lo que encierra la limitada inteligencia de éste tu ciervo está a su disposición.
Decidme pues, profundisimo sabio;
¿Qué es eso que llaman amor?
Quedóse Eben Bonabben cómo si le hubiera caído un rayo a sus pies, tembló, se puso livido y le pareció que la "cabeza se le escapaba ya de los hombros"
¿Que cosa ha podido sugeriros semejante pregunta, mi querido príncipe?
¿Donde habéis aprendido esa vana palabra?
El príncipe le condujo a la ventana de la torre.
Escuchad caro maestro le dijo.
El sabio se volvió todo oídos, los ruiseñores de la selva cantaban a sus amantes que pisaban en los rosales de los floridos arbolillos y del espeso ramaje salía un himno melodioso sobre este, solo sonaba;
Amor ¡amor ¡amor!
¡Allah Akbar! exclamó el filósofo Eben Bonabben,
¿Quien pretenderá ocultar ese secreto al corazón del hombre, cuando hasta los mismos pájaros conspiran para revelarlo?
Entonces volviéndose a Ahmed le dijo;
"noble príncipe, cerrad vuestros ojos a esos cantos seductores y no abráis la inteligencia a esos conocimientos peligrosos, sabed que ese decantado amor, es la causa de la mitad de todos los males que afligen a la desdichada humanidad, el origen de sus amarguras y discordias entre amigos y hermanos, el engendra traiciones, asesinatos y guerras asoladoras, trae consigo cuidados y tristezas, va acompañado de días de inquietud y noches de insomnio marchita el alma y apaga la alegría de los pocos años y lleva consigo la pena de pesares y a una vejez prematura "
¡Allah os conserve, príncipe querido, en toda ignorancia de esa pasión que se llama amor!
Fin de la quinta parte.
Quedó el príncipe desasonado y perplejo tras las respuestas dadas por sus amigas las aves, pero estimulada cada vez más su curiosidad por la misma dificultad que tenía de poder satisfacerla. Hallándose de tal suerte, acertó al encontrar al guardián de la torre, el príncipe le salió al encuentro con anciedad y le dijo;
" ¡Oh, Eben Bonabben, vos me habéis enseñado la mayor parte de la sabiduría de la tierra, pero hay una cosa de la cual estoy en completa ignorancia y quiero que me la expliquéis"
Mi príncipe y señor no tiene más que preguntar, pues todo lo que encierra la limitada inteligencia de éste tu ciervo está a su disposición.
Decidme pues, profundisimo sabio;
¿Qué es eso que llaman amor?
Quedóse Eben Bonabben cómo si le hubiera caído un rayo a sus pies, tembló, se puso livido y le pareció que la "cabeza se le escapaba ya de los hombros"
¿Que cosa ha podido sugeriros semejante pregunta, mi querido príncipe?
¿Donde habéis aprendido esa vana palabra?
El príncipe le condujo a la ventana de la torre.
Escuchad caro maestro le dijo.
El sabio se volvió todo oídos, los ruiseñores de la selva cantaban a sus amantes que pisaban en los rosales de los floridos arbolillos y del espeso ramaje salía un himno melodioso sobre este, solo sonaba;
Amor ¡amor ¡amor!
¡Allah Akbar! exclamó el filósofo Eben Bonabben,
¿Quien pretenderá ocultar ese secreto al corazón del hombre, cuando hasta los mismos pájaros conspiran para revelarlo?
Entonces volviéndose a Ahmed le dijo;
"noble príncipe, cerrad vuestros ojos a esos cantos seductores y no abráis la inteligencia a esos conocimientos peligrosos, sabed que ese decantado amor, es la causa de la mitad de todos los males que afligen a la desdichada humanidad, el origen de sus amarguras y discordias entre amigos y hermanos, el engendra traiciones, asesinatos y guerras asoladoras, trae consigo cuidados y tristezas, va acompañado de días de inquietud y noches de insomnio marchita el alma y apaga la alegría de los pocos años y lleva consigo la pena de pesares y a una vejez prematura "
¡Allah os conserve, príncipe querido, en toda ignorancia de esa pasión que se llama amor!
Fin de la quinta parte.
LEYENDAS GRANAINAS.. El príncipe Al Kamel... Sexta parte.
...... Retirose el sabio Eben Bonabben aturdido, dejando al príncipe abismado en la más profunda perplejidad. En vano intentaba éste apartar tal idea de su imaginación, pues, persistía aquella sobreponiendose a sus pensamientos, atormentandole y deshaciéndole en vanas conjeturas.
"Seguramente --se decía así mismo al escuchar los armoniosos gorjeos de los pajarillos -- no hay tristeza en esos trinos, sino que, por el contrario, todo es ternura y regocijo, si el amor es la musa de tantas calamidades y odios,
¿Porqué estos pájaros están abatidos en la soledad o despedasandose los unos a los otros, y no que están revoloteando alegremente por entre los árboles y regocijándose juntos entre las flores? "
Hallándose cierta mañana recostado el príncipe en su lecho, meditando sobre tan inexorable materia, abierta la ventana de su cuarto para respirar la suave brisa de la mañana, que se elevaba saturada por la fragancia de los naranjos del valle del Río Dauro, dejándose oír débilmente los trinos de los ruiseñores, que seguían cantando sobre el mismo tema. Embebido y suspirando se hallaba nuestro regio cautivo, cuando he hay que oye un revoloteo por el aire, era un hermoso palomo que, perseguido por un gavilán, se entró por la ventana y cayó rendido al suelo, en tanto que su perseguidor, no pudiendo hacerlo presa se fue volando por las montañas.
Levantó el príncipe al ave fatigada, la acarició y abrigó en su seno. Luego que la hubo tranquilizado con sus halagos, la metió en una jaula de oro ofreciéndole con sus propias manos hermoso trigo blanco y agua cristalina. El pobre palomo, sin embargo, no quería comer y permanecía melancólico y triste, exhalando lastimeros quejidos.
¿Que te pasa? --le dijo-- Ahmed, ¿no tienes todo lo que puedes desear?
¡Ay, no! --le replicó el palomo-- me veo separado de mi amada compañera, y en la hermosa época de la primavera, época del amor!
¡Del amor!... --replicó Ahmed--. Ave querida,
¿podrías explicarne que es el amor?
¡Perfectamente príncipe mío!
