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PEDRO MARTINEZ: El dragón de Wawel...

El dragón de Wawel

Cuenta una antigua leyenda polaca que hace muchísimo tiempo, existió una pequeña población alrededor de una gran colina conocida con el nombre de Wawel. El príncipe de aquellas tierras se llamaba Krakus, y era muy querido por todos.

Sin embargo, la paz y felicidad de aquel lugar se empañó poco a poco. Sin saber el motivo, de vez en cuando desaparecía alguno de los aldeanos. Nadie había visto nada. Simplemente dejaban de verlos. Y las misteriosas desapariciones tenían lugar siempre cerca de la colina. Era uno, y otro, y otro más… Muchos intentaban evitar pasar cerca de esta montaña, pero a veces era necesario para viajar al siguiente poblado.

Un día, un pastor que paseaba por la colina con su rebaño, entró por el agujero de una cueva alertado por un extraño sonido…

– ¡Dios santo!- gritó al ver durmiendo a un enorme dragón rojo- ¡Un dragón!

El pastor salió corriendo de allí, con miedo por si el terrorífico animal se despertaba, y acudió asustado a todos los locales del poblado para contar lo que había visto a todos sus vecinos.

La gente de aquel lugar fue entonces a hablar con el príncipe Krakus para pedir ayuda. Y el príncipe decidió mandar a un pelotón de sus guardias para acabar de una vez por todas con ese terrible dragón.

Sin embargo, los hombres, nada más entrar en la cueva, salieron huyendo muertos de terror ante la primera llamarada del gigantesco dragón. ¡Era imposible acabar con él! ¡Debía medir más de 20 metros!

El príncipe Krakus estaba desesperado. ¿Qué podía hacer? Ninguno de sus hombres se atrevía a volver a la cueva. Hasta que se le ocurrió ofrecer algo a cambio de la vida del dragón: la mano de su hermosa hija Wanda. La joven aceptó.

Parecía que nadie se atrevía a pesar de la oferta, hasta que un joven muy humilde, el hijo del zapatero, enamorado de la bella princesa, decidió conquistarla definitivamente. Pero, siendo consciente de que nunca podría acabar con el dragón por la fuerza, ideó un plan mucho más eficaz…

El joven esquiló a una oveja y rellenó la piel con azufre y alquitrán. Después colocó su particular oveja a la entrada de la cueva del dragón. Y el animal, al verla a lo lejos, no pudo contenerse y la devoró de un bocado.

Al poco rato el alquitrán comenzó a hacer efecto y al dragón le entró tanta sed, que el animal voló hasta el río para beber y beber sin parar… Entonces, el alquitrán y el azufre, al contacto con el líquido, provocaron una terrible explosión.

De esta forma tan astuta, el hijo del zapatero consiguió terminar con el dragón y casarse con la hija del príncipe. Más tarde, esta pequeña población tomó el nombre de Cracovia, en recuerdo de Krakus.