UN POCO DE HISTORIA DE NUESTRA GRANADA
DONDE EL REY BOABDIL DERRAMÓ LA ÚLTIMA LÁGRIMA...1ª Parte
El último rey del reino árabe de Granada, Boabdil, fue víctima de un triste destino. Tras la pérdida de su reino, perdió en Las Alpujarras a otros seres queridos. Luego marchó rumbo al norte de África.
Jesús Pozo, un notable periodista almeriense, de amplia experiencia en distintos medios españoles, cuenta peripecias de Boabdil tras la pérdida de Granada y analiza en especial la desaparición de su esposa, Morayma, en tierras alpujarreñas.
El dolor de El Rey Chico
La última vez que Boabdil, el último rey nazarita, lloró en tierra granadina no fue en la famosa y mítica escena del Suspiro del Moro tal y como nos ha contado la historia hasta hoy.
Las últimas lágrimas del Rey Chico, como era conocido entre sus súbditos, se vertieron sobre una tumba, en un pequeño pueblo granadino llamado Mondújar. En esa tierra dejó Boabdil los restos mortales de la persona que amó tanto como a Granada, a su esposa Morayma, la mujer que se mantuvo fiel a su lado, que le dio dos hijos y que sufrió en silencio, tanto como él, su vida y reinado desdichado.
Morayma sigue enterrada allí, en algún lugar entre la colina que sostiene las ruinas del importante castillo de Mondújar y las verdes tierras del Valle de Lecrín, a escasos 30 kilómetros de la Alhambra. Sigue en ese lugar desconocido hasta ahora, que, además, debe también albergar los restos de los reyes nazaritas que gobernaron el Reino de Granada, entre ellos el de su suegro Muley Hacen.
Lo más asombroso es que nadie ha decidido investigar con interés en los últimos 500 años donde está sepultada buena parte de la historia de Al Andalus, ya que sí existen documentos que relatan cómo Boabdil trasladó desde la Alhambra a Mondújar el Cementerio Real Nazarí cuando, vencido, tuvo que dejar a Isabel y Fernando la majestuosa fortaleza gobernada por sus antepasados.
Pero también hay que deshacer otro entuerto que ha permanecido durante años escondido entre los estudios, más o menos afortunados, de historiadores y escritores aficionados a desentrañar una de las etapas más noveladas de la historia de España: Morayma no murió en ese pueblo.
Hasta allí llegó trasladada por su esposo desde Laujar de Andarax, importante localidad de la alpujarra almeriense distante unos cien kilómetros, en el que con toda certeza murió y en donde la pareja se había instalado con su corte después de firmar las capitulaciones con los Reyes Católicos.
Las lágrimas de Boabdil tuvieron que ser densas y dolorosas, porque también podemos suponer que junto a Morayma fue sepultado uno de los dos hijos habidos en el matrimonio.
Pero comencemos por el principio.
Morayma
Morayma, nacida en Loja, era hija de Aliatar, aliado y socio de Boabdil en las diferentes luchas que se sucedieron en los turbulentos primeros años de la última década del siglo XV.
El Rey Chiquito luchaba por igual contra su padre (Muley Hacen), contra su tío (El Zagal) y también contra los cristianos. Con los Reyes Católicos, de vez en cuando pactaba o se humillaba, según los acontecimientos lo necesitaran.
Boabdil estaba siempre alentado en sus correrías por su madre, Aixa, mujer abandonada por Muley Hacen que prefirió el amor de una cristiana llamada Zoraida o Isabel de Solís, según quien hable de ella. A su amante, el suegro de Morayma llegó a construirle un palacio a los pies mismos de la Alhambra, en pleno Albaicín y al que todavía hoy se le conoce como el Palacio de Dalahorra.
Así era la vida de la esposa del Rey Chico, entre las ausencias de su marido en las batallas y la permanente presencia de su suegra, mujer despechada y resentida, que incitaba permanentemente a su hijo contra su padre.
Poco podemos conocer de esta mujer, la última reina mora de Granada que siempre vivió y murió a la sombra del Rey y que, además, tuvo que vivir varios años sin la presencia de sus dos hijos, secuestrados por los Reyes Católicos y mantenidos como rehenes hasta que Boabdil firmó las capitulaciones definitivas.
La referencia más exacta sobre la personalidad de Morayma la escribió el Conde de Benalúa y Duque de San Pedro de Galatino, empresario emprendedor y político de reconocido prestigio durante los primeros años de este siglo, a lo largo de su libro titulado Boabdil.
Describe varias situaciones que nos presentan a una mujer siempre abandonada por las continuas batallas de su esposo y cuyo único momento de verdadera felicidad fue cuando conoció y casó con Muley Abu-Abdalla-Babdali: Allí (en Loja) conoció Boabdil a Morayma, la hija de Aliatar. Cuando volvía de la batalla, que a diario ocurría, sus ojos se encontraban y sus almas se juntaron para siempre.
Al volver el Rey a Granada triunfante y lleno de vida, eligió a Morayma por Sultana, verificándose las bodas reales con pompa y alegría, único momento en su existencia de respiro y felicidad.
El amor que Boabdil sintió por su esposa debió ser tan profundo que tomó la decisión definitiva de abandonar su refugio almeriense de Laujar cuando ella murió. También se sabe que, tras sepultarla en Mondújar, nunca más volvió a contraer matrimonio instalado ya en Marruecos, aunque sí volvió a batallar en estas tierras.
El Rey Chico, Boabdil, se trasladó con Morayma a La Alpujarra, tras la capitulación de Granada.