" El amor es el tormento de uno, la felicidad de dos y la lucha e inemistad de tres;
es un encanto que atrae a dos seres y los une por irresistibles simpatias, haciéndolos felices cuando están juntos, pero desgraciados cuando están separados "
¿Acaso no existe un ser con quién tu te encuentres ligado por ese vínculo del amor?
Si, yo amo a mi anciano maestro Eben Bonabben más que a todos los demás seres, pero suele parecerme con frecuencia fastidioso, y me creo más feliz a veces sin su compañia.
No es ésa la simpatía que yo hablé, yo me refería al amor, el gran misterio y principio de la vida, al sueño exaltado de la juventud, a sombría delicia de la edad madura. Mira a tu alrededor, ¡oh, príncipe! y verás como en ésta deliciosa estación toda la naturaleza está respirando ese tierno amor. Cada ser tiene su compañero, el pajaro más insignificante canta a su pareja, hasta el mismo escarabajo corteja a su amante en el polvo, y aquellas mariposas que ves revoloteando por encima de la torre y jugando en el aire, todos son felices con su amor.
¡Ay, príncipe mío!
¿has malgastado los preciosos días de tu vida sin saber lo que era el amor?....
Fin de la sexta parte.
...... Retirose el sabio Eben Bonabben aturdido, dejando al príncipe abismado en la más profunda perplejidad. En vano intentaba éste apartar tal idea de su imaginación, pues, persistía aquella sobreponiendose a sus pensamientos, atormentandole y deshaciéndole en vanas conjeturas.
"Seguramente --se decía así mismo al escuchar los armoniosos gorjeos de los pajarillos -- no hay tristeza en esos trinos, sino que, por el contrario, todo es ternura y regocijo, si el amor es la musa de tantas calamidades y odios,
¿Porqué estos pájaros están abatidos en la soledad o despedasandose los unos a los otros, y no que están revoloteando alegremente por entre los árboles y regocijándose juntos entre las flores? "
Hallándose cierta mañana recostado el príncipe en su lecho, meditando sobre tan inexorable materia, abierta la ventana de su cuarto para respirar la suave brisa de la mañana, que se elevaba saturada por la fragancia de los naranjos del valle del Río Dauro, dejándose oír débilmente los trinos de los ruiseñores, que seguían cantando sobre el mismo tema. Embebido y suspirando se hallaba nuestro regio cautivo, cuando he hay que oye un revoloteo por el aire, era un hermoso palomo que, perseguido por un gavilán, se entró por la ventana y cayó rendido al suelo, en tanto que su perseguidor, no pudiendo hacerlo presa se fue volando por las montañas.
Levantó el príncipe al ave fatigada, la acarició y abrigó en su seno. Luego que la hubo tranquilizado con sus halagos, la metió en una jaula de oro ofreciéndole con sus propias manos hermoso trigo blanco y agua cristalina. El pobre palomo, sin embargo, no quería comer y permanecía melancólico y triste, exhalando lastimeros quejidos.
¿Que te pasa? --le dijo-- Ahmed, ¿no tienes todo lo que puedes desear?
¡Ay, no! --le replicó el palomo-- me veo separado de mi amada compañera, y en la hermosa época de la primavera, época del amor!
¡Del amor!... --replicó Ahmed--. Ave querida,
¿podrías explicarne que es el amor?
¡Perfectamente príncipe mío!
" El amor es el tormento de uno, la felicidad de dos y la lucha e inemistad de tres;
es un encanto que atrae a dos seres y los une por irresistibles simpatias, haciéndolos felices cuando están juntos, pero desgraciados cuando están separados "
¿Acaso no existe un ser con quién tu te encuentres ligado por ese vínculo del amor?
Si, yo amo a mi anciano maestro Eben Bonabben más que a todos los demás seres, pero suele parecerme con frecuencia fastidioso, y me creo más feliz a veces sin su compañia.
No es ésa la simpatía que yo hablé, yo me refería al amor, el gran misterio y principio de la vida, al sueño exaltado de la juventud, a sombría delicia de la edad madura. Mira a tu alrededor, ¡oh, príncipe! y verás como en ésta deliciosa estación toda la naturaleza está respirando ese tierno amor. Cada ser tiene su compañero, el pajaro más insignificante canta a su pareja, hasta el mismo escarabajo corteja a su amante en el polvo, y aquellas mariposas que ves revoloteando por encima de la torre y jugando en el aire, todos son felices con su amor.
¡Ay, príncipe mío!
¿has malgastado los preciosos días de tu vida sin saber lo que era el amor?....
Fin de la sexta parte.
LEYENDAS GRANAINAS. El príncipe Al Kamel... Séptima parte.
Preguntó el palomo;
¿no hay un gentil ser del otro sexo, una hermosa princesa, una enamorada dama, que haya cautivado tu corazón, que haya agitado tu pecho con un suave conjunto de agradables penas y de tiernos deseos?
Ya empiezo a comprender, dijo el príncipe suspirando, y he experimentado esa inquietud no pocas veces, pero sin saber la causa, más;
¿donde encontraría ese objeto tal y como tú me lo pintas, en esta espantosa soledad?
Prolongose algún tiempo más este coloquio, con lo que la primera lección que recibió el inexperto príncipe, fue del todo completa.
¡Ay, --dijo--,
¡si el amor es tal delicia y su interrupción tal amargura, no permita Allah que yo perturbe el regocijo de los que aman!
Y abriendo la jaula, sacó al palomo y, después de haberlo besado lo puso en la ventana dicuendole;
"vuela, ave feliz, y regocijate con tu amada compañera en los días de tu juventud primaveral,
¿Para qué te voy a tener prisionero en esta solitaria torre donde nunca podrá penetrar el amor?
El palomo agitó sus alas en señal de alegría, describió un círculo en el aire, y voló rápidamente hacia las floridas alamedas del Río Dauro.
Siguiole el príncipe con la vista, quedando después abismado en amargas reflexiones. El canto de los pájaros, que antes le deleitaba, ya le hacía más amarga su soledad.
¡Amor! ¡amor! ¡amor!
¡ah, pobre joven! ¡entonces conoció lo que significaban esos trinos!
Cuando vió al filósofo Eben Bonabben, sus ojos echaban chispas.
¿Por qué me habéis tenido en ésta abyecta ignorancia?
