UN POCO DE HISTORIA DE NUESTRA GRANADA
DONDE EL REY BOABDIL DERRAMÓ LA ÚLTIMA LÁGRIMA...1ª Parte
El último rey del reino árabe de Granada, Boabdil, fue víctima de un triste destino. Tras la pérdida de su reino, perdió en Las Alpujarras a otros seres queridos. Luego marchó rumbo al norte de África.
Jesús Pozo, un notable periodista almeriense, de amplia experiencia en distintos medios españoles, cuenta peripecias de Boabdil tras la pérdida de Granada y analiza en especial la desaparición de su esposa, Morayma, en tierras alpujarreñas.
El dolor de El Rey Chico
La última vez que Boabdil, el último rey nazarita, lloró en tierra granadina no fue en la famosa y mítica escena del Suspiro del Moro tal y como nos ha contado la historia hasta hoy.
Las últimas lágrimas del Rey Chico, como era conocido entre sus súbditos, se vertieron sobre una tumba, en un pequeño pueblo granadino llamado Mondújar. En esa tierra dejó Boabdil los restos mortales de la persona que amó tanto como a Granada, a su esposa Morayma, la mujer que se mantuvo fiel a su lado, que le dio dos hijos y que sufrió en silencio, tanto como él, su vida y reinado desdichado.
Morayma sigue enterrada allí, en algún lugar entre la colina que sostiene las ruinas del importante castillo de Mondújar y las verdes tierras del Valle de Lecrín, a escasos 30 kilómetros de la Alhambra. Sigue en ese lugar desconocido hasta ahora, que, además, debe también albergar los restos de los reyes nazaritas que gobernaron el Reino de Granada, entre ellos el de su suegro Muley Hacen.
Lo más asombroso es que nadie ha decidido investigar con interés en los últimos 500 años donde está sepultada buena parte de la historia de Al Andalus, ya que sí existen documentos que relatan cómo Boabdil trasladó desde la Alhambra a Mondújar el Cementerio Real Nazarí cuando, vencido, tuvo que dejar a Isabel y Fernando la majestuosa fortaleza gobernada por sus antepasados.
Pero también hay que deshacer otro entuerto que ha permanecido durante años escondido entre los estudios, más o menos afortunados, de historiadores y escritores aficionados a desentrañar una de las etapas más noveladas de la historia de España: Morayma no murió en ese pueblo.
Hasta allí llegó trasladada por su esposo desde Laujar de Andarax, importante localidad de la alpujarra almeriense distante unos cien kilómetros, en el que con toda certeza murió y en donde la pareja se había instalado con su corte después de firmar las capitulaciones con los Reyes Católicos.
Las lágrimas de Boabdil tuvieron que ser densas y dolorosas, porque también podemos suponer que junto a Morayma fue sepultado uno de los dos hijos habidos en el matrimonio.
Pero comencemos por el principio.
Morayma
Morayma, nacida en Loja, era hija de Aliatar, aliado y socio de Boabdil en las diferentes luchas que se sucedieron en los turbulentos primeros años de la última década del siglo XV.
El Rey Chiquito luchaba por igual contra su padre (Muley Hacen), contra su tío (El Zagal) y también contra los cristianos. Con los Reyes Católicos, de vez en cuando pactaba o se humillaba, según los acontecimientos lo necesitaran.
Boabdil estaba siempre alentado en sus correrías por su madre, Aixa, mujer abandonada por Muley Hacen que prefirió el amor de una cristiana llamada Zoraida o Isabel de Solís, según quien hable de ella. A su amante, el suegro de Morayma llegó a construirle un palacio a los pies mismos de la Alhambra, en pleno Albaicín y al que todavía hoy se le conoce como el Palacio de Dalahorra.
Así era la vida de la esposa del Rey Chico, entre las ausencias de su marido en las batallas y la permanente presencia de su suegra, mujer despechada y resentida, que incitaba permanentemente a su hijo contra su padre.
Poco podemos conocer de esta mujer, la última reina mora de Granada que siempre vivió y murió a la sombra del Rey y que, además, tuvo que vivir varios años sin la presencia de sus dos hijos, secuestrados por los Reyes Católicos y mantenidos como rehenes hasta que Boabdil firmó las capitulaciones definitivas.
La referencia más exacta sobre la personalidad de Morayma la escribió el Conde de Benalúa y Duque de San Pedro de Galatino, empresario emprendedor y político de reconocido prestigio durante los primeros años de este siglo, a lo largo de su libro titulado Boabdil.
Describe varias situaciones que nos presentan a una mujer siempre abandonada por las continuas batallas de su esposo y cuyo único momento de verdadera felicidad fue cuando conoció y casó con Muley Abu-Abdalla-Babdali: Allí (en Loja) conoció Boabdil a Morayma, la hija de Aliatar. Cuando volvía de la batalla, que a diario ocurría, sus ojos se encontraban y sus almas se juntaron para siempre.
Al volver el Rey a Granada triunfante y lleno de vida, eligió a Morayma por Sultana, verificándose las bodas reales con pompa y alegría, único momento en su existencia de respiro y felicidad.
El amor que Boabdil sintió por su esposa debió ser tan profundo que tomó la decisión definitiva de abandonar su refugio almeriense de Laujar cuando ella murió. También se sabe que, tras sepultarla en Mondújar, nunca más volvió a contraer matrimonio instalado ya en Marruecos, aunque sí volvió a batallar en estas tierras.
