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PEDRO MARTINEZ: La increíble historia de Nerudín y la hermosa persa...

La increíble historia de Nerudín y la hermosa persa

Existió en Bagdad un Califa llamado Harún Al-Raschid. Era muy querido por el pueblo por tener un buen corazón y un amplio sentido de la justicia.

En cierta ocasión, debía nombrar gobernador para la ciudad de Basora, y escogió a su primo Zenebi. Este a su vez, pensó que debía encontrar esposa, y encargó a su ministro la tarea de buscar a la joven más hermosa del lugar. Desde luego, no fue tarea fácil, y después de recorrer todo el reino, un día descubrió en casa de un amigo una esclava persa que reunía todas las condiciones que Zenebi exigía.

El ministro llevó a su casa a la esclava y pensó en presentarla al gobernador en unos días. Pero sucedió que el hijo del ministro, Nerudín, conoció a la joven persa y se enamoraron locamente. Su padre, al darse cuenta de lo que pasaba, se puso muy nervioso:

– ¡Pero hijo! ¡Era la prometida del gobernador! ¿Qué le diré ahora a Zenebi?

Pero, a pesar del disgusto, además de ministro, era padre, y decidió dejar que fluyera el amor entre su hijo y la esclava persa.

– Está bien… Le explicaré a Zenebi que me fue imposible encontrar la mujer que buscaba.

Nerudín y la hermosa persa huyen a Bagdad
Los jóvenes se casaron, y el ministro intentó ocultar la verdad, pero al final el gobernador se enteró y ordenó a Narudín y a la joven persa que acudieran de inmediato a su presencia para hacerles prisioneros.

Los jóvenes escaparon esa misma noche y se refugiaron en Bagdad. Sin embargo, no conocían la ciudad, y ya entrada la noche, decidieron dormir en un hermoso jardín. A la mañana siguiente, sintieron la mirada de un anciano:

– Oh, perdones usted… Seguramente este jardín sea suyo. Le pido disculpas. No conocemos la ciudad y no habíamos visto nunca un jardín tan bonito. Por eso nos quedamos a dormir aquí- dijo avergonzado Narudín.

El anciano era en realidad el guardián de ese jardín, que pertenecía al palacio del Califa. Estaba tan sorprendido de que los jóvenes pensaran que el jardín era suyo, que decidió enseñarles todo lo que aún no habían visto, incluido un palacio de recreo que el Califa mandó construir junto a un río que atravesaba el exótico jardín.

– ¡Qué bonito!- dijo Nerudín al verlo- ¿Podríamos celebrar esta noche aquí un banquete? Si pudiera mandar a su esclavo a por alimentos… Estaría usted invitado, por supuesto- le dijo Nerurín, entregándole unas monedas de oro.

El anciano acudió al pueblo a comprar alimentos y esa misma noche, los jóvenes organizaron un banquete. Y fue cuando el Califa, al mirar por la ventana desde su palacio, vio las luces encendidas de ese hermoso pabellón. Intrigado, se disfrazó de pobre y se acercó al palacete. Entonces escuchó la dulce voz de la joven persa. Cantaba acompañada de un laúd.

– ¿Cómo podría conseguir entrar el banquete sin decir quién soy?- se preguntaba el Califa.

En ese momento vio a lo lejos a un pescador junto al río. Se acercó a él y le compró los tres peces que había pescado. Entró en el palacete y se los ofreció a Nerudín:

– Perfecto, te los compro, buen hombre, pero me gustaría que los trajeras fritos…

– Por supuesto- dijo el Califa, quien se llevó los pescados y los cocinó él mismo.

De nuevo regresó el Califa a la fiesta y Nerudín le dijo, después de probar uno de los pescados:

– Nunca probé nada tan delicioso. Pasa a la fiesta con nosotros.

– Me gustaría pedir algo a cambio de estos peces… ¿Podría su esposa cantar para mí?

– Por supuesto- respondió Nerudín.

La joven persa cantó una y otra y otra canción más. Nerudín le contó al Califa por qué estaban allí. Él entonces se descubrió, para sorpresa del joven:

– No temas. Gracias a ti sé que mi primo no puede gobernar esa ciudad.

Al día siguiente, el Califa de Bagdad ordenó a su primo Zenebi abandonar Basari. Los nuevos gobernantes de la ciudad serían por decisión suya Nerudín y su hermosa esposa persa.