--le dijo duramente--
¿Por qué me habéis ocultado el gran misterio y principio de la vida, cuando lo sabe el más insignificante de los seres?
Observar cómo la naturaleza entera se entrega a estos sueños de delicias, y cómo todas las criaturas se regocijan con su compañera.
¡Éste, éste es el amor que yo quería conocer!
¿Porqué se me prohíbe gozar de él?
¿Porqué se me han deslizado los días de mi juventud sin saber nada acerca de tales delicias?
El sabio Eben Bonabben comprendió que era inútil toda reserva, pues el príncipe conocía ya la ciencia prohibida. Por lo tanto, le reveló las predicciónes que sobre él habían hecho los astrólogos y las precauciónes que se habían tomado en su educación para conjurar la desgracia pronosticada.
Y ahora, príncipe mío --añadió-- mi vida ésta en vuestras manos. En cuanto descubra vuestro severo padre que habéis aprendido al fin lo que es el amor, como estáis bajo mi tutela, sabed que mi cabeza tendrá que responder a vuestra ciencia....
Fin de la séptima parte.
Preguntó el palomo;
¿no hay un gentil ser del otro sexo, una hermosa princesa, una enamorada dama, que haya cautivado tu corazón, que haya agitado tu pecho con un suave conjunto de agradables penas y de tiernos deseos?
Ya empiezo a comprender, dijo el príncipe suspirando, y he experimentado esa inquietud no pocas veces, pero sin saber la causa, más;
¿donde encontraría ese objeto tal y como tú me lo pintas, en esta espantosa soledad?
Prolongose algún tiempo más este coloquio, con lo que la primera lección que recibió el inexperto príncipe, fue del todo completa.
¡Ay, --dijo--,
¡si el amor es tal delicia y su interrupción tal amargura, no permita Allah que yo perturbe el regocijo de los que aman!
Y abriendo la jaula, sacó al palomo y, después de haberlo besado lo puso en la ventana dicuendole;
"vuela, ave feliz, y regocijate con tu amada compañera en los días de tu juventud primaveral,
¿Para qué te voy a tener prisionero en esta solitaria torre donde nunca podrá penetrar el amor?
El palomo agitó sus alas en señal de alegría, describió un círculo en el aire, y voló rápidamente hacia las floridas alamedas del Río Dauro.
Siguiole el príncipe con la vista, quedando después abismado en amargas reflexiones. El canto de los pájaros, que antes le deleitaba, ya le hacía más amarga su soledad.
¡Amor! ¡amor! ¡amor!
¡ah, pobre joven! ¡entonces conoció lo que significaban esos trinos!
Cuando vió al filósofo Eben Bonabben, sus ojos echaban chispas.
¿Por qué me habéis tenido en ésta abyecta ignorancia?
--le dijo duramente--
¿Por qué me habéis ocultado el gran misterio y principio de la vida, cuando lo sabe el más insignificante de los seres?
Observar cómo la naturaleza entera se entrega a estos sueños de delicias, y cómo todas las criaturas se regocijan con su compañera.
¡Éste, éste es el amor que yo quería conocer!
¿Porqué se me prohíbe gozar de él?
¿Porqué se me han deslizado los días de mi juventud sin saber nada acerca de tales delicias?
El sabio Eben Bonabben comprendió que era inútil toda reserva, pues el príncipe conocía ya la ciencia prohibida. Por lo tanto, le reveló las predicciónes que sobre él habían hecho los astrólogos y las precauciónes que se habían tomado en su educación para conjurar la desgracia pronosticada.
Y ahora, príncipe mío --añadió-- mi vida ésta en vuestras manos. En cuanto descubra vuestro severo padre que habéis aprendido al fin lo que es el amor, como estáis bajo mi tutela, sabed que mi cabeza tendrá que responder a vuestra ciencia....
Fin de la séptima parte.
LEYENDAS GRANAINAS... El príncipe Al Kamel.. Octava parte.
"El Jardín de la Princesa "
El príncipe era tan razonable, a pesar de su corta edad, que escucho las reflexiones de su tutor sin oponer a ellas la más leve palabra. Además, como profesaba verdadero cariño a Eben Bonabben y no conocía todavía el amor más que teóricamente, consintió en sepultar en lo más hondo de su pecho lo que había aprendiendo antes de dar lugar a que peligrase la cabeza del filósofo.
Su discreción, sin embargo, tuvo que sufrir bien pronto una prueba más fuerte. Pocas mañanas después hayabase el príncipe meditando en los adarbes de la torre, cuando vió que venía cerniendose por los aires el palomo al que había dado la libertad, y se posaba confiadamente en sus hombros.
El príncipe lo acarició contra su pecho y le dirigió estas palabras;
"Ave dichosa que puedes volar con la rapidez que la mañana se extiende hacia las más lejanas regiones de la tierra;
¿Donde has estado desde que nos vimos por última vez?
En una tierra muy lejana, príncipe querido, de la cual te traigo felices nuevas como premio a mi libertad. En mi acompasado vuelo extendiendome por llanuras y montañas, y conforme iba cortando el aire, divisé debajo de mi un jardín rico en toda clase de flores y frutos. Junto a una verde pradera se precipitaba una limpia y hermosa corriente, y en el centro del jardín se elevaba un majestuoso palacio. Póseme sobre un árbol para descansar de mi fatigoso vuelo, y vi junto al césped de la ribera y por debajo de mi una lindisima princesa en la flor de su juventud y de su belleza, rodeada de sus doncellas y sirvientes tan jóvenes como ella que venía ciñiendo su frente con guirnaldas y coronas de flores, cuando, ¡ay! no había flor silvestre o de jardín que pudiera compararse con su belleza. Oculta en aquel retiro pasaba los días de su vida, pues el jardín se hallaba rodeado de elevadas murallas, no permitiéndose en él la entrada a ningún humano mortal.