El Rey Chico, Boabdil, se trasladó con Morayma a La Alpujarra, tras la capitulación de Granada.
DONDE EL REY BOABDIL DERRAMÓ LA ÚLTIMA LÁGRIMA...1ª Parte
El último rey del reino árabe de Granada, Boabdil, fue víctima de un triste destino. Tras la pérdida de su reino, perdió en Las Alpujarras a otros seres queridos. Luego marchó rumbo al norte de África.
Jesús Pozo, un notable periodista almeriense, de amplia experiencia en distintos medios españoles, cuenta peripecias de Boabdil tras la pérdida de Granada y analiza en especial la desaparición de su esposa, Morayma, en tierras alpujarreñas.
El dolor de El Rey Chico
La última vez que Boabdil, el último rey nazarita, lloró en tierra granadina no fue en la famosa y mítica escena del Suspiro del Moro tal y como nos ha contado la historia hasta hoy.
Las últimas lágrimas del Rey Chico, como era conocido entre sus súbditos, se vertieron sobre una tumba, en un pequeño pueblo granadino llamado Mondújar. En esa tierra dejó Boabdil los restos mortales de la persona que amó tanto como a Granada, a su esposa Morayma, la mujer que se mantuvo fiel a su lado, que le dio dos hijos y que sufrió en silencio, tanto como él, su vida y reinado desdichado.
Morayma sigue enterrada allí, en algún lugar entre la colina que sostiene las ruinas del importante castillo de Mondújar y las verdes tierras del Valle de Lecrín, a escasos 30 kilómetros de la Alhambra. Sigue en ese lugar desconocido hasta ahora, que, además, debe también albergar los restos de los reyes nazaritas que gobernaron el Reino de Granada, entre ellos el de su suegro Muley Hacen.
Lo más asombroso es que nadie ha decidido investigar con interés en los últimos 500 años donde está sepultada buena parte de la historia de Al Andalus, ya que sí existen documentos que relatan cómo Boabdil trasladó desde la Alhambra a Mondújar el Cementerio Real Nazarí cuando, vencido, tuvo que dejar a Isabel y Fernando la majestuosa fortaleza gobernada por sus antepasados.
Pero también hay que deshacer otro entuerto que ha permanecido durante años escondido entre los estudios, más o menos afortunados, de historiadores y escritores aficionados a desentrañar una de las etapas más noveladas de la historia de España: Morayma no murió en ese pueblo.
Hasta allí llegó trasladada por su esposo desde Laujar de Andarax, importante localidad de la alpujarra almeriense distante unos cien kilómetros, en el que con toda certeza murió y en donde la pareja se había instalado con su corte después de firmar las capitulaciones con los Reyes Católicos.
Las lágrimas de Boabdil tuvieron que ser densas y dolorosas, porque también podemos suponer que junto a Morayma fue sepultado uno de los dos hijos habidos en el matrimonio.
Pero comencemos por el principio.
Morayma
Morayma, nacida en Loja, era hija de Aliatar, aliado y socio de Boabdil en las diferentes luchas que se sucedieron en los turbulentos primeros años de la última década del siglo XV.
El Rey Chiquito luchaba por igual contra su padre (Muley Hacen), contra su tío (El Zagal) y también contra los cristianos. Con los Reyes Católicos, de vez en cuando pactaba o se humillaba, según los acontecimientos lo necesitaran.
Boabdil estaba siempre alentado en sus correrías por su madre, Aixa, mujer abandonada por Muley Hacen que prefirió el amor de una cristiana llamada Zoraida o Isabel de Solís, según quien hable de ella. A su amante, el suegro de Morayma llegó a construirle un palacio a los pies mismos de la Alhambra, en pleno Albaicín y al que todavía hoy se le conoce como el Palacio de Dalahorra.
Así era la vida de la esposa del Rey Chico, entre las ausencias de su marido en las batallas y la permanente presencia de su suegra, mujer despechada y resentida, que incitaba permanentemente a su hijo contra su padre.
Poco podemos conocer de esta mujer, la última reina mora de Granada que siempre vivió y murió a la sombra del Rey y que, además, tuvo que vivir varios años sin la presencia de sus dos hijos, secuestrados por los Reyes Católicos y mantenidos como rehenes hasta que Boabdil firmó las capitulaciones definitivas.
La referencia más exacta sobre la personalidad de Morayma la escribió el Conde de Benalúa y Duque de San Pedro de Galatino, empresario emprendedor y político de reconocido prestigio durante los primeros años de este siglo, a lo largo de su libro titulado Boabdil.
Describe varias situaciones que nos presentan a una mujer siempre abandonada por las continuas batallas de su esposo y cuyo único momento de verdadera felicidad fue cuando conoció y casó con Muley Abu-Abdalla-Babdali: Allí (en Loja) conoció Boabdil a Morayma, la hija de Aliatar. Cuando volvía de la batalla, que a diario ocurría, sus ojos se encontraban y sus almas se juntaron para siempre.
Al volver el Rey a Granada triunfante y lleno de vida, eligió a Morayma por Sultana, verificándose las bodas reales con pompa y alegría, único momento en su existencia de respiro y felicidad.
