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PEDRO MARTINEZ: Ser Positivos...

Ser Positivos

Juan era un niño al que le encantaba ayudar a los demás, tenía un espíritu muy positivo
y siempre encontraba una solución a cualquier problema que se le presentara. Se pasaba todo el día viendo quien andaba en problemas y sin que le pidan su ayuda se ofrecía a ayudar.
Un día llegó a su casa de la escuela y le dijo a su papá:
– “Que afortunado que soy papito, puedo ir a la escuela y aprender algo diferente cada día.”
– “Y, ¿qué has aprendido hoy?”
– “Que debemos ir en busca de nuestras metas y no olvidarnos nunca de quienes no tienen nuestras mismas oportunidades.”
Su padre sonrió con orgullo por la respuesta de su hijo, le dio un fuerte abrazo y le dijo:
– “Yo estoy muy orgulloso de ti Juan, porque desde niño ya conoces el significado de la verdadera felicidad, dar sin esperar recibir, y tu siempre estas dispuesto a dar mucho amor, por eso es que tienes tantos amigos y todos te quieren a donde vas.”
– “Pero, papi me gustaría ayudar a muchos niños como yo que no pueden ir a la escuela a aprender a leer.”
– “Juan, aunque eres aun muy pequeño se que encontrarás la forma de ayudar a muchos niños como tu y que aprenderán a leer, de eso no tengo dudas.”
Juan se fue contento al jardín y se echó a descansar apreciando el bello atardecer y las inmensas nubes de color blanco que parecían algodones de azúcar que flotaban en la inmensidad del cielo.
Las observó con atención y vio formas de animales diversos, vio un cocodrilo, un alce y una gaviota en lo alto del cielo y se le ocurrió una idea.
Haré historias sobre los animales y como ellos con positivismo superan cualquier obstáculo en sus vidas, pues estoy convencido de que quien es positivo alcanza todo lo que se propone.
Pronto, las historias de Juan y sus animales recorrían todo el pueblo pues eran muy bonitas y llevaban grandes mensajes para todos. Los niños muy pequeños querían aprender a leerlas. Así también los ancianos que no habían aprendido a leer se esforzaban por hacerlo.
En el pueblo todos leian las historias y compartían el positivismo de Juan en cada hogar y a donde quiera que iban. Ya nadie era pesimista, sino por el contrario vivían con optimismo y mucha alegría.
Pronto, en el pueblo no había nadie que no supiera leer y tuviera ganas de aprender. Juan estuvo muy contento por haber ayudado a tantas personas y entendió que en la vida cuando uno más ayuda, más grande tiene el espíritu.