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PEDRO MARTINEZ: La Pincoya...

La Pincoya

Todo comienza con Huenchula, quien era la consorte del rey del mar (para muchos, el nombre de éste era Millalobo). Ella hace poco había sido madre y su anhelo más grande era que aquel la dejara ir a tierra firme, para así llevar a su pequeña hija Pincoya y la conocieran sus abuelos.

El propósito evidentemente vio sus frutos: la mujer salió del mar, llevando a su hija en brazos, bien tapada con las algas de mar. Los padres de Huenchula tenían muchas ganas de vislumbrar la apariencia de su nieta; sin embargo, antes de hacerlo, la esposa recordó el aviso del marido: ningún ser humano podría ver nunca a Pincoya. Por tal motivo, la cubrió correctamente durante toda la visita.

Sin embargo, antes de irse Huenchula les pidió a sus padres que cargaran con la criatura unos minutos, debido a que ella iba a ir al barco que la llevó a tierra firme para buscar algunos obsequios. En esos instantes, los abuelos no soportaron la incisiva curiosidad y quitaron de Pincoya la última alga de mar. «No va a pasar nada si solo observamos unos segundos», anunció el abuelo.

Pincoya era la criatura más hermosa que hayan visto en la tierra. Quisieron cubrirla rápidamente, pero algo les impedía dejar de mirarla. Huenchula de regreso, al observar lo ocurrido, comenzó a gritar de manera desesperada. La pequeña, sin que sus abuelos se dieran cuenta, poco a poco se empezó a convertir en agua cristalina. La madre la tomó en sus brazos y se dirigió en dirección al mar. Sin pensarlo se zambulló en el agua hasta llegar a los dominios de su esposo, pero para cuando llegó frente a este la niña ya era toda una adolescente.

A partir de entonces la Pincoya es la protectora del mar, la que calma las mareas para que los marineros vuelvan al puerto y la que, junto a su hermana la sirena, lleva los cuerpos sin vida a que reposen en el Caleuche, una embarcación mítica en donde los humanos descansan por la eternidad.