El amor que Boabdil sintió por su esposa debió ser tan profundo que tomó la decisión definitiva de abandonar su refugio almeriense de Laujar cuando ella murió. También se sabe que, tras sepultarla en Mondújar, nunca más volvió a contraer matrimonio instalado ya en Marruecos, aunque sí volvió a batallar en estas tierras.
El Rey Chico, Boabdil, se trasladó con Morayma a La Alpujarra, tras la capitulación de Granada.
Soledad y desdicha...2ª PARTE
La desdichada vida en soledad de esta mujer fue constante. Relata el Conde de Benalúa varios de estos momentos, como el de la partida de su marido hacia otra batalla: Aquella noche, Morayma, inundada en lágrimas, despedía a su amante esposo con recelo al verle partir para la guerra. La Reina Aixa, espíritu siempre varonil, alentaba a la hija de Aliatar, y Boabdil trató de calmar la melancolía y la pena de la separación.... En otro párrafo, el Conde de Banalúa insiste: Es tradición que Morayma, anegada en lágrimas, viole partir desde el alto de un torreón, inmóvil, como la imagen del dolor, y no apartó su vista de aquel ejército hasta que los torbellinos de polvo desaparecieron en el horizonte de la vega.
También nos cuenta el mismo autor el sufrimiento de esta mujer como madre, mientras relata las negociaciones para las capitulaciones: Para mayor aflicción, entonces recibieron Morayma y Boabdil carta que el Rey Católico, con su sagacidad, hizo escribir al Príncipe moro (su hijo) que conservaba en rehenes. En esta carta, primero les pintaba las bondades que con él tenían Sus Altezas y su magnanimidad, y luego les decía que conocía su triste situación porque sabía que no querían aceptar los grandes beneficios y amistad con que les brindaban los Reyes de Castilla.
Morayma, asolada en llanto, abrazada al cuello de Boabdil -éste sólo repetía- ¡Por qué la muerte no ha querido ni quiere de mí nunca ¡.
Aterrada Morayma, mandó llamar a un famoso sabio astrólogo, que se llamaba Ben-Maj-Kulmut y consultó con él en gran secreto el horóscopo del rey Boabdil. Contestole el anciano: Dicen las estrellas que el último Rey Nazar vivirá mucho para padecer mucho.
Esta reunión de Morayma con el viejo astrólogo (figura muy respetada entre los nazaritas) puede ser la última referencia a esta mujer que existe en la historia documentada, salvo las que hablan de su muerte y de su testamento.
Con esta profecía, que evidentemente la obviaba a ella, llegan las capitulaciones de Santa Fe y la salida de la familia real y sus súbditos hacia tierras almerienses.
Los Reyes Católicos habían cedido a Boabdil para él y sus descendientes un feudo en el Reino de Granada que se componía de las tahas de Berja, Dalías, Boloduy, Andarax, (actual provincia de Almería) Marchena, Juviles, Láchar y Ugíjar (actual provincia de Granada), además de otras pertenencias.
La familia real nazarita debió partir hacia la alpujarra almeriense algún día de la primera semana del año 1492. La marcha se hizo con todo un tesoro material, aunque sin el que más le importaba a Morayma, sus hijos, Yusuf y Ahmed, que permanecieron retenidos por los Reyes Católicos en previsión de un nuevo alzamiento de los partidarios de Boabdil. Así pues, una nueva tristeza para la madre que llegó a Andarax (hoy Laujar de Andarax) sin sus dos retoños.
Antes de partir, el Rey Chico dio orden de levantar el Cementerio Real de la Alhambra, conocido como La Rauda, para que sus ascendientes no quedaran en tierra cristiana. Boabdil trasladó los restos de sus antepasados hasta Mondújar, en donde, camino de Laujar, mandó construir un nuevo cementerio real en sitio tan secreto que hasta la fecha tampoco ha sido investigado, y por tanto, encontrado.
Poco podía imaginar que, sólo un año después aproximadamente, volvería a estar sobre estas tumbas enterrando los restos de su querida Morayma.
La muerte de Morayma, su entierro y la partida de Boabdil queda perfectamente descrita en varios documentos. Uno de ellos es una carta de Fernando de Zafra a los Reyes Católicos fechada el 28 de agosto de 1493 en la que dice: La Reina mujer deste Muley Boabdilí, murió, y creo que aprovechó su muerte para el servicio a Vuestras Altezas, porque su dolencia daba algún embarazo a la partida del Rey: agora queda más libre para lo que ha de hacer.
En otro documento, que pertenece al Archivo de la Alhambra, legajo 129 que data de 1549, un tal Juan Jusepe de Herrera, vecino de Béznar, declara sobre la conveniencia de reparar y dotar al alcaide la fortaleza de Mondújar.
El texto recogido por Manuel Gómez-Moreno afirma: Dixo que la dicha fortaleza de mondújar es muy ymportante para la guarda y seguridad de todas las alpuxarras y val de lecrín porque está en parte de donde puede amparar a el dicho val de lecrín y defender la dicha alpuxarra; como cosa tan ymportante están trasladados al pie de la dicha fortaleza, en una haça que se llama la rrauda, todos los cuerpos de los rreyes de moros que fueron de granada al tiempo que fue de moros y después la rreyna horra mora se truxo desde andarax, después de entregada la çibdad a los señores rreyes católicos, de gloriosa memoria, a enterrar a la dicha rauda, lo cual es cosa muy notoria e çierta, y la causa del trasladarse allí los dichos cuerpos fue pretender el rrey moro que se dezía el chiquito que se le diese la dicha fortaleza para su morada y aposento, etc.
