El campesino y los pasteles
Paseaba por la ciudad un campesino al que le llevaba unos días doliendo mucho una muela.
– Qué dolor más insoportable- se quejaba el hombre- Pero si me gasto el dinero en el dentista, no tendré para comer, y ¡me muero de hambre!
En esto que se paró frente al escaparate de unos deliciosos pasteles. Cómo sería la cara que puso al verlos, que unos hombres al verlo, comenzaron a burlarse de él.
– Parece que ha visto fantasmas… Menuda cara de alucinado.
– De eso nada-respondió el campesino- Solo me imaginaba comiéndome cientos de estos pasteles.
– ¿Cientos? ¿Cuántos podrías comer?
– Si yo quisiera… ¡500!
– ¡Serás embustero! No hay nadie que pueda comerse tantos pasteles… Es más, te reto a que lo demuestres.
– De acuerdo. Vosotros pagad los pasteles que vaya comiendo. Si no consigo comerme 500, me dejaré sacar una muela delante vuestro… Esta muela- dijo señalando la que le dolía.
– ¡Una muela! Sí que eres tonto… Muy bien, aceptamos el trato-dijo un
El campesino comenzó a comer pasteles. Uno, y otro, y otro más. Pero cuando ya llevaba una veintena, dijo:
– Está bien, habéis ganado… no puedo más.
– ¡Ja, ja, ja! ¡500, decía! Te quedaste sin muela.
Y el joven mandó llamar a un dentista, que le arrancó la muela ahí mismo.
– ¡Mira que eres tonto!- volvió a decir el joven.
– Tontos vosotros… – respondió el campesino- Gracias a vuestro gran talento, he comido todo lo que he querido y al fin me he librado de esa maldita muela que tanto me dolía…
Y el campesino se despidió muy feliz, haciendo una gran reverencia.
Paseaba por la ciudad un campesino al que le llevaba unos días doliendo mucho una muela.
– Qué dolor más insoportable- se quejaba el hombre- Pero si me gasto el dinero en el dentista, no tendré para comer, y ¡me muero de hambre!
En esto que se paró frente al escaparate de unos deliciosos pasteles. Cómo sería la cara que puso al verlos, que unos hombres al verlo, comenzaron a burlarse de él.
– Parece que ha visto fantasmas… Menuda cara de alucinado.
– De eso nada-respondió el campesino- Solo me imaginaba comiéndome cientos de estos pasteles.
– ¿Cientos? ¿Cuántos podrías comer?
– Si yo quisiera… ¡500!
– ¡Serás embustero! No hay nadie que pueda comerse tantos pasteles… Es más, te reto a que lo demuestres.
– De acuerdo. Vosotros pagad los pasteles que vaya comiendo. Si no consigo comerme 500, me dejaré sacar una muela delante vuestro… Esta muela- dijo señalando la que le dolía.
– ¡Una muela! Sí que eres tonto… Muy bien, aceptamos el trato-dijo un
El campesino comenzó a comer pasteles. Uno, y otro, y otro más. Pero cuando ya llevaba una veintena, dijo:
– Está bien, habéis ganado… no puedo más.
– ¡Ja, ja, ja! ¡500, decía! Te quedaste sin muela.
Y el joven mandó llamar a un dentista, que le arrancó la muela ahí mismo.
– ¡Mira que eres tonto!- volvió a decir el joven.
– Tontos vosotros… – respondió el campesino- Gracias a vuestro gran talento, he comido todo lo que he querido y al fin me he librado de esa maldita muela que tanto me dolía…
Y el campesino se despidió muy feliz, haciendo una gran reverencia.