Cuando vi a aquella hermosa doncella, tan pura e inocente de las cosas del mundo, dije para mí;
"he aquí el ser creado por el cielo para inspirar amor a mi príncipe bienhechor"
Éste relato del ave cariñosa, fue como un fuego que inflamó el corazón del contristado príncipe
: como que todo el amor latente hasta entonces en su alma encontraba súbitamente su anhelado objeto. Se sintió, pues, el noble príncipe vehementemente enamorado de la princesa, al punto le escribió una carta redactada en un lenguaje apasionadísimo, respirando el más ardiente amor y quejándose de la infausta prisión que le impedía ir en busca de ella, para postrarse rendido a sus pies. Añadió también poesías de conmovedora elocuencia, pues era poeta por naturaleza, y aún más entonces, inspirado por el amor. Puso la dirección de su billete de ésta forma;
"A la pena desconocida del príncipe cautivo Ahmed"
y por último, después de perfumarla con almizcle y rosas, se la entregó al palomo.
Parte fidelisimo mensajero -- le dijo-- vuela por montañas y valles, ríos y llanuras, no descanses en rama ni te poses sobre la tierra hasta que hayas entregado esta carta a la señora de mis pensamientos.
El palomo se elevó por los aires y, tomando vuelo, partió como una flecha en línea recta. El príncipe lo siguió con la vista hasta que no vio más un punto negro sobre las nubes, desapareciendo poco a poco tras las montañas....
Fin de la Octava parte.
"El Jardín de la Princesa "
El príncipe era tan razonable, a pesar de su corta edad, que escucho las reflexiones de su tutor sin oponer a ellas la más leve palabra. Además, como profesaba verdadero cariño a Eben Bonabben y no conocía todavía el amor más que teóricamente, consintió en sepultar en lo más hondo de su pecho lo que había aprendiendo antes de dar lugar a que peligrase la cabeza del filósofo.
Su discreción, sin embargo, tuvo que sufrir bien pronto una prueba más fuerte. Pocas mañanas después hayabase el príncipe meditando en los adarbes de la torre, cuando vió que venía cerniendose por los aires el palomo al que había dado la libertad, y se posaba confiadamente en sus hombros.
El príncipe lo acarició contra su pecho y le dirigió estas palabras;
"Ave dichosa que puedes volar con la rapidez que la mañana se extiende hacia las más lejanas regiones de la tierra;
¿Donde has estado desde que nos vimos por última vez?
En una tierra muy lejana, príncipe querido, de la cual te traigo felices nuevas como premio a mi libertad. En mi acompasado vuelo extendiendome por llanuras y montañas, y conforme iba cortando el aire, divisé debajo de mi un jardín rico en toda clase de flores y frutos. Junto a una verde pradera se precipitaba una limpia y hermosa corriente, y en el centro del jardín se elevaba un majestuoso palacio. Póseme sobre un árbol para descansar de mi fatigoso vuelo, y vi junto al césped de la ribera y por debajo de mi una lindisima princesa en la flor de su juventud y de su belleza, rodeada de sus doncellas y sirvientes tan jóvenes como ella que venía ciñiendo su frente con guirnaldas y coronas de flores, cuando, ¡ay! no había flor silvestre o de jardín que pudiera compararse con su belleza. Oculta en aquel retiro pasaba los días de su vida, pues el jardín se hallaba rodeado de elevadas murallas, no permitiéndose en él la entrada a ningún humano mortal.
Cuando vi a aquella hermosa doncella, tan pura e inocente de las cosas del mundo, dije para mí;
"he aquí el ser creado por el cielo para inspirar amor a mi príncipe bienhechor"
Éste relato del ave cariñosa, fue como un fuego que inflamó el corazón del contristado príncipe
: como que todo el amor latente hasta entonces en su alma encontraba súbitamente su anhelado objeto. Se sintió, pues, el noble príncipe vehementemente enamorado de la princesa, al punto le escribió una carta redactada en un lenguaje apasionadísimo, respirando el más ardiente amor y quejándose de la infausta prisión que le impedía ir en busca de ella, para postrarse rendido a sus pies. Añadió también poesías de conmovedora elocuencia, pues era poeta por naturaleza, y aún más entonces, inspirado por el amor. Puso la dirección de su billete de ésta forma;
"A la pena desconocida del príncipe cautivo Ahmed"
y por último, después de perfumarla con almizcle y rosas, se la entregó al palomo.
Parte fidelisimo mensajero -- le dijo-- vuela por montañas y valles, ríos y llanuras, no descanses en rama ni te poses sobre la tierra hasta que hayas entregado esta carta a la señora de mis pensamientos.
El palomo se elevó por los aires y, tomando vuelo, partió como una flecha en línea recta. El príncipe lo siguió con la vista hasta que no vio más un punto negro sobre las nubes, desapareciendo poco a poco tras las montañas....
Fin de la Octava parte.
LEYENDAS GRANAINAS. ya vamos por la Novena parte.
"El retrato de la princesa"
Día a día esperaba el príncipe el regreso del palomo, más todo en vano. Comenzó ya a acusarle de ingratitud, cuando cierta tarde, a la caída del sol, entró volando repentinamente el ave fidelisima en su habitación y expiró, cayendo a sus pies. La flecha de algún cruel cazador había atravesado su pecho. Con todo, había luchado con agonías de la muerte, hasta dejar cumplida su misión. Inclinose el príncipe ahogado de pena sobre aquel venerable mártir de la fidelidad, cuando notó que tenía una cadena de perlas alrededor de su cuello y pendiente de ella junto a las alas una miniatura esmaltada que representaba el retrato de una hermsossssima princesa en la flor de su juventud. Era, sin duda, la desconocida beldad del jardín, pero;
¿Quien era y dónde residía?
¿Había recibido el billete y enviaba en su lugar este retrato en señal de amorosa correspondiencia?
Desgraciadamente, la muerte del fiel palomo mensajero, dejaba envuelto este lance en el más profundo misterio.
El príncipe miraba absorto el precioso retrato hasta que sus ojos se arrasaron en lágrimas, lo llevaba a sus labios y lo estrechava contra su pecho, mirándole sin cesar con melancolíca ternura;
¡hermosa imagen!
no eres, ¡Ay! más que una imagen, y, sin embargo, tus tiernos ojos parecen que fijarse en mi, tus labios de rosa semejan querer infundirme valor.
¡Vanas ilusiones!..
¿no han mirado nunca del mismo modo a otro rival más afortunado que yo?
¿Donde podré yo encontrar en este mundo el original?
¿Quien sabe cuantos reinos y montañas nos separan y cuántas desgracias nos amenazaran?
¡.. Acaso en este mismo momento se verá rodeada de solicitos amantes, mientras que yo, triste prisionero en esta torre paso y pasaré mis días adorando una fantástica pintura...!