. El propio Gómez-Moreno deja claro en 1942 este asunto de la muerte de Morayma, de su entierro y de la partida de Boabdil, aunque marca dudas sobre quién era en realidad la reina mora en un artículo editado por la revista Al Andalus, publicación de las entonces Escuelas de Estudios Árabes de Madrid y Granada: En la correspondencia de Fernando de Zafra con los Reyes Católicos consta que, en efecto, la mujer del Rey Chiquito falleció en Andarax poco antes del 28 de agosto de 1493, facilitándose con ello la decisión impuesta de pasar a Berbería toda la familia, que el pobre rey venía dilatando desde febrero y que llegó a realizarse en octubre, dentro aún del plazo convenido. La tal reina dice que se llamaba Moraima y que era hija del alcaide Alatar, de Loja, el que enseñó a tomar en serio la guerra al Rey Católico. En contra, Hernando de Baeza pensaba si sería hija de aquel otro rey a quién dió muerte Abulhacen, padre del Chiquito.
A la primera filiación quizá falte autoridad en que apoyarla. La segunda hipótesis resulta menoscabada con afirmar reiteradamente el mismo Baeza que fue Abulhacen quien se casó con la hija del usurpador. Ahora bien, como las crónicas árabes atestiguan que no lo fue de este, sino de su padre Mohamad (VIII) el Zurdo, queda como posible que la hija del usurpador y prima del Rey Chiquito se casase con éste, haciendo buena la presunción de Baeza... continua...
La desdichada vida en soledad de esta mujer fue constante. Relata el Conde de Benalúa varios de estos momentos, como el de la partida de su marido hacia otra batalla: Aquella noche, Morayma, inundada en lágrimas, despedía a su amante esposo con recelo al verle partir para la guerra. La Reina Aixa, espíritu siempre varonil, alentaba a la hija de Aliatar, y Boabdil trató de calmar la melancolía y la pena de la separación.... En otro párrafo, el Conde de Banalúa insiste: Es tradición que Morayma, anegada en lágrimas, viole partir desde el alto de un torreón, inmóvil, como la imagen del dolor, y no apartó su vista de aquel ejército hasta que los torbellinos de polvo desaparecieron en el horizonte de la vega.
También nos cuenta el mismo autor el sufrimiento de esta mujer como madre, mientras relata las negociaciones para las capitulaciones: Para mayor aflicción, entonces recibieron Morayma y Boabdil carta que el Rey Católico, con su sagacidad, hizo escribir al Príncipe moro (su hijo) que conservaba en rehenes. En esta carta, primero les pintaba las bondades que con él tenían Sus Altezas y su magnanimidad, y luego les decía que conocía su triste situación porque sabía que no querían aceptar los grandes beneficios y amistad con que les brindaban los Reyes de Castilla.
Morayma, asolada en llanto, abrazada al cuello de Boabdil -éste sólo repetía- ¡Por qué la muerte no ha querido ni quiere de mí nunca ¡.
Aterrada Morayma, mandó llamar a un famoso sabio astrólogo, que se llamaba Ben-Maj-Kulmut y consultó con él en gran secreto el horóscopo del rey Boabdil. Contestole el anciano: Dicen las estrellas que el último Rey Nazar vivirá mucho para padecer mucho.
Esta reunión de Morayma con el viejo astrólogo (figura muy respetada entre los nazaritas) puede ser la última referencia a esta mujer que existe en la historia documentada, salvo las que hablan de su muerte y de su testamento.
Con esta profecía, que evidentemente la obviaba a ella, llegan las capitulaciones de Santa Fe y la salida de la familia real y sus súbditos hacia tierras almerienses.
Los Reyes Católicos habían cedido a Boabdil para él y sus descendientes un feudo en el Reino de Granada que se componía de las tahas de Berja, Dalías, Boloduy, Andarax, (actual provincia de Almería) Marchena, Juviles, Láchar y Ugíjar (actual provincia de Granada), además de otras pertenencias.
La familia real nazarita debió partir hacia la alpujarra almeriense algún día de la primera semana del año 1492. La marcha se hizo con todo un tesoro material, aunque sin el que más le importaba a Morayma, sus hijos, Yusuf y Ahmed, que permanecieron retenidos por los Reyes Católicos en previsión de un nuevo alzamiento de los partidarios de Boabdil. Así pues, una nueva tristeza para la madre que llegó a Andarax (hoy Laujar de Andarax) sin sus dos retoños.
Antes de partir, el Rey Chico dio orden de levantar el Cementerio Real de la Alhambra, conocido como La Rauda, para que sus ascendientes no quedaran en tierra cristiana. Boabdil trasladó los restos de sus antepasados hasta Mondújar, en donde, camino de Laujar, mandó construir un nuevo cementerio real en sitio tan secreto que hasta la fecha tampoco ha sido investigado, y por tanto, encontrado.
Poco podía imaginar que, sólo un año después aproximadamente, volvería a estar sobre estas tumbas enterrando los restos de su querida Morayma.
