
LA LIEBRE, EL GRAJO Y EL GALGO
Medio dormida se encontraba en los pastos secos del llano una liebre
en la tarde encamada en los pastos, cuando inmóvil se quedó al ver venir un perro a diez pasos, muy bravucona se levantó haciendo frente al escuálido y famélico galgo.
L- Alto ahí amigo, se te ha perdido algo?
Que éstas no son tus tierras y un lío te estás buscando.
Así que tira para otro lao chiquillo.. será que no tienes campo?
El perro la miró con cara de asombro y espanto.
P- Empieza a correr ahora, mira que de un bocao en dos pedazos te parto.
L- Donde vas tan deprisa hombre? Déjame que descanse un rato... que fuí a beber al arroyo y se liaron conmigo a escopetazos.
Siéntate y cuéntame qué hace un perro solo por aquí. Es que no tienes amo?
P- Del cortijo de una patada me echaron, que ya soy viejo para la caza y dicen que lo que como no me lo gano.
Habráse visto que desagradecidos y mala gentuza son tus amos. -Exclamó indignado un grajo que se posó en el suelo dando aletazos.-
L- Y tú de dónde sales tan vestido de negro? Siempre vas así o es que vienes de entierro?
G- Desde ahí arriba os vi y no me lo pude creer, así que he bajado a comprobarlo. Una liebre y un galgo como dos amigos tan plácidamente hablando. Cuando lo normal es que vaya uno persiguiendo a la otra corriendo y dando saltos.
P- Pues vámonos de aquí que como me vea mi amo, en uno de esos prontos que le da, con la vara que siempre lleva la emprende conmigo a palos.
Así iniciaron el camino sin rumbo ni destino el irónico grajo, la astuta liebre y el viejo galgo.
G- Y entonces no sabéis dónde vamos? Pues apañaos estamos, aunque para
pasar la noche conozco un antiguo caserío medio abandonado, no está muy lejos de aquí, aunque yo tardo menos volando.
El perro y la liebre se miraron y con la mirada se dijeron: confiemos en éste loco pajarraco.
Dos horas más tarde...
G- Detrás de esa loma que véis hay un río ondulado, por un puente de piedra que hay podéis atravesarlo, así que en un rato bajo techo ya estaremos descansando.
En el caserío encontraron un poco de trigo, maíz y algunos mendrugos de pan duro y con ellos arramplaron.
P- Éste lugar me gusta, aunque se ve que no está deshabilitado, que hay un corral ahí atrás con gallinas cacareando. Que eso ya lo conozco y donde hay gallinas hay humanos, por eso estar ojo a vizor que en cualquier momento hay que salir danzando
Y el perro no se equivocó, a la mañana temprano oyeron un cerrojo cerrarse y cuando quisieron darse cuenta ya estaban encerrados.
La liebre se imaginó cociendo entre patatas en un caldero, el perro otra vez apaleado y el grajo era afortunado, podía escapar por un agujero que había al lado del techo y salía al tejado.
C- (Campesino) Vaya, vaya, que tenemos aquí? Parecen unos ladronzuelos... Pero no temáis amigos que intención de haceros daño no tengo.
Sí queréis me haréis compañía, ya que solo me encuentro, el tiempo se hace muy largo y al menos con vosotros me entretengo.
Por ellos encantados, ya no pasarían frío en invierno y tendrían sombra y agua fresca en verano.
Y así terminaron los tres amigos viviendo tranquilos, sintiéndose queridos y sin faltarles nunca cariño, comida, ni abrigo.
AUTOR: José Manuel Santiago
Medio dormida se encontraba en los pastos secos del llano una liebre
en la tarde encamada en los pastos, cuando inmóvil se quedó al ver venir un perro a diez pasos, muy bravucona se levantó haciendo frente al escuálido y famélico galgo.
L- Alto ahí amigo, se te ha perdido algo?
Que éstas no son tus tierras y un lío te estás buscando.
Así que tira para otro lao chiquillo.. será que no tienes campo?
El perro la miró con cara de asombro y espanto.
P- Empieza a correr ahora, mira que de un bocao en dos pedazos te parto.
L- Donde vas tan deprisa hombre? Déjame que descanse un rato... que fuí a beber al arroyo y se liaron conmigo a escopetazos.
Siéntate y cuéntame qué hace un perro solo por aquí. Es que no tienes amo?
P- Del cortijo de una patada me echaron, que ya soy viejo para la caza y dicen que lo que como no me lo gano.
Habráse visto que desagradecidos y mala gentuza son tus amos. -Exclamó indignado un grajo que se posó en el suelo dando aletazos.-
L- Y tú de dónde sales tan vestido de negro? Siempre vas así o es que vienes de entierro?
G- Desde ahí arriba os vi y no me lo pude creer, así que he bajado a comprobarlo. Una liebre y un galgo como dos amigos tan plácidamente hablando. Cuando lo normal es que vaya uno persiguiendo a la otra corriendo y dando saltos.
P- Pues vámonos de aquí que como me vea mi amo, en uno de esos prontos que le da, con la vara que siempre lleva la emprende conmigo a palos.
Así iniciaron el camino sin rumbo ni destino el irónico grajo, la astuta liebre y el viejo galgo.
G- Y entonces no sabéis dónde vamos? Pues apañaos estamos, aunque para
pasar la noche conozco un antiguo caserío medio abandonado, no está muy lejos de aquí, aunque yo tardo menos volando.
El perro y la liebre se miraron y con la mirada se dijeron: confiemos en éste loco pajarraco.
Dos horas más tarde...
G- Detrás de esa loma que véis hay un río ondulado, por un puente de piedra que hay podéis atravesarlo, así que en un rato bajo techo ya estaremos descansando.
En el caserío encontraron un poco de trigo, maíz y algunos mendrugos de pan duro y con ellos arramplaron.
P- Éste lugar me gusta, aunque se ve que no está deshabilitado, que hay un corral ahí atrás con gallinas cacareando. Que eso ya lo conozco y donde hay gallinas hay humanos, por eso estar ojo a vizor que en cualquier momento hay que salir danzando
Y el perro no se equivocó, a la mañana temprano oyeron un cerrojo cerrarse y cuando quisieron darse cuenta ya estaban encerrados.
La liebre se imaginó cociendo entre patatas en un caldero, el perro otra vez apaleado y el grajo era afortunado, podía escapar por un agujero que había al lado del techo y salía al tejado.
C- (Campesino) Vaya, vaya, que tenemos aquí? Parecen unos ladronzuelos... Pero no temáis amigos que intención de haceros daño no tengo.
Sí queréis me haréis compañía, ya que solo me encuentro, el tiempo se hace muy largo y al menos con vosotros me entretengo.
Por ellos encantados, ya no pasarían frío en invierno y tendrían sombra y agua fresca en verano.
Y así terminaron los tres amigos viviendo tranquilos, sintiéndose queridos y sin faltarles nunca cariño, comida, ni abrigo.
AUTOR: José Manuel Santiago