El príncipe Ahmed se decidió a tomar una resolución;
<< huiré de este palacio --dijo-- que me sirve de odiosa prisión, y peregrino de amor, buscaré a esa desconocida princesa por todo el mundo >>
El escaparse de la torre de día cuando todo el mundo se hallaba despierto, era bastante difícil, pero durante la noche el palacio no estaba muy bien guardado, pues nadie sospechaba en el príncipe un atrevimiento de esta clase, cuando siempre se había mostrado contento en ésta cautividad.
¿Y como guiarse para huir entre las tinieblas nocturnas, no conociendo el país?
se acordó entonces del búho, que, como salía a volar de noche, debía de conocer todos los vericuetos y pasos ocultos.
Fue, pues, a buscarle en su agujero y le interrogó a cerca de su conocimiento del país. Al oír esto, el búho le respondió dándose importancia;
"habéis de saber,
¡Oh, príncipe!, que nosotros los búhos somos una familia tan antigua como numerosa;
hemos decaído algo, pero poseemos todavía ruinosos castillos y palacios en toda España, no hay torre en la montaña, fortaleza en el reino ni antigua ciudadela en la población que no sirva de abrigo a algún hermano, tío o primo nuestro. Habiendo hecho un viaje para visitar a mis numerosos parientes, recorrí todos los rincones y escondrijos enterándome de camino de los sitios secretos del país "
Regocijose el príncipe de haber hallado al búho tan profundamente versado en topografía, y le informó, por último, en confianza de su tierna pasión y su proyectada fuga, rogándole al mismo tiempo que le sirviera de consejero.....
Fin de la novena parte.
"El retrato de la princesa"
Día a día esperaba el príncipe el regreso del palomo, más todo en vano. Comenzó ya a acusarle de ingratitud, cuando cierta tarde, a la caída del sol, entró volando repentinamente el ave fidelisima en su habitación y expiró, cayendo a sus pies. La flecha de algún cruel cazador había atravesado su pecho. Con todo, había luchado con agonías de la muerte, hasta dejar cumplida su misión. Inclinose el príncipe ahogado de pena sobre aquel venerable mártir de la fidelidad, cuando notó que tenía una cadena de perlas alrededor de su cuello y pendiente de ella junto a las alas una miniatura esmaltada que representaba el retrato de una hermsossssima princesa en la flor de su juventud. Era, sin duda, la desconocida beldad del jardín, pero;
¿Quien era y dónde residía?
¿Había recibido el billete y enviaba en su lugar este retrato en señal de amorosa correspondiencia?
Desgraciadamente, la muerte del fiel palomo mensajero, dejaba envuelto este lance en el más profundo misterio.
El príncipe miraba absorto el precioso retrato hasta que sus ojos se arrasaron en lágrimas, lo llevaba a sus labios y lo estrechava contra su pecho, mirándole sin cesar con melancolíca ternura;
¡hermosa imagen!
no eres, ¡Ay! más que una imagen, y, sin embargo, tus tiernos ojos parecen que fijarse en mi, tus labios de rosa semejan querer infundirme valor.
¡Vanas ilusiones!..
¿no han mirado nunca del mismo modo a otro rival más afortunado que yo?
¿Donde podré yo encontrar en este mundo el original?
¿Quien sabe cuantos reinos y montañas nos separan y cuántas desgracias nos amenazaran?
¡.. Acaso en este mismo momento se verá rodeada de solicitos amantes, mientras que yo, triste prisionero en esta torre paso y pasaré mis días adorando una fantástica pintura...!
El príncipe Ahmed se decidió a tomar una resolución;
<< huiré de este palacio --dijo-- que me sirve de odiosa prisión, y peregrino de amor, buscaré a esa desconocida princesa por todo el mundo >>
El escaparse de la torre de día cuando todo el mundo se hallaba despierto, era bastante difícil, pero durante la noche el palacio no estaba muy bien guardado, pues nadie sospechaba en el príncipe un atrevimiento de esta clase, cuando siempre se había mostrado contento en ésta cautividad.
¿Y como guiarse para huir entre las tinieblas nocturnas, no conociendo el país?
se acordó entonces del búho, que, como salía a volar de noche, debía de conocer todos los vericuetos y pasos ocultos.
Fue, pues, a buscarle en su agujero y le interrogó a cerca de su conocimiento del país. Al oír esto, el búho le respondió dándose importancia;
"habéis de saber,
¡Oh, príncipe!, que nosotros los búhos somos una familia tan antigua como numerosa;
hemos decaído algo, pero poseemos todavía ruinosos castillos y palacios en toda España, no hay torre en la montaña, fortaleza en el reino ni antigua ciudadela en la población que no sirva de abrigo a algún hermano, tío o primo nuestro. Habiendo hecho un viaje para visitar a mis numerosos parientes, recorrí todos los rincones y escondrijos enterándome de camino de los sitios secretos del país "
Regocijose el príncipe de haber hallado al búho tan profundamente versado en topografía, y le informó, por último, en confianza de su tierna pasión y su proyectada fuga, rogándole al mismo tiempo que le sirviera de consejero.....
Fin de la novena parte.
LEYENDAS GRANAINAS. El príncipe Al Kamel. Décima Parte.
"La fuga de Ahmed"
¡Andad noramala!
--le respondió el búho mostrándose --
¿Soy yo ave que deba ocuparme en amores?... ¿yo, que he consagrado mi vida a la meditación y a los astros?
--No os ofendais distinguido búho --
--le dijo el príncipe --
dejad por un tiempo de meditar en las estrellas y ayúdame en mi fuga, y os daré todo cuanto podáis apetecer.
Yo tengo todo cuanto necesito --le replicó el búho -- unos cuantos ratones son suficientes para mi frugal sustento, y este agujero me basta para mis estudios;
¿qué más puede desear un filósofo?
--Acordaos, ¡oh sapientisimo búho!,
qué meientras os pasáis la vida begetando en vuestra celda y observando la luna, todo vuestro tslenkento está perdido para el mundo
Algun día seré soberano y entonces os colocaré en un puesto de honor y dignidad.
El búho, aunque filósofo abtraido de las necesidades ordinarias de la vida, no estaba libre de ambicion, por lo qué aceptó, al fin, en huir con el príncipe, su viéndole de mentor y guía en su perenigracion.
