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PEDRO MARTINEZ: LAS ARAÑAS DE NAVIDAD...

LAS ARAÑAS DE NAVIDAD

Cuenta una popular leyenda alemana que hace mucho tiempo, cuando llegaba la Navidad, las familias colocaban en un privilegiado lugar del hogar un árbol, que solía ser un abeto. En sus ramas colgaban alguna bolita o cáscara de nuez pintada de color oro.

Sucedió hace mucho tiempo que una familia de arañas, muertas de curiosidad por ver qué era todo aquello que colgaba del árbol de Navidad, aprovechó una noche que todos dormían, para acercarse hasta el árbol. Dio la casualidad que era un 24 de diciembre y Santa Claus estaba a punto de llegar con sus regalos.

Las arañas se colgaron de las ramas del árbol y empezaron a jugar y a divertirse en él. Pero, sin darse cuenta, empezaron a construir telarañas por todo el árbol.

Ellas las usaban como tobogán y como columpio, y les encantó acercarse hasta el árbol. Jugaban con el reflejo de las bolas de Navidad y usaban las cáscaras de nuez como columpios.

Santa Claus descubre a las arañas
Pero entonces, cuando mejor se lo estaban pasando las arañas, llegó Santa Claus. Se acercó sigiloso al árbol para dejar los regalos y descubrió a las arañas, que, ajenas a su llegada, seguían riendo y divirtiéndose entre las ramas.

– ¡Pero bueno!- dijo entonces Santa Claus-. ¿Quiénes sois vosotras? ¿Qué hacéis en el árbol?

Las arañas se asustaron mucho. ¡No habían visto llegar a Santa Claus! Corrieron a esconderse tras las ramas.

– No os asustéis, arañitas. Soy Santa Claus, y solo vengo a dejar los regalos de Navidad. Veo que os estáis divirtiendo mucho en las ramas del árbol, pero no sé si a los niños que viven aquí y a sus padres les va a gustar ver su árbol lleno de telarañas cuando despierten…

Santa Claus se quedó pensativo, observó desde distintos ángulos el árbol y después dijo:

– ¡Tengo una idea! Voy a transformar vuestras telarañas en un adorno más del árbol. Así, cada vez que alguna araña juegue entre las ramas del abeto de Navidad, sus telarañas se transformarán siempre en un adorno brillante.

Y, diciendo esto, Santa Claus transformó las telarañas del árbol en un precioso espumillón rojo, que rodeaba al árbol. Y por eso, desde entonces, existe la tradición de decorar el árbol de Navidad con espumillón, recordando que un día eran telarañas que nacieron fruto de la alegría y diversión de unas curiosas ‘arañitas’.