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PEDRO MARTINEZ: EL RÍO OCULTO DE LA ALHAMBRA...

EL RÍO OCULTO DE LA ALHAMBRA

Dichosa la persona que por las noches sueña
con ríos de aguas claras
y bienaventurada el alma que mientras duerme juega
y vuela libre al cielo y a la luz del alba.

Esto pensó él aquella tarde de verano, sentado en el Puente del Aljibillo. El pequeño puente antiguo y de piedra que en el río Darro, al final del Paseo de los tristes, da pasa a la Alhambra y a la Fuente del Avellano. Se había venido como cada tarde desde hacía mucho tiempo, a este bellísimo rincón para meditar un poco, soñar sus cosas a su manera, dejarse acariciar por el vientecillo que por aquí siempre pasea y, desde la sombra del almez, contemplar la Alhambra en todo lo alto. Y caía la tarde, calurosa aunque con un bellísimo azul en el cielo, mientras los turistas pasaban. De vez en cuando alzaba su cabeza, los miraba y, mientras seguía meditando sus cosas, iba analizando los idiomas que los turistas hablaban: inglés, chino, ruso, español, alemán, francés, árabe…

Y en esto estaba, contando idiomas y dejando que su alma bebiera del momento, cuando notó que alguien se le acercaba. Habían subido por la Carrera del Darro y al final del Paseo de los Tristes, torcieron para el puente. Eran tres, marido y mujer y la hija, de unos doce años de edad, que fue la primera en acercarse. Lo saludó y sin más, le preguntó:

- ¿Sabes tú dónde se encuentra el río oculto de la Alhambra?
La miró despacio, miró a los padres y pasados unos segundos, dijo:
- No conozco ni nunca oí hablar de este río. Tampoco lo he leído en ningún libro ni guía para los turistas.
Dio unos pasos la madre, se puso a su derecha, dejando la figura de la Alhambra a sus espaldas y mirándolo de frente aclaró:
- Es que mi niña dice que el río por el que te ha preguntado, existe de verdad y cree que debe estar por aquí cerca.

Miró a la pequeña y le preguntó:
- ¿Por qué estás segura de que este río existe?
- Lo soñé una noche hace mucho tiempo y una vecina mía mayor me dijo que si lo seguía soñando, debía buscarlo porque existe de verdad. “Cuando las cosas se sueñan muchas veces y luego cinco noches seguidas, lo que se ve en el sueño, existe”. Me ha dicho siempre ella.
Desde donde estaba sentado, miró al frente. Para la colina donde se encuentra el Generalife, coronado por el Cerro del Sol. Y un pensamiento brillante y limpio pasó por su mente. Le preguntó de nuevo a la pequeña:
- ¿Y de qué modo ves en tu sueño el río que me dices?
- Siempre lo veo cristalino, saltando muy alegre por entre piedras, remansándose en charcos azules y verdes y por la orilla de esos charcos, siempre ando yo jugando y buscando algo que me gusta mucho pero que no sé qué es.

Cerró él los ojos, intentó imaginarse el río que la niña le describía y también se esforzó para verla en sus juegos por las orillas de este cauce. Y pensaba que era un lugar realmente mágico cuando la pequeña dijo de nuevo:
- Y la última vez que lo he soñado fue anoche. Las aguas del río estaban más claras que nunca y yo me vi como en brazos de alguien invisible. Me paseaba por las orillas y por encima de la corriente y todo era tan hermoso y placentero que luego lloré cuando desperté del sueño. Me entristecía haberme venido de ese lugar.
- ¿Y por qué crees que ese río que ves en tus sueños debe estar por aquí?
- Porque siempre veo a la Alhambra sobre la colina, hermosa y como perdida entre nubes. ¿De verdad tú no sabes nada de este río de mis sueños?
- Sé que por las entrañas de la colina que sostiene a la Alhambra, hay mucha agua. Ríos enteros y lagos anchos pero los dos únicos ríos que todos conocemos cerca de este castillo mágico, son el Genil y éste donde ahora estamos que se le conoce con el nombre de Darro.
- Ninguno de estos dos ríos es el que veo en mis sueños. Por eso te pregunto otra vez: ¿No puede estar en ese lugar, en las entrañas de la colina que sostiene a la Alhambra, el río que busco?
- Podría ser pero te repito que yo no lo he visto nunca.

Y la pequeña se acercó a la madre, la cogió de la mano, arrugó su entrecejo y algo triste, refugió su cabeza cerca del corazón de la madre. Al ver la escena, él habló diciendo:
- Lo que yo sí puedo decirte es que la persona que sueña con ríos de aguas claras y vuela sobre charcos y cascadas azules verdes, es porque en su corazón y alma, hay mucha paz, luz y belleza.
La madre la abrazó, le dio un beso y le dijo:
- Sí, hija mía: de verdad y justo en el corazón de la montaña que sostiene a la Alhambra, hay un gran río de aguas muy limpias y perfumadas. Aunque nunca lo haya visto nadie ni sepan dónde está. Lo seguiremos buscando.