Como los amantes ponen por obra prontamente sus planes de amor, el príncipe cogió sus alhajas y las escondió entre sus vestidos, destinandolas para los gastos del viaje, y aquella misma noche se descolgó con su ceñidor por el ajimez de la torre escalando las murallas exteriores del Generalife, y salvó las montañas antes del amanecer, guiado por el búho.
Deliberó después con su mentor la ruta más conveniente que debían tomar.
--Sí valiese mi parecer --le dijo el búho, yo os recomendaria que fuésemos a Sevilla, pues debéis de saber que fui allí a visitar, hace ya de ésto muchos años, a un búho tío mío, que gozaba de gran dignidad y poderío, el cual habitaba en un ángulo arruinado del Alcázar de aquella ciudad.
En mis salidas nocturnas a la población observé con frecuencia una luz que brillaba en una solitaria torre. Poseme entonces sobre el adarve y vi que procedía de la lámpara de un mago árabe a quien vi rodeado de sus libros mágicos, sosteniendo en el hombro a un viejo cuervo, su favorito que había traído de Egipto. Tengo relaciones con ese cuervo y a él le debo gran parte de la ciencia que poseo. El Mago murió mucho después, pero el cuervo habita todavía en la torre, pues sabido es que esas aves gozan de larga vida. Yo os aconsejo,
¡Oh, príncipe! que busquemos al cuervo, porque es un gran zahori y hechicero y conoce perfectamente la magia negra, por la que son tan renombrados los cuervos, especialmente los de Egipto.
Quedó el príncipe maravillado de la sabiduría que encerraba este consejo, y tomó, por lo tanto, dirección hacia Sevilla.
Caminaba sólo de noche para complacer a su compañero, descansando sólo de día en alguna tenebrosa caverna desmantelada torre, pues el búho conocía todos los escondrijos y guaridas y tenía verdadera pasión por las ruinas.
Al fin, cierta mañana al romper el día, llegaron a Sevilla, donde el búho que abirrecia el resplandor y el ruido de las calles, hizo alto cerca de las puertas de la ciudad, sentando sus reales en el hueco de un árbol....
Fin de la Décima Parte.
"La fuga de Ahmed"
¡Andad noramala!
--le respondió el búho mostrándose --
¿Soy yo ave que deba ocuparme en amores?... ¿yo, que he consagrado mi vida a la meditación y a los astros?
--No os ofendais distinguido búho --
--le dijo el príncipe --
dejad por un tiempo de meditar en las estrellas y ayúdame en mi fuga, y os daré todo cuanto podáis apetecer.
Yo tengo todo cuanto necesito --le replicó el búho -- unos cuantos ratones son suficientes para mi frugal sustento, y este agujero me basta para mis estudios;
¿qué más puede desear un filósofo?
--Acordaos, ¡oh sapientisimo búho!,
qué meientras os pasáis la vida begetando en vuestra celda y observando la luna, todo vuestro tslenkento está perdido para el mundo
Algun día seré soberano y entonces os colocaré en un puesto de honor y dignidad.
El búho, aunque filósofo abtraido de las necesidades ordinarias de la vida, no estaba libre de ambicion, por lo qué aceptó, al fin, en huir con el príncipe, su viéndole de mentor y guía en su perenigracion.
Como los amantes ponen por obra prontamente sus planes de amor, el príncipe cogió sus alhajas y las escondió entre sus vestidos, destinandolas para los gastos del viaje, y aquella misma noche se descolgó con su ceñidor por el ajimez de la torre escalando las murallas exteriores del Generalife, y salvó las montañas antes del amanecer, guiado por el búho.
Deliberó después con su mentor la ruta más conveniente que debían tomar.
--Sí valiese mi parecer --le dijo el búho, yo os recomendaria que fuésemos a Sevilla, pues debéis de saber que fui allí a visitar, hace ya de ésto muchos años, a un búho tío mío, que gozaba de gran dignidad y poderío, el cual habitaba en un ángulo arruinado del Alcázar de aquella ciudad.
En mis salidas nocturnas a la población observé con frecuencia una luz que brillaba en una solitaria torre. Poseme entonces sobre el adarve y vi que procedía de la lámpara de un mago árabe a quien vi rodeado de sus libros mágicos, sosteniendo en el hombro a un viejo cuervo, su favorito que había traído de Egipto. Tengo relaciones con ese cuervo y a él le debo gran parte de la ciencia que poseo. El Mago murió mucho después, pero el cuervo habita todavía en la torre, pues sabido es que esas aves gozan de larga vida. Yo os aconsejo,
¡Oh, príncipe! que busquemos al cuervo, porque es un gran zahori y hechicero y conoce perfectamente la magia negra, por la que son tan renombrados los cuervos, especialmente los de Egipto.
Quedó el príncipe maravillado de la sabiduría que encerraba este consejo, y tomó, por lo tanto, dirección hacia Sevilla.
Caminaba sólo de noche para complacer a su compañero, descansando sólo de día en alguna tenebrosa caverna desmantelada torre, pues el búho conocía todos los escondrijos y guaridas y tenía verdadera pasión por las ruinas.
Al fin, cierta mañana al romper el día, llegaron a Sevilla, donde el búho que abirrecia el resplandor y el ruido de las calles, hizo alto cerca de las puertas de la ciudad, sentando sus reales en el hueco de un árbol....
Fin de la Décima Parte.
LEYENDAS GRANAINAS. Ell príncipe Al Kamel. Decimo Primera parte.
"La torre mágica de Sevilla"
Pasó el príncipe la puerta y encontró al poco tiempo la torre mágica que sobresale por encima de las casas del mismo modo que una palmera se eleva sobre la arena del desierto, era, en resumen, la misma torre que existe actualmente conocida con el nombre de La Giralda, la famosa torre morisca de Sevilla.
El príncipe ascendió por una gran escalera de caracol a lo alto de la torre donde encontró al cabalistico cuervo, ave misteriosa con la cabeza encanecida y casi desplumado con una nube en un ojo que le hacia parecer un espectro, mirando con el que le quedaba un diagrama trabado sobre el pavimento.
