El gitano que esquiló un perro
Estaba un carpintero puliendo y cortando madera a la puerta de su carpintería. Tumbado a su lado había un perro de aguas, de largo pelo enmarañado.
Pasó por allí entonces un gitano que, al ver al perro desgreñado, dijo:
– Compadre, ¿quiere usted que esquile al perro?
El carpintero, sin dejar de trabajar y encogiéndose de hombros, respondió:
– Pues vale.
Así que el gitano sacó unas tijeras que guardaba en una bolsa y comenzó a cortar el pelo al perro.
– ¿Y quiere usted que le deje un poco de patillas a los lados?
El carpintero, sin mirarle, se volvió a encoger de hombros y dijo:
– Pues vale.
Continuó con su trabajo el gitano, y preguntó:
– ¿Y si le dejo una bolita en la cola, que estará tan gracioso?
De nuevo, el carpintero se encogió de hombros y dijo:
– ¡Pues vale!- y dijo esto a modo de ‘me importa un comino’.
Y el gitano se afanó en dejar la bolita perfecta en la cola y preguntó de nuevo:
– ¿Le dejo algunos pelos largos en las patas?
Y, ¿qué respondió el carpintero?
– ¡Pues vale!
Y así, el gitano terminó de esquilar al perro y contempló su obra maestra. Ciertamente, el perro de lanas parecía otro. ¡Había quedado muy bien!
– Mire usted qué guapo está ahora el perro- dijo el gitano.
– Sí que lo está, mucho mejor que antes, sí- dijo el carpintero mirando al perro, que salió disparado por la calle y le perdió de vista.
– Bien, pues ahora tendrá que pagarme algo por el trabajo- dijo el gitano.
– ¿Pagar yo? ¿Y por qué? ¡Si ese perro no es mío!
Estaba un carpintero puliendo y cortando madera a la puerta de su carpintería. Tumbado a su lado había un perro de aguas, de largo pelo enmarañado.
Pasó por allí entonces un gitano que, al ver al perro desgreñado, dijo:
– Compadre, ¿quiere usted que esquile al perro?
El carpintero, sin dejar de trabajar y encogiéndose de hombros, respondió:
– Pues vale.
Así que el gitano sacó unas tijeras que guardaba en una bolsa y comenzó a cortar el pelo al perro.
– ¿Y quiere usted que le deje un poco de patillas a los lados?
El carpintero, sin mirarle, se volvió a encoger de hombros y dijo:
– Pues vale.
Continuó con su trabajo el gitano, y preguntó:
– ¿Y si le dejo una bolita en la cola, que estará tan gracioso?
De nuevo, el carpintero se encogió de hombros y dijo:
– ¡Pues vale!- y dijo esto a modo de ‘me importa un comino’.
Y el gitano se afanó en dejar la bolita perfecta en la cola y preguntó de nuevo:
– ¿Le dejo algunos pelos largos en las patas?
Y, ¿qué respondió el carpintero?
– ¡Pues vale!
Y así, el gitano terminó de esquilar al perro y contempló su obra maestra. Ciertamente, el perro de lanas parecía otro. ¡Había quedado muy bien!
– Mire usted qué guapo está ahora el perro- dijo el gitano.
– Sí que lo está, mucho mejor que antes, sí- dijo el carpintero mirando al perro, que salió disparado por la calle y le perdió de vista.
– Bien, pues ahora tendrá que pagarme algo por el trabajo- dijo el gitano.
– ¿Pagar yo? ¿Y por qué? ¡Si ese perro no es mío!