La muerte de Morayma, su entierro y la partida de Boabdil queda perfectamente descrita en varios documentos. Uno de ellos es una carta de Fernando de Zafra a los Reyes Católicos fechada el 28 de agosto de 1493 en la que dice: La Reina mujer deste Muley Boabdilí, murió, y creo que aprovechó su muerte para el servicio a Vuestras Altezas, porque su dolencia daba algún embarazo a la partida del Rey: agora queda más libre para lo que ha de hacer.
En otro documento, que pertenece al Archivo de la Alhambra, legajo 129 que data de 1549, un tal Juan Jusepe de Herrera, vecino de Béznar, declara sobre la conveniencia de reparar y dotar al alcaide la fortaleza de Mondújar.
El texto recogido por Manuel Gómez-Moreno afirma: Dixo que la dicha fortaleza de mondújar es muy ymportante para la guarda y seguridad de todas las alpuxarras y val de lecrín porque está en parte de donde puede amparar a el dicho val de lecrín y defender la dicha alpuxarra; como cosa tan ymportante están trasladados al pie de la dicha fortaleza, en una haça que se llama la rrauda, todos los cuerpos de los rreyes de moros que fueron de granada al tiempo que fue de moros y después la rreyna horra mora se truxo desde andarax, después de entregada la çibdad a los señores rreyes católicos, de gloriosa memoria, a enterrar a la dicha rauda, lo cual es cosa muy notoria e çierta, y la causa del trasladarse allí los dichos cuerpos fue pretender el rrey moro que se dezía el chiquito que se le diese la dicha fortaleza para su morada y aposento, etc.
. El propio Gómez-Moreno deja claro en 1942 este asunto de la muerte de Morayma, de su entierro y de la partida de Boabdil, aunque marca dudas sobre quién era en realidad la reina mora en un artículo editado por la revista Al Andalus, publicación de las entonces Escuelas de Estudios Árabes de Madrid y Granada: En la correspondencia de Fernando de Zafra con los Reyes Católicos consta que, en efecto, la mujer del Rey Chiquito falleció en Andarax poco antes del 28 de agosto de 1493, facilitándose con ello la decisión impuesta de pasar a Berbería toda la familia, que el pobre rey venía dilatando desde febrero y que llegó a realizarse en octubre, dentro aún del plazo convenido. La tal reina dice que se llamaba Moraima y que era hija del alcaide Alatar, de Loja, el que enseñó a tomar en serio la guerra al Rey Católico. En contra, Hernando de Baeza pensaba si sería hija de aquel otro rey a quién dió muerte Abulhacen, padre del Chiquito.
A la primera filiación quizá falte autoridad en que apoyarla. La segunda hipótesis resulta menoscabada con afirmar reiteradamente el mismo Baeza que fue Abulhacen quien se casó con la hija del usurpador. Ahora bien, como las crónicas árabes atestiguan que no lo fue de este, sino de su padre Mohamad (VIII) el Zurdo, queda como posible que la hija del usurpador y prima del Rey Chiquito se casase con éste, haciendo buena la presunción de Baeza... continua...
El tesoro de Morayma...3ª PARTE
Morayma debió ser una mujer relativamente rodeada de comodidades, tanto para su vida diaria como para su defensa. Boabdil la tuvo que colmar de joyas y vestidos preciosos a tenor de lo descrito en Almaccari (Analectes, tomo 11, 2ª parte, página 798) al relatar las pertenencias con las que la familia real partió desde Granada para Laujar de Andarax.
El tesoro de la casa o palacio Nazarita era copioso en toda suerte de preciosos rubíes, perlas de gran tamaño, zomordas singularísimas, turquesas de gran valor, toda suerte de adargas preservativas, equipos militares defensivos, instrumentos primorosos, utensilios peregrinos, collares de perlas en pedazos, sartales de aljófares para los cabellos, arracadas que aventajaban a las alcordes o pendientes de María (la Copta, concubina de Mahoma) en claridad, brillantez y hermosura, corazas holgadas de vestir, adornadas de oro, casco con orlas doradas, incrustadas de perlas intercaladas de esmeraldas con rubíes en el centro; cinturones plateados, anchos de formas y esmaltados en su superficie; adargas de ante, sólidas, sin poros, dulces al tacto y renombradas por su impermeabilidad; almimbares de abalorio; atailores de Damasco, cuentas de cristal, zafas de la China, copas grandes del Irac, vasos de Tabaxis y otras
De Laujar a Fez
Granada, Laujar y Mondújar, tres puntos clave de los últimos días de Boabdil y Morayma. Gráfico guiarte. Entre febrero de 1492 y el día 8 de julio de 1493 la vida del matrimonio tuvo que ser más llevadera. Esta última fecha es importante, ya que marca la decisión de Boabdil de aceptar las definitivas capitulaciones con los Reyes Católicos, y, por tanto también, su decisión de abandonar Laujar de Andarax y encaminarse hacia el exilio en Marruecos, según consta en la última carta autógrafa de Boabdil conservada en el Archivo de Simancas, fechada ese día 8 de julio de 1493.
También, siguiendo estas fechas, es posible deducir que Morayma falleciera en julio y no en agosto.
Si este orden de fechas es correcto, también podemos suponer que Morayma tuvo que ser enterrada primero en Laujar de Andarax y posteriormente desenterrada para trasladar sus restos hasta Mondújar, cuyo castillo había sido propiedad de su madre y de ella misma.