Llégose el príncipe hasta él con el respeto y reverencia que inspiraban su venerable aspecto y sobrenatural sabiduría y le dujo;
--perdonad, ¡oh, ancianisimo y sabio cuervo mágico!, si interrumpo por un momento vuestros estudios, admiración del mundo entero, aquí tenéis delante a un "peregrino del amor", que desea pediros consejo para alcanzar el objeto de su pasión.
--decidme claramente, --le dijo el cuervo dirigiendole una mirada significativa-- si es que queréis consultar mi ciencia de zahori: si es eso, mostradme vuestra mano y dejadme descifrar las misteriosas líneas de la fortuna.
--Dispensado --le dijo el príncipe -- no vengo para conocer los decretos del destino, ocultos por Alá a la vista de los mortales, sino que, peregrino de amor, deseo solamente conocer la clave para encontrar el objeto de mi peregrinación.
-- ¿Con que se os presentan inconvenientes para encontrar el objeto de vuestra pasión en la seductora Andalucía? --le dijo el viejo cuervo mirándole con el único ojo que le quedaba-- pero..
¿Como diantres os halláis perplejo en un Sevilla, donde bailan zambra mil beldades de ojos negros bajo las capas de los naranjos?
Sonriose el príncipe oyendo hablar tan libremente al cínico cuervo, y le dijo con gravedad;
--Creedme, amigo mío, yo no persigo empresa tan inútil e innoble como me insinúa.
Las beldades de ojos negros de Andalucía que bailan bajo los naranjos del Guadalquivir no tienen que ver nada con mi aventura, yo busco a una princesa purísima, al original de éste retrato. Así, pues, os pido;
¡oh poderosisimo cuervo!,
si está al alcance de vuestra ciencia, de vuestra inteligencia o de vuestro arte el decirme dónde podré encontrarla.
El viejo cuervo se sintió herido ante la severa gravedad del Príncipe.
¿Que he de saber yo --le dijo el cuervo con sequedad-- de juventudes ni de bellezas?
yo solamente visito a los viejos y a los decrépitos, no a los vigorosos y jóvenes. Yo soy el precursor del destino, y mi misión es cantar los presagios de la muerte desde lo alto de las chimeneas. Batiendo mis alas junto a las ventanas de los que están enfermos.
Podéis ir, por tanto, a otra parte en busca de esas noticias relativas a vuestra bella desconocida.
¿Y donde ir a buscarla sino entre los hijos de la sabiduría, en el libro del destino?
Sabed qué soy un augusto príncipe influido por las estrellas y que me encuentro destinado a llevar a cabo una empresa misteriosa de la cual depende la suerte de vastos imperios.
Cuando él cuervo vío que era un asunto de importancia, en el cual influian las estrellas, cambió de tono y de ademanes y escucho con profundo interés la historia del príncipe, luego que éste concluyó su relato, le dijo;
....
Fin de la décimo primera parte.
"La torre mágica de Sevilla"
Pasó el príncipe la puerta y encontró al poco tiempo la torre mágica que sobresale por encima de las casas del mismo modo que una palmera se eleva sobre la arena del desierto, era, en resumen, la misma torre que existe actualmente conocida con el nombre de La Giralda, la famosa torre morisca de Sevilla.
El príncipe ascendió por una gran escalera de caracol a lo alto de la torre donde encontró al cabalistico cuervo, ave misteriosa con la cabeza encanecida y casi desplumado con una nube en un ojo que le hacia parecer un espectro, mirando con el que le quedaba un diagrama trabado sobre el pavimento.
Llégose el príncipe hasta él con el respeto y reverencia que inspiraban su venerable aspecto y sobrenatural sabiduría y le dujo;
--perdonad, ¡oh, ancianisimo y sabio cuervo mágico!, si interrumpo por un momento vuestros estudios, admiración del mundo entero, aquí tenéis delante a un "peregrino del amor", que desea pediros consejo para alcanzar el objeto de su pasión.
--decidme claramente, --le dijo el cuervo dirigiendole una mirada significativa-- si es que queréis consultar mi ciencia de zahori: si es eso, mostradme vuestra mano y dejadme descifrar las misteriosas líneas de la fortuna.
--Dispensado --le dijo el príncipe -- no vengo para conocer los decretos del destino, ocultos por Alá a la vista de los mortales, sino que, peregrino de amor, deseo solamente conocer la clave para encontrar el objeto de mi peregrinación.
-- ¿Con que se os presentan inconvenientes para encontrar el objeto de vuestra pasión en la seductora Andalucía? --le dijo el viejo cuervo mirándole con el único ojo que le quedaba-- pero..
¿Como diantres os halláis perplejo en un Sevilla, donde bailan zambra mil beldades de ojos negros bajo las capas de los naranjos?
Sonriose el príncipe oyendo hablar tan libremente al cínico cuervo, y le dijo con gravedad;
--Creedme, amigo mío, yo no persigo empresa tan inútil e innoble como me insinúa.
Las beldades de ojos negros de Andalucía que bailan bajo los naranjos del Guadalquivir no tienen que ver nada con mi aventura, yo busco a una princesa purísima, al original de éste retrato. Así, pues, os pido;
¡oh poderosisimo cuervo!,
si está al alcance de vuestra ciencia, de vuestra inteligencia o de vuestro arte el decirme dónde podré encontrarla.
El viejo cuervo se sintió herido ante la severa gravedad del Príncipe.
¿Que he de saber yo --le dijo el cuervo con sequedad-- de juventudes ni de bellezas?
yo solamente visito a los viejos y a los decrépitos, no a los vigorosos y jóvenes. Yo soy el precursor del destino, y mi misión es cantar los presagios de la muerte desde lo alto de las chimeneas. Batiendo mis alas junto a las ventanas de los que están enfermos.
Podéis ir, por tanto, a otra parte en busca de esas noticias relativas a vuestra bella desconocida.
¿Y donde ir a buscarla sino entre los hijos de la sabiduría, en el libro del destino?
Sabed qué soy un augusto príncipe influido por las estrellas y que me encuentro destinado a llevar a cabo una empresa misteriosa de la cual depende la suerte de vastos imperios.
Cuando él cuervo vío que era un asunto de importancia, en el cual influian las estrellas, cambió de tono y de ademanes y escucho con profundo interés la historia del príncipe, luego que éste concluyó su relato, le dijo;
....
Fin de la décimo primera parte.
LEYENDAS GRANAINAS El príncipe Al Kamel….Décima segunda parte.
