La leyenda boliviana
Existe un peñón muy alto, en la cordillera de Bolivia, en cuyo centro se ve como un ojo del que descienden hilillos de agua. Da la impresión de que fuera un ojo que llora sin parar. Unas lágrimas que descienden con suavidad por la roca en forma de río.
Y todo esto tiene una razón y una hermosa y triste historia que en Bolivia conocen como Inkawakana, justo el nombre que le dan a este peñón que casi roza el cielo, porque Inkawakana significa ‘donde llora el inca’.
La historia de por qué llora y por qué se llama así esta roca es muy antigua. Y es que hace mucho, pero que mucho tiempo, en este lugar de Cochabamba no había agua. Y todos los que vivían en la montaña, debían bajar a diario para buscarla en el valle. Un viaje largo y penoso del que todos ya estaban cansados.
Un día, los mensajeros del imperio inca, los apus, fueron llevando de un lado a otro la noticia de que acababan de llegar unos extraños seres con la piel muy pálida y el pelo muy claro. Hombres con pelo en la cara y extrañas armas que hacían mucho ruido. Llegaron con animales que no habían visto nunca. En algunos de ellos, montaban.
Estos extranjeros habían secuestrado al emperador inca y pedían oro y plata a cambio de su libertad.
Los habitantes de este peñón tenían mucho oro que sacaban a menudo de la montaña. Así que no lo dudaron, y entregaron toda su riqueza a uno de los mensajeros para que lo llevara hasta donde estaba el emperador. Pero justo cuando iba a partir, recibió una terrible noticia: el emperador había sido ajusticiado.
Este mensajero inca, el más leal a su emperador, que sentía por él auténtica admiración y amor, sintió de pronto tanta pena, que se postró de rodillas allí mismo y empezó a llorar y a llorar sin consuelo.
El dios Sol, al verle, decidió transformar aquel momento en mensaje y recuerdo. El joven apu no pudo levantarse más. Quedó allí para siempre, transformado en piedra de la que manaría sin parar sus lágrimas. Y se hizo así para recordar su dolor y el dolor de todo el pueblo inca ante la pérdida de su emperador.
Esta historia legendaria hace referencia a la llegada a Bolivia de las colonias españolas con Francisco Pizarro. Cuando en la leyenda hacen referencia a esos extraños forasteros de pelo en la cara, se refiere a los soldados españoles que por aquella época solían lucir una espesa barba.
Existe un peñón muy alto, en la cordillera de Bolivia, en cuyo centro se ve como un ojo del que descienden hilillos de agua. Da la impresión de que fuera un ojo que llora sin parar. Unas lágrimas que descienden con suavidad por la roca en forma de río.
Y todo esto tiene una razón y una hermosa y triste historia que en Bolivia conocen como Inkawakana, justo el nombre que le dan a este peñón que casi roza el cielo, porque Inkawakana significa ‘donde llora el inca’.
La historia de por qué llora y por qué se llama así esta roca es muy antigua. Y es que hace mucho, pero que mucho tiempo, en este lugar de Cochabamba no había agua. Y todos los que vivían en la montaña, debían bajar a diario para buscarla en el valle. Un viaje largo y penoso del que todos ya estaban cansados.
Un día, los mensajeros del imperio inca, los apus, fueron llevando de un lado a otro la noticia de que acababan de llegar unos extraños seres con la piel muy pálida y el pelo muy claro. Hombres con pelo en la cara y extrañas armas que hacían mucho ruido. Llegaron con animales que no habían visto nunca. En algunos de ellos, montaban.
Estos extranjeros habían secuestrado al emperador inca y pedían oro y plata a cambio de su libertad.
Los habitantes de este peñón tenían mucho oro que sacaban a menudo de la montaña. Así que no lo dudaron, y entregaron toda su riqueza a uno de los mensajeros para que lo llevara hasta donde estaba el emperador. Pero justo cuando iba a partir, recibió una terrible noticia: el emperador había sido ajusticiado.
Este mensajero inca, el más leal a su emperador, que sentía por él auténtica admiración y amor, sintió de pronto tanta pena, que se postró de rodillas allí mismo y empezó a llorar y a llorar sin consuelo.
El dios Sol, al verle, decidió transformar aquel momento en mensaje y recuerdo. El joven apu no pudo levantarse más. Quedó allí para siempre, transformado en piedra de la que manaría sin parar sus lágrimas. Y se hizo así para recordar su dolor y el dolor de todo el pueblo inca ante la pérdida de su emperador.
Esta historia legendaria hace referencia a la llegada a Bolivia de las colonias españolas con Francisco Pizarro. Cuando en la leyenda hacen referencia a esos extraños forasteros de pelo en la cara, se refiere a los soldados españoles que por aquella época solían lucir una espesa barba.