La Pequeña Alfarera
La tía Guillermina es una excelente cocinera. También sabe tejer y bordar mejor que nadie. Sin embargo, lo que más le gusta es narrar los cuentos que ella misma inventa. Se le ocurren durante el día, mientras prepara la sopa o teje una bufanda. Cuando las historias están terminadas en su cabeza, reúne a sus numerosos sobrinos y les ofrece un rico atole. Luego todos se sientan en la sala para escucharla. Una tarde, la tía Guillermina les dijo a sus sobrinos y sobrinas que miraran con atención la taza de atole que tenían en la mano, pues el cuento de ese día estaba relacionado precisamente con una taza de barro y hablaba de la libertad. “En una tierra muy lejana —comenzó la tía Guillermina— vivía un malvado rey que mandaba a su ejército a invadir los reinos vecinos.
La misión de ese ejército era llevarse a los niños y las niñas de las aldeas para conducirlos a su propio reino, el cual estaba situado más allá del desierto. Allí, los chicos eran obligados a trabajar como esclavos en las minas, las fábricas, los talleres y las casas de los ricos. Separados de sus familias, muchos de esos niños morían de tristeza o sucumbían víctimas de la fatiga y los malos tratos. Entre los secuestrados se encontraba Fiorella, una bella niña que había sido enviada a un taller de alfarería. Allí, junto con otros compañeros, pasaba los días fabricando cazuelas, ollas y platos. Era una labor agotadora. ”Fiorella soñaba con la libertad. Quería regresar a su pueblo para estar con sus padres y poder estudiar.
Así que un día, aprovechando el descuido de los vigilantes, se escapó del taller. Con gran sigilo logró salir del reino y durante días vagó por el desierto. No sabía en qué dirección quedaba su casa. Caminó y caminó sin rumbo hasta que el calor y la sed se volvieron insoportables. Cuando estaba a punto de morir, llegó a una cueva en la que vivía una anciana. Ella la recibió y le dio de beber un dedal de agua. Le dijo que no podía darle más, pues en los desiertos el agua es más valiosa que el oro. ”Fiorella le contó a la anciana lo que le había ocurrido. Luego le preguntó si sabía el camino hacia su pueblo. Ella respondió que sí y que se lo diría si ella le daba algo a cambio.
La anciana agregó que, puesto que había trabajado en una alfarería, seguramente podría fabricar una taza para ella. La única que tenía se había roto, y desde entonces bebía su té en el cráneo de un borrego. ‘Si tú fabricas una taza de barro para mí’, le propuso, ‘yo te diré cómo regresar a tu casa.’ ”Fiorella estuvo de acuerdo y tomó un puñado de tierra para hacer la taza. Sin embargo, la tierra del desierto es muy seca y no hay forma de trabajarla, así que le pidió a la anciana un poco de agua. Ésta dijo que no podía dársela pues, como ya le había explicado, en los desiertos el agua es más valiosa que el oro. ¿Qué podía hacer? Sin agua era imposible modelar la tierra. Fiorella pensó que nunca lograría regresar a su hogar. Su tristeza era tanta que comenzó a llorar. Lloró durante horas hasta que las lágrimas que había derramado se mezclaron con la tierra y formaron un lodo arcilloso. Con él pudo modelar una delicada tacita que luego puso a cocer bajo los rayos del candente sol. Cuando el recipiente estuvo terminado se lo dio a la anciana. Ésta cumplió su promesa y le indicó a Fiorella el camino a su pueblo.”
Al concluir el cuento, la tía Guillermina le dio un largo trago a su atole y dijo que el deseo de libertad es capaz de romper todas las cadenas y vencer los obstáculos. Sus sobrinos y sobrinas también bebieron hasta que sus respectivas tazas quedaron vacías.
La tía Guillermina es una excelente cocinera. También sabe tejer y bordar mejor que nadie. Sin embargo, lo que más le gusta es narrar los cuentos que ella misma inventa. Se le ocurren durante el día, mientras prepara la sopa o teje una bufanda. Cuando las historias están terminadas en su cabeza, reúne a sus numerosos sobrinos y les ofrece un rico atole. Luego todos se sientan en la sala para escucharla. Una tarde, la tía Guillermina les dijo a sus sobrinos y sobrinas que miraran con atención la taza de atole que tenían en la mano, pues el cuento de ese día estaba relacionado precisamente con una taza de barro y hablaba de la libertad. “En una tierra muy lejana —comenzó la tía Guillermina— vivía un malvado rey que mandaba a su ejército a invadir los reinos vecinos.
La misión de ese ejército era llevarse a los niños y las niñas de las aldeas para conducirlos a su propio reino, el cual estaba situado más allá del desierto. Allí, los chicos eran obligados a trabajar como esclavos en las minas, las fábricas, los talleres y las casas de los ricos. Separados de sus familias, muchos de esos niños morían de tristeza o sucumbían víctimas de la fatiga y los malos tratos. Entre los secuestrados se encontraba Fiorella, una bella niña que había sido enviada a un taller de alfarería. Allí, junto con otros compañeros, pasaba los días fabricando cazuelas, ollas y platos. Era una labor agotadora. ”Fiorella soñaba con la libertad. Quería regresar a su pueblo para estar con sus padres y poder estudiar.
Así que un día, aprovechando el descuido de los vigilantes, se escapó del taller. Con gran sigilo logró salir del reino y durante días vagó por el desierto. No sabía en qué dirección quedaba su casa. Caminó y caminó sin rumbo hasta que el calor y la sed se volvieron insoportables. Cuando estaba a punto de morir, llegó a una cueva en la que vivía una anciana. Ella la recibió y le dio de beber un dedal de agua. Le dijo que no podía darle más, pues en los desiertos el agua es más valiosa que el oro. ”Fiorella le contó a la anciana lo que le había ocurrido. Luego le preguntó si sabía el camino hacia su pueblo. Ella respondió que sí y que se lo diría si ella le daba algo a cambio.
La anciana agregó que, puesto que había trabajado en una alfarería, seguramente podría fabricar una taza para ella. La única que tenía se había roto, y desde entonces bebía su té en el cráneo de un borrego. ‘Si tú fabricas una taza de barro para mí’, le propuso, ‘yo te diré cómo regresar a tu casa.’ ”Fiorella estuvo de acuerdo y tomó un puñado de tierra para hacer la taza. Sin embargo, la tierra del desierto es muy seca y no hay forma de trabajarla, así que le pidió a la anciana un poco de agua. Ésta dijo que no podía dársela pues, como ya le había explicado, en los desiertos el agua es más valiosa que el oro. ¿Qué podía hacer? Sin agua era imposible modelar la tierra. Fiorella pensó que nunca lograría regresar a su hogar. Su tristeza era tanta que comenzó a llorar. Lloró durante horas hasta que las lágrimas que había derramado se mezclaron con la tierra y formaron un lodo arcilloso. Con él pudo modelar una delicada tacita que luego puso a cocer bajo los rayos del candente sol. Cuando el recipiente estuvo terminado se lo dio a la anciana. Ésta cumplió su promesa y le indicó a Fiorella el camino a su pueblo.”
Al concluir el cuento, la tía Guillermina le dio un largo trago a su atole y dijo que el deseo de libertad es capaz de romper todas las cadenas y vencer los obstáculos. Sus sobrinos y sobrinas también bebieron hasta que sus respectivas tazas quedaron vacías.