... Luego de que este terminara su relato, el cuervo le dijo;
" por lo que toca a esa princesa, yo no puedo daros noticias, pues yo no acostumbro a volar por los jardines ni por las cámaras frecuentadas por damas, pero dirigid vuestros pasos a Córdoba, buscad la palmera del gran Abderraman, que está en el patio de la mezquita principal, y al pie de ella encontrareis un gran viajero que ha visitado todas las cortes y países y que ha sido el favorito de reinas y princesas. Este os facilitará cuantas noticias queráis acerca del objeto de vuestros desvelos "
Mil gracias por dato tan precioso --contestó el príncipe -- ¡pasadlo bien venerabilisimo hechicero!
Adiós, peregrino del amor, le dijo el cuervo con sequedad, y volvió a entregarse de nuevo al estudio de su diagrama.
Salió el príncipe de Sevilla, buscó a su compañero de viaje, el búho, que aún dormítaba en el árbol y ambos se dirigieron hacia Córdoba.
Fueron aproximadandose poco a poco a esta ciudad, cruzando los jardines y los bosques de naranjos y limoneros que dominaban el hermoso valle del Guadalquivir.
Cuando llegaron a las puertas de Córdoba, volose el búho a un oscuro agujero que había en la muralla, y el príncipe prosiguió su camino en busca de la palmera plantada en los antiguos tiempos por la mano del gran Abderraman, la cual se alzaba esbelta en el patio de la mezquita, por encima de los naranjos y cipreses. Algunos derviches y alfaquies se hallaban sentados en grupos bajo las galerías del patio y multitud de fieles hacía su abluciones en la fuente que se encontraba antes de entrar en la mezquita.
Al pie de la palmera había un numeroso concurso escuchando la palabra de uno que parecía hablar con extraordinaria animación.
"Ese debe ser --pensó el príncipe -- el gran viajero que debe darme noticias de mi desconocida princesa "
Incorporose a la multitud, y quedose de sobremanera sorprendido cuando vió que aquel al que todos escuchaban, era un papagallo de brillante plumaje verde, mirada insolente y penacho característico, el cual parecía mostrarse muy pagado de si mismo.
¿Como es --dijo el príncipe a uno de sus circundantes-- que tantas personas de buen sentido se complazcan en la charla de ese volátil parlanchin?
Bien se conoce que no sabéis de quién estáis hablándo, le contesto el interpelado, ese papagayo es descendiente de aquel otro famoso de Persia, tan renombrado por su habilidad para contar cuentos, tiene toda la sabiduría de oriente en la punta de su lengua, y recita versos tan deprisa y corriendo como se habla. A visitado varias cortes extranjeras, en las que ha sido considerado como un oráculo de erudición, teniendo principalmente gran partido entre el bello sexo que admira mucho a los papagayos que saben recitar poesías.
¡Basta! dijo el príncipe, quisiera hablar reservadamente con ese distinguido viajero.
Pidiole, pues, una entrevista a solas, y en ella le expuso el motivo de su peregrinación. No bien hubo concluido de hablar, cuando se echo a reír a carcajadas el papagayo, hasta el punto que parecía iba a reventar de risa....
Fin de la décimo segunda parte.
... Luego de que este terminara su relato, el cuervo le dijo;
" por lo que toca a esa princesa, yo no puedo daros noticias, pues yo no acostumbro a volar por los jardines ni por las cámaras frecuentadas por damas, pero dirigid vuestros pasos a Córdoba, buscad la palmera del gran Abderraman, que está en el patio de la mezquita principal, y al pie de ella encontrareis un gran viajero que ha visitado todas las cortes y países y que ha sido el favorito de reinas y princesas. Este os facilitará cuantas noticias queráis acerca del objeto de vuestros desvelos "
Mil gracias por dato tan precioso --contestó el príncipe -- ¡pasadlo bien venerabilisimo hechicero!
Adiós, peregrino del amor, le dijo el cuervo con sequedad, y volvió a entregarse de nuevo al estudio de su diagrama.
Salió el príncipe de Sevilla, buscó a su compañero de viaje, el búho, que aún dormítaba en el árbol y ambos se dirigieron hacia Córdoba.
Fueron aproximadandose poco a poco a esta ciudad, cruzando los jardines y los bosques de naranjos y limoneros que dominaban el hermoso valle del Guadalquivir.
Cuando llegaron a las puertas de Córdoba, volose el búho a un oscuro agujero que había en la muralla, y el príncipe prosiguió su camino en busca de la palmera plantada en los antiguos tiempos por la mano del gran Abderraman, la cual se alzaba esbelta en el patio de la mezquita, por encima de los naranjos y cipreses. Algunos derviches y alfaquies se hallaban sentados en grupos bajo las galerías del patio y multitud de fieles hacía su abluciones en la fuente que se encontraba antes de entrar en la mezquita.
Al pie de la palmera había un numeroso concurso escuchando la palabra de uno que parecía hablar con extraordinaria animación.
"Ese debe ser --pensó el príncipe -- el gran viajero que debe darme noticias de mi desconocida princesa "
Incorporose a la multitud, y quedose de sobremanera sorprendido cuando vió que aquel al que todos escuchaban, era un papagallo de brillante plumaje verde, mirada insolente y penacho característico, el cual parecía mostrarse muy pagado de si mismo.
¿Como es --dijo el príncipe a uno de sus circundantes-- que tantas personas de buen sentido se complazcan en la charla de ese volátil parlanchin?
Bien se conoce que no sabéis de quién estáis hablándo, le contesto el interpelado, ese papagayo es descendiente de aquel otro famoso de Persia, tan renombrado por su habilidad para contar cuentos, tiene toda la sabiduría de oriente en la punta de su lengua, y recita versos tan deprisa y corriendo como se habla. A visitado varias cortes extranjeras, en las que ha sido considerado como un oráculo de erudición, teniendo principalmente gran partido entre el bello sexo que admira mucho a los papagayos que saben recitar poesías.
¡Basta! dijo el príncipe, quisiera hablar reservadamente con ese distinguido viajero.
Pidiole, pues, una entrevista a solas, y en ella le expuso el motivo de su peregrinación. No bien hubo concluido de hablar, cuando se echo a reír a carcajadas el papagayo, hasta el punto que parecía iba a reventar de risa....
Fin de la décimo segunda parte.