Así pues, Boabdil pudo salir de Laujar de Andarax camino de Fez con los restos de su mujer, hacer una parada en el Castillo de Mondújar para sepultarla junto al resto de los reyes nazaritas, y seguir camino hacia el puerto por el que tenían que embarcar.
La tristeza del Rey Chico tuvo que ser aún mayor, ya que tuvo que recorrer más de cien kilómetros de intrincada Alpujarra con los restos de Morayma. Hasta este día de julio, Boabdil y su familia dedicaban el tiempo a disfrutar de las Alpujarras y de los divertimentos que le podían ofrecer la caza con galgos y halcones en las tierras de Berja y Dalías.
El hecho de que la familia real nazarita se instalara en las tierras de la alpujarra almeriense pudo deberse a varias circunstancias. Una de ellas bien pudo ser el interés de los Reyes Católicos de alejar a Boabdil y sus seguidores de las zonas más cercanas a la costa para evitar una posible rebelión y entrada de aliados por el mar. Otra razón para instalarse en Laujar de Andarax pudo deberse a que esta taha era una de las más pobladas en aquellos años.
Así lo certifica la profesora de la Universidad de Granada Carmen Trillo San José, al señalar en su estudio La Alpujarra antes y después de la conquista castellana que la Corona podría querer impedir que los moriscos se concentraran en las proximidades del mar como modo de evitar el peligro que suponía la cercanía de las costas africanas. También explica la importancia de Andarax dejando a un lado el Valle de Lecrín (donde se sitúa Mondújar), la taha con mayor número de habitantes en 1490 es Jubiles, seguida muy de cerca de Andarax en donde los habitantes son el 15,38%, sobre una población total de unos 50.000, lo que hace suponer que Boabdil convivía en Andarax con unos 7.000 habitantes.
En este mismo estudio tenemos la referencia de la marcha de Boabdil hacia Marruecos, una vez enterrada su mujer en Mondújar. Coincidiendo con la marcha de Boabdil en octubre de 1493 se embarcaron un total de 6.320 personas, de las cuales, según el secretario de los Reyes, 1.700 eran de la capital, 230 de algún lugar que no entraba en la capitulación, pues pagaban derechos, y el resto, es decir, 4.350, de la Alpujarra. Parece que la gran mayoría partieron hacia Fez, unos pocos hacia Bujía y sólo 270 salieron de Almuñécar en dirección a Turquía.
Sobre el puerto en el que Boabdil embarca hacia Marruecos hay dos versiones. Una de ellas, defendida por el catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Granada, Cristóbal Torres Delgado, asegura que el Rey Chico se despidió de su reino desde el puerto de Adra (actual provincia de Almería). La otra teoría fue enunciada por el Conde de Banalúa, quien afirmó que Boabdil marchó a Fez desde el mismo puerto por el que entrara siglos atrás Abderramán I, esto es Almuñécar (provincia de Granada).
Mondújar
La importancia que Mondújar tenía tanto para Boabdil como para Morayma (el Valle de Lecrín tenía censados en 1490 unos 10.000 habitantes) venía determinada porque, según afirma el catedrático Antonio Malpica en su libro Poblamientos y castillos en Granada, la madre de Boabdil tenía propiedades en esta alquería.
Malpica Cuello describe el Castillo de Mondújar con una planta que forma un polígono irregular adaptándose a las condiciones del terreno. La entrada se hace por una abertura que hay en su muro sureste, en recodo, pero no podemos precisar si ésta era la original. Tiene un gran aljibe situado en la parte exterior del recinto. Es de planta rectangular y conserva restos que permiten pensar que es abovedado. También se conservan huellas de enlucido rojo. El aljibe comunica mediante un arquillo de medio punto apuntado de tosca factura y a través de una rampa con el interior del castillo, posiblemente para la conducción de aguas. El catedrático de la Universidad de Granada también determina que es obra de mampostería, dentro del modelo nazarí de mediado del siglo XV. Se sabe por las fuentes escritas que estaba construido a finales de la época nazarí.
Actualmente, del castillo sólo quedan algunas ruinas y es difícil de ver al estar sobre una colina a 900 metros de altitud por encima del pueblo, a unos dos kilómetros de éste.
El entierro de Morayma
Mondújar, donde reposaron los restos de Morayma
Cuando murió Morayma, según la costumbre musulmana, sus sirvientes lavaron su cuerpo y lo perfumaron con almizcle, alcanfor y otras sustancias aromáticas. Inmediatamente después, el cadáver fue envuelto en un sudario de color blanco sin coser ni en la cabeza ni en los pies. Tras este rito, Morayma fue colocada sobre unas parihuelas, cubierta con su hhaik (vestido). Un grupo de cuatro o cinco hombres, los de más confianza de Boabdil, portaron el cadáver junto a otro numeroso grupo de personas. Los últimos fieles del Rey Chiquito participaron de una ceremonia rodeada de tristeza. Había Muerto Morayma, una mujer discreta, amante y amada por el rey más desagraciado de los nazaritas. Todos los fieles estaban allí, se trataba del entierro de la reina, la última reina de Granada y hasta ese día única reina de la Alpujarra.
La triste comitiva se dirigió hacia la puerta de la mezquita a la hora de la oración del mediodía. Terminada ésta, el imán anunció que había un muerto en la puerta y todos los asistentes se levantaron para orar brevemente en común por el reposo del alma del fiel creyente..., pero el cadáver no entró en la mezquita.