DONDE EL REY BOABDIL DERRAMÓ LA ÚLTIMA LÁGRIMA...1ª Parte
El último rey del reino árabe de Granada, Boabdil, fue víctima de un triste destino. Tras la pérdida de su reino, perdió en Las Alpujarras a otros seres queridos. Luego marchó rumbo al norte de África.
Jesús Pozo, un notable periodista almeriense, de amplia experiencia en distintos medios españoles, cuenta peripecias de Boabdil tras la pérdida de Granada y analiza en especial la desaparición de su esposa, Morayma, en tierras alpujarreñas.
El dolor de El Rey Chico
La última vez que Boabdil, el último rey nazarita, lloró en tierra granadina no fue en la famosa y mítica escena del Suspiro del Moro tal y como nos ha contado la historia hasta hoy.
Las últimas lágrimas del Rey Chico, como era conocido entre sus súbditos, se vertieron sobre una tumba, en un pequeño pueblo granadino llamado Mondújar. En esa tierra dejó Boabdil los restos mortales de la persona que amó tanto como a Granada, a su esposa Morayma, la mujer que se mantuvo fiel a su lado, que le dio dos hijos y que sufrió en silencio, tanto como él, su vida y reinado desdichado.
Morayma sigue enterrada allí, en algún lugar entre la colina que sostiene las ruinas del importante castillo de Mondújar y las verdes tierras del Valle de Lecrín, a escasos 30 kilómetros de la Alhambra. Sigue en ese lugar desconocido hasta ahora, que, además, debe también albergar los restos de los reyes nazaritas que gobernaron el Reino de Granada, entre ellos el de su suegro Muley Hacen.
Lo más asombroso es que nadie ha decidido investigar con interés en los últimos 500 años donde está sepultada buena parte de la historia de Al Andalus, ya que sí existen documentos que relatan cómo Boabdil trasladó desde la Alhambra a Mondújar el Cementerio Real Nazarí cuando, vencido, tuvo que dejar a Isabel y Fernando la majestuosa fortaleza gobernada por sus antepasados.
Pero también hay que deshacer otro entuerto que ha permanecido durante años escondido entre los estudios, más o menos afortunados, de historiadores y escritores aficionados a desentrañar una de las etapas más noveladas de la historia de España: Morayma no murió en ese pueblo.
Hasta allí llegó trasladada por su esposo desde Laujar de Andarax, importante localidad de la alpujarra almeriense distante unos cien kilómetros, en el que con toda certeza murió y en donde la pareja se había instalado con su corte después de firmar las capitulaciones con los Reyes Católicos.
Las lágrimas de Boabdil tuvieron que ser densas y dolorosas, porque también podemos suponer que junto a Morayma fue sepultado uno de los dos hijos habidos en el matrimonio.
Pero comencemos por el principio.
Morayma
Morayma, nacida en Loja, era hija de Aliatar, aliado y socio de Boabdil en las diferentes luchas que se sucedieron en los turbulentos primeros años de la última década del siglo XV.
El Rey Chiquito luchaba por igual contra su padre (Muley Hacen), contra su tío (El Zagal) y también contra los cristianos. Con los Reyes Católicos, de vez en cuando pactaba o se humillaba, según los acontecimientos lo necesitaran.
Boabdil estaba siempre alentado en sus correrías por su madre, Aixa, mujer abandonada por Muley Hacen que prefirió el amor de una cristiana llamada Zoraida o Isabel de Solís, según quien hable de ella. A su amante, el suegro de Morayma llegó a construirle un palacio a los pies mismos de la Alhambra, en pleno Albaicín y al que todavía hoy se le conoce como el Palacio de Dalahorra.
Así era la vida de la esposa del Rey Chico, entre las ausencias de su marido en las batallas y la permanente presencia de su suegra, mujer despechada y resentida, que incitaba permanentemente a su hijo contra su padre.
Poco podemos conocer de esta mujer, la última reina mora de Granada que siempre vivió y murió a la sombra del Rey y que, además, tuvo que vivir varios años sin la presencia de sus dos hijos, secuestrados por los Reyes Católicos y mantenidos como rehenes hasta que Boabdil firmó las capitulaciones definitivas.
La referencia más exacta sobre la personalidad de Morayma la escribió el Conde de Benalúa y Duque de San Pedro de Galatino, empresario emprendedor y político de reconocido prestigio durante los primeros años de este siglo, a lo largo de su libro titulado Boabdil.
Describe varias situaciones que nos presentan a una mujer siempre abandonada por las continuas batallas de su esposo y cuyo único momento de verdadera felicidad fue cuando conoció y casó con Muley Abu-Abdalla-Babdali: Allí (en Loja) conoció Boabdil a Morayma, la hija de Aliatar. Cuando volvía de la batalla, que a diario ocurría, sus ojos se encontraban y sus almas se juntaron para siempre.
Al volver el Rey a Granada triunfante y lleno de vida, eligió a Morayma por Sultana, verificándose las bodas reales con pompa y alegría, único momento en su existencia de respiro y felicidad.
El amor que Boabdil sintió por su esposa debió ser tan profundo que tomó la decisión definitiva de abandonar su refugio almeriense de Laujar cuando ella murió. También se sabe que, tras sepultarla en Mondújar, nunca más volvió a contraer matrimonio instalado ya en Marruecos, aunque sí volvió a batallar en estas tierras.
El Rey Chico, Boabdil, se trasladó con Morayma a La Alpujarra, tras la capitulación de Granada.