La leyenda del petirrojo
Cuenta una antigua leyenda el porqué de la existencia del petirrojo, un hermoso ave con el pecho carmesí. Al parecer, el origen tiene que ver con el nacimiento del niño Jesús.
Según esta leyenda de Navidad, la Virgen María descansaba junto a su hijo recién nacido. Hacía frío, y ambos se calentaban gracias a un pequeño fuego que el dueño del albergue había encendido en el pesebre.
Pero el fuego se apagaba, y San José decidió salir del portal en busca de más leña para avivar las llamas.
La Virgen María notó que su hijo comenzaba a tener frío, y no sabía cómo avivar la hoguera sin dejarlo solo. Así que empezó a pedir ayuda… Primero le preguntó al buey, pero el animal estaba tan profundamente dormido, que no podía despertarse.
Intentó después pedir ayuda a la mula, pero estaba agotada del viaje que habían hecho hasta Belén…
Pidió ayuda al gallo, quien estaba cantando y ni siquiera la escuchó…
Pero de pronto, cuando ya estaba desesperada, escuchó el dulce trinar de un pajarito.
– ¡Eh! ¡Pajarito! ¿Podrías ayudarme a traer palitos para avivar el fuego? Mi hijo tiene mucho frío…
Al pájaro le dio mucha pena y se fue volando hasta su nido. Comenzó a arrancar los palitos y se los llevó a la Virgen María. Cuando hubo terminado con el nido, se dio cuenta de que tardaban en arder, y comenzó a aletear las alas con fuerza. La llamarada entonces fue tan intensa, que el pecho y parte del rostro del pájaro se quemaron. Aún así, y a pesar del dolor, siguió aleteando para que el niño Jesús no pasara frío.
La Virgen María, conmovida, al ver la mancha roja en el pecho del pájaro, decidió llamarle a partir de entonces ‘petirrojo’, que significa ‘Pecho rojo’.
Y así fue como a partir de ese día todos los descendientes del pajarito crearon una nueva especie, que nos recuerdan este bello gesto de generosidad y bondad.
Cuenta una antigua leyenda el porqué de la existencia del petirrojo, un hermoso ave con el pecho carmesí. Al parecer, el origen tiene que ver con el nacimiento del niño Jesús.
Según esta leyenda de Navidad, la Virgen María descansaba junto a su hijo recién nacido. Hacía frío, y ambos se calentaban gracias a un pequeño fuego que el dueño del albergue había encendido en el pesebre.
Pero el fuego se apagaba, y San José decidió salir del portal en busca de más leña para avivar las llamas.
La Virgen María notó que su hijo comenzaba a tener frío, y no sabía cómo avivar la hoguera sin dejarlo solo. Así que empezó a pedir ayuda… Primero le preguntó al buey, pero el animal estaba tan profundamente dormido, que no podía despertarse.
Intentó después pedir ayuda a la mula, pero estaba agotada del viaje que habían hecho hasta Belén…
Pidió ayuda al gallo, quien estaba cantando y ni siquiera la escuchó…
Pero de pronto, cuando ya estaba desesperada, escuchó el dulce trinar de un pajarito.
– ¡Eh! ¡Pajarito! ¿Podrías ayudarme a traer palitos para avivar el fuego? Mi hijo tiene mucho frío…
Al pájaro le dio mucha pena y se fue volando hasta su nido. Comenzó a arrancar los palitos y se los llevó a la Virgen María. Cuando hubo terminado con el nido, se dio cuenta de que tardaban en arder, y comenzó a aletear las alas con fuerza. La llamarada entonces fue tan intensa, que el pecho y parte del rostro del pájaro se quemaron. Aún así, y a pesar del dolor, siguió aleteando para que el niño Jesús no pasara frío.
La Virgen María, conmovida, al ver la mancha roja en el pecho del pájaro, decidió llamarle a partir de entonces ‘petirrojo’, que significa ‘Pecho rojo’.
Y así fue como a partir de ese día todos los descendientes del pajarito crearon una nueva especie, que nos recuerdan este bello gesto de generosidad y bondad.