Acabada la oración volvió el cortejo a ponerse en marcha y a caminar con pasos precipitados. Según la tradición musulmana, los ángeles de la muerte, Munkar y Nankir, estaban aguardando a Morayma en el sepulcro para interrogarla sobre sus actos en vida y pronunciar el fallo que decide su suerte. Pero antes de llegar a la que sería su última morada y aún hoy perdida, a cada instante los portadores se intercambian, porque todos deseaban participar en aquella obra de misericordia. Todos querían llevar sobre sus cuerpos el fallecido de la reina. Mientras duró el camino, la comitiva no dejó de cantar versículos del Corán.
Llegados al cementerio y después de una breve oración, el cadáver fue colocado en la huesa sin ataúd. La inhumación de Morayma se realizó en una fosa estrecha donde el cadáver se colocó sobre la tierra mirando hacia La Meca. De esta forma, quedaba cumplido el deseo de Morayma de ser enterrada en Mondújar y con un estricto rito musulmán, ya que en vida y en su testamento dejó clara su profunda religiosidad.
Una vez depositado el cuerpo en su tumba, se colocó una laja de piedra y se construyó un túmulo de tierra formada por gradas de mortero o sillares de arenisca sobre la que reposaba una lápida o una mqabriya de mármol. Terminado esto, la comitiva volvió a la casa de la difunta para saludar a Boabdil y al resto de la familia
Morayma debió ser una mujer relativamente rodeada de comodidades, tanto para su vida diaria como para su defensa. Boabdil la tuvo que colmar de joyas y vestidos preciosos a tenor de lo descrito en Almaccari (Analectes, tomo 11, 2ª parte, página 798) al relatar las pertenencias con las que la familia real partió desde Granada para Laujar de Andarax.
El tesoro de la casa o palacio Nazarita era copioso en toda suerte de preciosos rubíes, perlas de gran tamaño, zomordas singularísimas, turquesas de gran valor, toda suerte de adargas preservativas, equipos militares defensivos, instrumentos primorosos, utensilios peregrinos, collares de perlas en pedazos, sartales de aljófares para los cabellos, arracadas que aventajaban a las alcordes o pendientes de María (la Copta, concubina de Mahoma) en claridad, brillantez y hermosura, corazas holgadas de vestir, adornadas de oro, casco con orlas doradas, incrustadas de perlas intercaladas de esmeraldas con rubíes en el centro; cinturones plateados, anchos de formas y esmaltados en su superficie; adargas de ante, sólidas, sin poros, dulces al tacto y renombradas por su impermeabilidad; almimbares de abalorio; atailores de Damasco, cuentas de cristal, zafas de la China, copas grandes del Irac, vasos de Tabaxis y otras
De Laujar a Fez
Granada, Laujar y Mondújar, tres puntos clave de los últimos días de Boabdil y Morayma. Gráfico guiarte. Entre febrero de 1492 y el día 8 de julio de 1493 la vida del matrimonio tuvo que ser más llevadera. Esta última fecha es importante, ya que marca la decisión de Boabdil de aceptar las definitivas capitulaciones con los Reyes Católicos, y, por tanto también, su decisión de abandonar Laujar de Andarax y encaminarse hacia el exilio en Marruecos, según consta en la última carta autógrafa de Boabdil conservada en el Archivo de Simancas, fechada ese día 8 de julio de 1493.
También, siguiendo estas fechas, es posible deducir que Morayma falleciera en julio y no en agosto.
Si este orden de fechas es correcto, también podemos suponer que Morayma tuvo que ser enterrada primero en Laujar de Andarax y posteriormente desenterrada para trasladar sus restos hasta Mondújar, cuyo castillo había sido propiedad de su madre y de ella misma.
Así pues, Boabdil pudo salir de Laujar de Andarax camino de Fez con los restos de su mujer, hacer una parada en el Castillo de Mondújar para sepultarla junto al resto de los reyes nazaritas, y seguir camino hacia el puerto por el que tenían que embarcar.
La tristeza del Rey Chico tuvo que ser aún mayor, ya que tuvo que recorrer más de cien kilómetros de intrincada Alpujarra con los restos de Morayma. Hasta este día de julio, Boabdil y su familia dedicaban el tiempo a disfrutar de las Alpujarras y de los divertimentos que le podían ofrecer la caza con galgos y halcones en las tierras de Berja y Dalías.
El hecho de que la familia real nazarita se instalara en las tierras de la alpujarra almeriense pudo deberse a varias circunstancias. Una de ellas bien pudo ser el interés de los Reyes Católicos de alejar a Boabdil y sus seguidores de las zonas más cercanas a la costa para evitar una posible rebelión y entrada de aliados por el mar. Otra razón para instalarse en Laujar de Andarax pudo deberse a que esta taha era una de las más pobladas en aquellos años.
Así lo certifica la profesora de la Universidad de Granada Carmen Trillo San José, al señalar en su estudio La Alpujarra antes y después de la conquista castellana que la Corona podría querer impedir que los moriscos se concentraran en las proximidades del mar como modo de evitar el peligro que suponía la cercanía de las costas africanas. También explica la importancia de Andarax dejando a un lado el Valle de Lecrín (donde se sitúa Mondújar), la taha con mayor número de habitantes en 1490 es Jubiles, seguida muy de cerca de Andarax en donde los habitantes son el 15,38%, sobre una población total de unos 50.000, lo que hace suponer que Boabdil convivía en Andarax con unos 7.000 habitantes.
En este mismo estudio tenemos la referencia de la marcha de Boabdil hacia Marruecos, una vez enterrada su mujer en Mondújar. Coincidiendo con la marcha de Boabdil en octubre de 1493 se embarcaron un total de 6.320 personas, de las cuales, según el secretario de los Reyes, 1.700 eran de la capital, 230 de algún lugar que no entraba en la capitulación, pues pagaban derechos, y el resto, es decir, 4.350, de la Alpujarra. Parece que la gran mayoría partieron hacia Fez, unos pocos hacia Bujía y sólo 270 salieron de Almuñécar en dirección a Turquía.
Sobre el puerto en el que Boabdil embarca hacia Marruecos hay dos versiones. Una de ellas, defendida por el catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Granada, Cristóbal Torres Delgado, asegura que el Rey Chico se despidió de su reino desde el puerto de Adra (actual provincia de Almería). La otra teoría fue enunciada por el Conde de Banalúa, quien afirmó que Boabdil marchó a Fez desde el mismo puerto por el que entrara siglos atrás Abderramán I, esto es Almuñécar (provincia de Granada).
Mondújar
La importancia que Mondújar tenía tanto para Boabdil como para Morayma (el Valle de Lecrín tenía censados en 1490 unos 10.000 habitantes) venía determinada porque, según afirma el catedrático Antonio Malpica en su libro Poblamientos y castillos en Granada, la madre de Boabdil tenía propiedades en esta alquería.
Malpica Cuello describe el Castillo de Mondújar con una planta que forma un polígono irregular adaptándose a las condiciones del terreno. La entrada se hace por una abertura que hay en su muro sureste, en recodo, pero no podemos precisar si ésta era la original. Tiene un gran aljibe situado en la parte exterior del recinto. Es de planta rectangular y conserva restos que permiten pensar que es abovedado. También se conservan huellas de enlucido rojo. El aljibe comunica mediante un arquillo de medio punto apuntado de tosca factura y a través de una rampa con el interior del castillo, posiblemente para la conducción de aguas. El catedrático de la Universidad de Granada también determina que es obra de mampostería, dentro del modelo nazarí de mediado del siglo XV. Se sabe por las fuentes escritas que estaba construido a finales de la época nazarí.
Actualmente, del castillo sólo quedan algunas ruinas y es difícil de ver al estar sobre una colina a 900 metros de altitud por encima del pueblo, a unos dos kilómetros de éste.
El entierro de Morayma
Mondújar, donde reposaron los restos de Morayma
Cuando murió Morayma, según la costumbre musulmana, sus sirvientes lavaron su cuerpo y lo perfumaron con almizcle, alcanfor y otras sustancias aromáticas. Inmediatamente después, el cadáver fue envuelto en un sudario de color blanco sin coser ni en la cabeza ni en los pies. Tras este rito, Morayma fue colocada sobre unas parihuelas, cubierta con su hhaik (vestido). Un grupo de cuatro o cinco hombres, los de más confianza de Boabdil, portaron el cadáver junto a otro numeroso grupo de personas. Los últimos fieles del Rey Chiquito participaron de una ceremonia rodeada de tristeza. Había Muerto Morayma, una mujer discreta, amante y amada por el rey más desagraciado de los nazaritas. Todos los fieles estaban allí, se trataba del entierro de la reina, la última reina de Granada y hasta ese día única reina de la Alpujarra.
La triste comitiva se dirigió hacia la puerta de la mezquita a la hora de la oración del mediodía. Terminada ésta, el imán anunció que había un muerto en la puerta y todos los asistentes se levantaron para orar brevemente en común por el reposo del alma del fiel creyente..., pero el cadáver no entró en la mezquita.
Acabada la oración volvió el cortejo a ponerse en marcha y a caminar con pasos precipitados. Según la tradición musulmana, los ángeles de la muerte, Munkar y Nankir, estaban aguardando a Morayma en el sepulcro para interrogarla sobre sus actos en vida y pronunciar el fallo que decide su suerte. Pero antes de llegar a la que sería su última morada y aún hoy perdida, a cada instante los portadores se intercambian, porque todos deseaban participar en aquella obra de misericordia. Todos querían llevar sobre sus cuerpos el fallecido de la reina. Mientras duró el camino, la comitiva no dejó de cantar versículos del Corán.
Llegados al cementerio y después de una breve oración, el cadáver fue colocado en la huesa sin ataúd. La inhumación de Morayma se realizó en una fosa estrecha donde el cadáver se colocó sobre la tierra mirando hacia La Meca. De esta forma, quedaba cumplido el deseo de Morayma de ser enterrada en Mondújar y con un estricto rito musulmán, ya que en vida y en su testamento dejó clara su profunda religiosidad.
Una vez depositado el cuerpo en su tumba, se colocó una laja de piedra y se construyó un túmulo de tierra formada por gradas de mortero o sillares de arenisca sobre la que reposaba una lápida o una mqabriya de mármol. Terminado esto, la comitiva volvió a la casa de la difunta para saludar a Boabdil y al resto de la familia